Cuando un barco se halla inmerso en una feroz tormenta en alta mar, son
el timonel y el capitán, el más humilde y el mando supremo, los elementos
indispensables, las piedras angulares, que permiten llevar a buen puerto la nave.
El resto, intendencia, sanitarios, cocina, pasajeros y mercancías son lastre
pesado cuya descoordinación pueden ocasionar serios trastornos a la navegación.
Los cantos de sirenas con sus falsas promesas siempre prometidas,
siempre incumplidas, sus utópicos mundos, sus lejanas realidades, sus continuas
mentiras, sus futuros populistas, sus mediocridades cotidianas, sus
revoluciones con piel de cordero, pueden hacer perder el rumbo por las
profundidades abisales de la tormenta.
Tener claro dónde queremos ir, cómo y cuándo, los medios que disponemos
y lo que NO podemos sacrificar en nombre de ninguna bandera, recortadora o
revolucionaria, permitirá que seamos todos quienes salgamos a flote.
Somos personas, no votos ni resultados económicos. Pensemos como
personas libres e íntegras.
Con excepción de dos instituciones, entendiéndolas como tal y no como lo
que representan, que han procedido de forma decidida y positiva, a su renovación
y regeneración (no escondo mis simpatías por la Iglesia y la Monarquía), el
resto de las fuerzas sociales, políticas, económicas, sindicales y demás,
todavía se encuentran en paños menores. Bebes en pañales a quienes de forma
lamentable les falta una gran dosis de aprendizaje ético y político.
En estas lastimeras horas de un año electoralista debemos saber los
individuos, las personas al margen de sindicatos, partidos, organizaciones
empresariales y demás falseadores de la sociedad, lo que es el bien común que
todos nos pertenece por derecho propio y naturaleza divina. Quien lo manipule,
como hacen tantos hoy en día, es una serpiente hipócrita ajena a los intereses
de la sociedad.
En todas las organizaciones hay buenas personas, que luchan por el bien
común, y otras, menos buenas, que pretenden apoderarse de él en beneficio
propio. Seamos capaces de desenmascararlos, desnudarlos sin vergüenzas para
mostrarles tal cual son. No pido castigos, tan solo que se les impida ejercer
su nefasto poder en nombre de los demás.
El bien común se entiende como el conjunto de condiciones de la vida
social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus individuos el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección.
No consiste en una simple suma de los bienes particulares de cada sujeto
del cuerpo social, por tanto es indivisible y solo juntos es posible
alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo.
Si cada individuo se realiza dentro del cumplimento del bien común, el
actuar social alcanzará su propia plenitud en la realización del bien común.
Estamos, cada individuo inmerso en una sociedad, al servicio del otro.
Como el bien común otorga una dimensión social y comunitaria del bien
moral, una sociedad que quiera estar al servicio del ser humano es aquella que se
propone como meta prioritaria el bien común.
Ninguna persona puede encontrar su realización plena sólo en sí misma.
Esto implica en ser “con” y “para” los demás, por tanto el bien común no se
limitará a una convivencia en los diversos niveles de vida social, sino también
exigirá una búsqueda incesante del bien, es decir, del sentido y de la verdad
que se encuentran en las formas de vida social existentes.
El bien común nos exige un comportamiento ético encaminado a la
honradez, el compromiso por la paz, la correcta
organización de los poderes del estado, un sólido ordenamiento jurídico que
defienda una vida plena e íntegra, cuidar el medioambiente como parte de
nuestra propia esencia y futuro, prestación de servicios esenciales a las
personas, como trabajo, transporte, salud, cultura, estudios, alimentos, etc;
una cooperación internacional encaminada a buscar el equilibrio honesto de las
naciones,
Es un deber de todos los miembros de la sociedad, nadie puede ni debe
quedar excluido de su exigencia y cumplimiento. Es necesario aplicar el
principio de la búsqueda del bien de los demás como si fuese el bien propio.
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