Mi reino no es de este mundo, del mundo de la política corrupta, del integrismo religioso, de los grupos sociales excluyentes, de las tiranías económicas. Fueron claras las palabras y oscuras las traducciones que se hicieron, no solo en lenguas sino también en corazones. No voy a convencerte y me importa un rábano cuál sea tu credo o tendencia.
En la vida solo hay dos clases de hombres: los que miran de frente o los que de soslayo mienten. Los que miran de frente son sinceros, íntegros. Defenderán sus ideales pero no por ello harán leña del árbol caído, pues sus corazones son magnánimos y generosos. Convencen y no imponen.
Esos hombres no pertenecen a una casta determinada, pueden habitar en partidos de derecha o de izquierda, ser ateos o creyentes, transitar por el mundo de las finanzas o deslomarse en la mina más profunda. Entre ellos se reconocen y respetan, pues aunque viven entre personas que pueden no ser de su agrado, identifican, en la lejanía, la valía de su oponente. Prestan y no exigen intereses, se enfrentan pero no odian, conquistan pero no odian, aman pero no dominan, unen y no desunen. Su verdadera riqueza se halla en las estrellas siendo el trabajo honesto su moneda de cambio. El esfuerzo conquista al verdadero trabajador.
En cambio los otros son los que viven aupándose en los primeros puestos, quemando infieles como los puritanos protestantes en Salem, la Inquisición en la Europa Barroca, la Yihad Islámica en la actualidad o el sionismo judaizante en la Palestina sometida. Defienden su religión “verdadera” oprimiendo la espiritualidad del ser humano.
Por avaricia, engaño y dolo pagan sueldos miserables a gentes que necesitan para amontonar sus tesoros materiales. Aprovechan sus trabajos y se cuelgan las medallas de las conquistas que otros alcanzaron. Se enclaustran en grupos sociales excluyentes cuyo acceso está vedado a los que ganan el pan con el sudor de su frente. Frentes sufrientes en un mundo agonizante.
No, mi reino no es de este mundo de vencedores y vencidos, de miserables sin escrúpulos metidos en economías que justifican la esclavitud. Puedes elegir el bando que más te guste, nadie está exento de mezclar ambos caracteres, pero bien es cierto que uno de ellos marcará tu corazón. Elige de qué lado estás, a mí me reconocerás entre los desamparados, los que sufren, los trabajadores.
No sé de qué bando estoy mas sé dónde no estoy. Recuerdo aquello de que tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Amigo, búscame entre ellos y quizás nos encontremos en el camino.
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