LOS
LOCOS DE VALENCIA.
COMEDIA
DE LOPE DE VEGA CARPIO.
PERSONAJES.
Floriano.
Leonato.
Martín.
Belardo.
Calandrio.
Verino.
Reynero
Fedra.
Valerio.
Pisano.
Tomás.
Mordacho.
Gerardo.
Liberio.
Erifila.
Laida.
ACTO
PRIMERO.
(Salen Valerio y Floriano, Caballeros)
Flo.
A cabo
de llegar en este punto,
Val.
Por Dios
que estoy de veros, Floriano,
Flo.
Ah, buen
Valerio, dadme aquesa mano;
en vos
está mi vida.
Val.
¿De qué
suerte?
Flo.
Oh,
amigo en amistad, en sangre hermano
yo he
dado...
Val.
Hablad.
Flo.
Yo he
dado…
Val.
Decid.
Flo.
Muerte.
Vale
¿A
quién?
Flo.
¿Óyenos
alguien?
Val.
Nadie,
Flo.
A un
hombre,
que por
mi mal.
Val.
¿Decidlo,
qué os divierte?
Flo.
No os espantéis
Valerio, que me asombre
del más
pequeño murmurar del viento.
Val.
¿Quién
es? Acabad ya, decidme el nombre.
Flo.
Vendrame
tanta gente en seguimiento,
que es
justo de mí mismo recelarme.
Val.
Más
muerto estáis que el muerto.
Flo.
Estadme
atento
Para
poder mejor asegurarme
de las
contrarias armas y violencia,
que sin
número salen a buscarme
haciendo
a la hambre infame resistencia
desde
que a pie salí de Zaragoza,
hasta
que vi los muros de Valencia,
sin ver
poblado más que alguna choza,
donde cual
que pastor partió conmigo
del
negro pan, que en soledades goza,
vengo
como me veis, Valerio amigo,
que aun
no tuve lugar de ver mi casa.
Val.
Solo
quiero saber vuestro enemigo,
¿quién
es este hombre muerto?
Flo.
¿Si alguien pasa?
podrame
suceder.
Val.
¿Es caballero?
Flo.
No sé
por Dios.
Val.
A
voluntad escasa,
o no os
fiais de mí, como primero,
o hacéis
burla de mí.
Flo.
Ya me
declaro:
sabed
que he muerto al Príncipe Reynero.
Val.
¡Jesús,
qué mal suceso!
Flo.
Extraño
y raro,
matar un
caballero humilde y pobre.
un
sucesor de un reino.
Val.
El daño
es claro
porque
por más industria que nos sobre,
un
enemigo poderoso es fuerza
que al
fin del mundo a su enemigo cobre.
Flo
Si me desmaya el alma que me esfuerza,
que es
solo vuestro amor, a quien acudo,
en mi
garganta un vil cordel se tuerza
cuando
me veo de favor desnudo,
y
despreciar algunos por el vuestra
¿me
respondéis así?
Val.
Vuestro
bien dudo,
no
porque rompa el lazo estrecho nuestro,
que
ojalá. que mi sangre os libertara
que
agora hierve en el lugar siniestro
mas
porque el alma ve al temor la cara.
tan
amarilla y fea, que la obliga
a
imaginar el mal que le declara:
hecho es
en fin, no hay más que os diga:
industria
vence al enemigo fuerte
porque
es de los peligros grande amiga:
¿mas
cómo, o sobre qué le distes muerte?
Flo.
Matéle
en una calle de una dama
donde la
trajo mi contraria suerte,
Val.
La más
parte de sangre que derrama
el
hierro que afiló nuestra malicia
causa
tirano amor, tu ardiente llama.
Flo.
Con dos
hombres, en forma de justicia
arrodelados
bien, quiso matarme
con
muestras de tiránica codicia;
yo
entonces, por poder mejor librarme,
en una
calle angosta retíreme
y allí
como un león vino á buscarme;
mas como
aquel que ya morir no teme
Cruzando
las espadas en estrecho
tirándole
un revés, arrodéleme,
y en ese
mismo ser camino al pecho
con tal
destreza entre el broquel y el brazo
que allí
cayó difunto.
Val.
¡Extraño
hecho!
Flo.
Presumo
que la espada hasta el recazo
pudiera
entrar segura de la suya,
que por
el hombro me pasó un pedazo:
huíme,
porque es bien que luego huya
el que
ha salido bien de un mal suceso,
aunque
en contrario de esto el duelo arguya,
vi que
era él, en que lloró mi exceso,
diciendo:
Ay, hombre triste, ¿a quién has muerto?
mas no
eres tú, sino mi poco seso:
yo soy
el desdichado Rey. Y es cierto
que
entonces desmayé de tal manera,
que más
que el Rey estaba helado y yerto
salí por
una encrucijada afuera,
puse en
la vaina la mellada espada,
llena de
sangre, que aun aquí me altera
y antes
que el alba amaneciese helada
caminadas
tenía nueve leguas,
tanto
pica al temor la muerte airada.
Val.
Si
fueran por el golfo de las yeguas,
o por el
extendido de Narbona,
con el
contrario me obligara a treguas;
mas no
sé donde esté vuestra persona
segura
de enemigos, que podría
sacaros
de la más ardiente zona
mal haya
la destreza y valentía
mal haya
aquel valor, y confianza
que os
puso tanta sangre e hidalguía
no sé
que hiciera más el gran Carranza,
a quien
las armas en España deben
cuanta
mayor destreza el arte alcanza
mil
cosas el espíritu me mueven
mil
imaginaciones que fabrico
a
remediaros mi flaqueza atreven,
que os
quiera yo esconder, aunque soy rico,
no puedo
contra un Rey aseguraros,
todo es
remedio vano cuanto aplico;
pero
escuchad que a veces son más raros
los
primeros conceptos de la idea,
¿sabréis
haceros loco, y disfrazaros?
Flo.
¿Y qué me importa cuando loco sea?
Val.
Oíd, que
habéis de haceros tan furioso,
que todo
el mundo por furioso os crea.
Tiene
Valencia un hospital famoso
adonde
los frenéticos se curan
con gran
limpieza y celo cuidadoso:
si aquí
vuestros peligros se aventuran,
y os
encerráis en una cárcel de estas
creed,
que de la muerte os aseguran
¿que
quién ha de pensar que estáis en estas,
ni
viéndoos preso, sucio y mal tratado,
con
tanta paja y desventura acuestas
creer
que sois un hombre tan honrado?
Flo.
O, como
decís bien, solo eso puede
un
hombre redimir tan desdichado
pues
dadme que una vez furioso quede,
que yo
le haré de suerte que os espante,
si el
fingimiento a la verdad excede.
Val.
Para fingir
me basta ser amante.
Entran Leonato y Erifila, él con
botas y ella con un capotillo y sombrero.
Leo.
Esta,
Erifila, es Valencia,
la
puerta es esta de Quarte
aquí dio
Venus y Marte
una
divina influencia,
Estos
son sus altos muros,
y
aqueste el Turia, que al mar
le paga
en agua de azahar
tributo
en cristales puros.
Aquel es
el sacro Aseo,
y este
el alto Micalete.
Eri.
Ella es
tal, cual la promete
su
grande fama al deseo:
¡qué fértil!
Leo.
Por
grande extremo,
Flo.
¿Es gente de fuera?
Val.
Si;
Apartémonos
de aquí.
Flo.
Que no
me conozcan temo.
Val.
Al que
es Administrador
podemos
ir a buscar.
Vanse Floriano y Valerio.
Eri.
Él es un
bello lugar.
Leo.
Yo no le
he visto mejor.
Eri.
Ventura
habemos tenido
en haber
llegado a él,
¿qué
hará mi padre cruel?
Leo.
Lo que
un hidalgo ofendido
hará, de
verse en la plaza
por
tener al vulgo miedo,
que
señala con el dedo,
y con la
lengua amenaza.
Llamarte
hija infame,
y a mi
criado traidor.
Eri.
Loca, si
sabe de amor,
te
aseguro que me llame.
Leo.
Confieso
que fue locura
querer a
tu desigual;
pero no
me trates mal,
ni
agravies a mi ventura:
que el
amor que puso en mí
lo que
ha podido agradarte,
hace que
pueda igualarte,
porque
ya no soy quien fui.
Eri.
Ese
agravio, mi Leonato,
mío
fuera que no tuyo.
Leo.
De tus palabras le arguyo.
Eri.
¿Tan mal con ellas te trato?
Leo.
Tan mal,
que muestras en ellas
que
vienes arrepentida.
Eri.
¿Dejas el alma y la vida,
y formas
agravio de ellas?
¿Si
estas dos cosas te di,
cuando a
mis padres dejé,
una
palabra que hablé,
para que
te ofende así?
Cuanto
más que ser locura,
no
ofende lo que tú vales.
Leo.
Amor
entre desiguales
poco
vale, y menos dura.
Yo sé
muy bien que el recato
que
muestras en mi contento,
es puro
arrepentimiento.
Eri.
¿Yo arrepentida, Leonato?
¿Eres
menos de lo que eras?
cuando
yo el alma te di,
¿no eras
mi criado?
Leo.
Sí,
Eri.
¿Pues qué agravios consideras?
¿Engañásteme
tú acaso,
fingiendo
lo que no fuiste?
Todo lo
vi.
Leo.
Bien lo
viste.
Mas no
el desprecio que paso,
no
tienes porque negar
que no
me tienes en poco.
Eri.
¿Estás
loco?
Leo.
Estuve
loco
mas no
lo pude excusar
Eri.
¿Qué tiene aqueso que ver,
con
decir que por amarte
estoy
loca? ¿es agraviarte
por
quererte enloquecer?
Leo.
Yo entiendo
tu corazón.
Eri.
¿Quién mejor le entenderá,
que el
mismo que en él está
por amor
y por razón?
A la fe,
Leonato amigo,
que esa
ocasión es buscarme
alguna
para dejarme.
Leo.
Declárate
más conmigo.
No te
canses de mi ofensa,
si hay más
agravios que aguarde
tras
hombre bajo y cobarde
piensa
más que digas, piensa.
Levántame,
que te dejo
de miedo
del aire mismo.
Eri.
¿Qué
furia del mismo abismo
te ha
dado tan mal consejo?
¿En qué,
cómo o para qué
esas
bajezas me dices?
¿cómo a
mis ojos desdices
las verdades
de mi fe?
No
pienso que hablas conmigo
o que
por otra me tienes.
Leo.
Esos ya
no son desdenes,
sino
desgracia y castigo.
Háblame,
Erifila, bien
que no
estoy fuera de mí,
Eri.
¿Yo digo tal?
Leo.
Sí.
Eri.
Yo.
Leo.
Sí.
Eri.
Levántame
eso también.
Leo.
Bien
parece, desleal
que por
hombre me has tenido
vil y
bajo, que no ha sido
a tus
méritos igual;
pues a
tenerme el amor,
con que
al fin me has engañado ,
nunca me
hubieras negado
lo que
tú llamas honor
pues ni
lágrimas, ni ruegos,
desiertos,
ni soledades ,
para mil
dificultades
te
tienen los ojos ciegos
porque a
fe que si me amaras
como lo
sabes fingir
que no
supieras decir
en las
cosas que reparas.
Eri.
¿No sabes, que eso ha nacido
de solo
ser yo quien soy
y que
esta disculpa doy
mientras
no eres mi marido?
Lo que
has de agradecer,
eso me
quieres culpar,
¿qué más
te puedo yo dar
que
palabra de mujer?
Pues
cuando a serlo viniera
después
de darte este gusto
siempre
te diera disgusto
el ver
que tan libre fuera
que los
hombres sois tan buenos,
que por
lo que persuadís
en
gozándolo venís
a tener
su dueño en menos.
Leo.
Cuando
el bien que se pretende
de
tantos méritos pasa
después
de gozado abrasa,
si antes
de gozado enciende.
Y el no
fiarte de mí
no es
por aquesa ocasión,
sino ser
todo ficción
cuanto
me has dicho hasta aquí:
mira si
estoy engañado
en el
presente desprecio.
Eri
Anda ya,
que estás muy necio.
Leo.
Bien dijeras
desdichado.
Eri.
¿Pues
cómo, si te engañara,
y
fingido amor tuviera
padres y
patria perdiera
vida y
honra aventurara?
¿No ves
tú engaño?
Leo.
No sé,
mejor he
visto tu engaño.
Eri.
Venir
hasta un. Reino extraño
contigo,
¿es falta de fe?
Leo.
Ninguna
cosa me agrada,
pienso
que fue tu venida,
más de
estar aborrecida
que de
estar enamorada.
Cree que
estoy en lo cierto.
Eri.
¿Aborrecida,
Leonato?
Ese sí
que es falso trato,
y
desamor descubierto.
¿Yo
aborrecida, de qué?
¿mis
padres no me casaban?
¿qué
imposibles lo estorbaban
más que
tu amor y mi fe?
¿Tan
malas prendas tenía,
que así
me desconfié?
Mira
amores que agradé,
tu alma,
que es alma mía.
Deja ese
tema en que das,
y vuélveme
aquesos ojos,
si es
verdad que los enojos
el amor
aumentan más.
Leo
Dejemos
amor, y dame
esas
joyas que guardaste,
cuando a
Requena pasaste.
Eri.
Llama
Leo.
¿Qué
quieres que llame?
Mejor es
que me las des,
antes
que entre en la posada.
Eri.
¿Para
qué?
Leo.
Para no
nada,
yo te lo
diré después.
Eri
¿Hase
acabado el dinero?
Leo.
¿Para
qué puedo pedillas?
Eri.
Pues
vende aquestas Manillas.
Leo.
Todas
digo que las quiero.
Eri.
¿Todas?
Leo.
Todas.
Eri.
Ay,
amigo,
¿quieresme
acaso dejar?
Leo.
Creo que
te ha de costar
este
hablar.
Eri.
¿Mi
bien, conmigo?
Regalo
mío, ¿qué es esto?
¿qué
otro dueño hemos tenido
las
joyas y yo?
Leo.
No ha
sido,
sino tu
amor deshonesto.
Dame las
joyas, infame.
Eri.
Infame,
triste de mí,
así te
afrentas a ti,
marido.
Leo.
No me lo
llame.
Deme
presto, o mataréla.
(Saca
la daga)
Eri.
Ay Dios,
sin duda te vas.
Leo.
Muéstrelas
todas.
Eri.
No hay más,
enváinala.
Leo.
Envainarela.
Deme el
sombrero, y capote.
(Se
las va dando poco a poco)
Eri.
¿Sombrero
y capote, amigo?
Leo.
No se
alborote, la digo.
Eri.
¿No
quieres que me alborote?
(Saca
la daga)
Leo.
Si me
replica, darela.
Eri.
Mi bien,
¿castigo tan grave
por una
palabra?
Leo.
Acabe.
Eri.
Enváinala.
Leo.
Envainarela.
Eri.
Yo vi tu
boca de risa,
y vi mi
fortuna en popa.
Leo.
Quítese
agora la ropa.
Eri.
¿La
ropa?
Leo.
Y aun la
camisa.
Eri.
Espérate,
quitarela
pero,
mira.
Leo.
No
repliques.
(Saca
la daga)
Eri.
¡Ah
entrañas!
Leo.
No te alfeñiques.
Eri.
Enváinala.
Leo.
Envainarela.
Quédese
para quien es.
Eri.
Eso no,
traidor, espera.
Leo.
Mira
que.
Eri.
Ya no me
altera,
qué se
me da que me des.
Leo.
Suelta,
Eri.
Ah,
traidor enemigo,
aguarda.
Leo
Que no
hay que aguarde.
(Vase
Leonato. Queda Erifila en un juboncillo y un manteo)
Eri
Dejasme
al fin de cobarde
por no
me llevar contigo.
¿Qué
menos infame hazaña
de un
hombre bajo esperé?
¿Fuese
el traidor? Ya se fue,
su
soledad me acompaña.
Triste
de mí ¿qué he de hacer,
sin
bien, y con tanto daño,
sola y
en un Reino extraño
pobre,
desnuda, y mujer?
Buena el
ladrón me dejó;
pero
gran consuelo ha sido,
robarme
solo el vestido,
que el
alma no me robó.
Que si a
mis padres dejé
por un
vil criado suyo
no fue
amor efecto tuyo
que a
nadie en mi vida amé.
Antes
fue aborrecimiento
de
casarme a mi disgusto
porque
adonde falta el gusto,
no sobra
el entendimiento.
Sin
consejo le perdí
por
excusar de matarme
y a la
mar quise arrojarme,
de donde
agora salí.
La nave
dejó perdida,
y el
áncora de esperanza
entre la
falsa bonanza
de aquel
traidor prometida.
Desnudo
entre mil enojos,
sin alma
el cuerpo salió
con el
agua que le dio
para que
lloren mis ojos.
¿Qué he
de hacer, pobre de mí?
Que en
pensar adonde estoy
a perder
el seso voy,
y el
dolor me vuelve en mí.
¿Dónde
iré, qué me detengo?
No es
este pequeño indicio
mas no
perderé el juicio
que ha
días que no le tengo.
Pues
¿qué dirá quién me viere?
Ay Dios,
gente suena ya.
(Entra un portero de locos llamado
Pisano, y Valerio y dos criados del hospital, que han sido locos, Martín y
Tomás)
Pis.
Pues él
a mi cargo está
yo he de
hacer cuanto pudiere.
Val.
Agora
será muy presto,
para
dalle medicinas.
Pis.
No son
agora tan finas
como
cuando esté dispuesto;
pero
mucho habéis errado
en no le
dejar meter.
en la
jaula si ha de ser
cuerdo
el loco aprisionado.
Val.
No
estando agora furioso,
como es
la luna en contrario,
no ha
sido muy necesario;
si lo
está será forzoso:
y cuando
alegre le veis
si le da
melancolía
se nos
morirá en un día.
Pis.
De esa
suerte bien hacéis.
¿Cómo se
llama?
Val.
Beltrán.
Pis.
¿Y de dónde es?
Val.
De
Toledo.
Eri.
Si estos
me ven, tengo miedo
que por
loca me tendrán.
Pis.
¿Y qué era su profesión?
Val.
Filosofía
estudiaba.
Pis.
La
flecha fue de esa aljaba.
Val.
Y de un poco de afición.
Pis.
Eso
anduvo por ahí,
de
suerte que el daño ha sido
entre
Platón y Cupido.
Val.
Cada
cual pudo por sí,
que el
estudio y el amor
suelen quitar el juicio.
Pis.
Ha de ser aqueste oficio
templado
y no con rigor.
Mas ay
del grande estudiante
cuando
amor le toca el seso.
Val.
Es de la
ciencia el exceso
más
locura en el amante
porque
cuanto más sabía
tanto
más sabe penar.
Pis.
No sé, si esto es de amar
locura o
filosofía.
¿Ves
estos dos?
Val.
Bien los
veo.
Pis.
Eran
grandes estudiantes,
y a
peligros semejantes
los
trajo el mismo deseo,
Están
agora templados
y en
casa sirven muy bien;
piden
limosna también
y saben
hacer mandados.
Tomás.
Tom.
Señor.
Pis. Ven acá.
Eri.
Iréme; triste,
¿qué haré?
Regálale la cabeza.
Pis.
Sois muy buen hijo.
Tom.
Sí a fe,
mas
murió mi padre ya;
y pues
ya no tengo padre
no soy
hijo.
Pis.
Y vos Martín
¿Sois
hidalgo?
Mar.
Si algún
ruin,
no pone
falta en mi madre.
Pis.
Este da
en esta hidalguía,
que es
negocio de su tema.
Mar.
¿Sabéis
vos si el fuego quema?
Pis.
Yo
juraré que no enfría.
Mar.
Mira si
lo jurará
que
quemaron a su abuelo.
Pis.
Oh ,
bellaco, de eso apelo,
Tom.
Oh, que
apela.
Mar.
Tarde es
ya.
Val.
¿Quién es
aquella mujer?
Tom.
Santa
Tisbe en el desierto,
que
busca a su esposo muerto.
Eri.
Ya me
han echado de ver.
Quiero
dar voces diciendo,
que me
robaron aquí
porque
se duelan de mí
los que
me fueren oyendo;
porque
así disculparé
esta
desnudez villana,
y en la,
piedad valenciana
algún
remedio hallaré.
Mar.
Hola
mujer, ¿tienes padre?
¿fue
bien nacido tu abuelo?
Eri.
¡Justicia
de Dios del cielo,
y Santa
María su madre,
robarme
un ladrón a mí
tantas
joyas, y vestido!
Pis,
A buen
tiempo hemos venido.
Val.
Parece
loca.
Eri.
¡Ay de mí!
¡que
acabada de llegar
tal
desgracia me suceda!
To.
¿Ah,
mujer?
Eri.
¿Qué?
To.
Estate
queda
Eri.
¿Por
qué?
Tom.
Quiérote
abrazar.
Eri
Desvíate
allá, grosero.
Pis.
Loca es
sin falta.
Tom.
Llegad.
Eri.
No hay
en el mundo piedad.
Ah,
señor, ah, caballero,
mirad
que aquí me han robado
por un
extraño suceso.
Mar.
Por
Dios, que si ha sido el seso,
que
harto poco os han dejado.
Eri.
Tres mil
ducados valían
las
joyas que me robaron.
Pis.
Este es
el tema.
Tom.
¿Y
llevaron
la joya
que pretendían?
Eri.
No sino
el diablo que os lleve,
Tom.
Hola, hola.
Val.
Poned
paz.
Pis.
Ah,
Tomas.
Tom.
¿Sois
montaraz?
Mar.
¿Sabe,
aquesta a quién se atreve?
Eri.
Pondréme
agora a pensallo.
Mar.
Ténmela
luego.
Eri.
¿A qué
fin?
Tom.
Dile que
eres San Martín.
Mar.
No soy
sino su caballo.
Eri.
Que no
me pesara, digo,
el santo
que dices fueras,
que si
lo fueras partieras
tu media
capa conmigo.
¿Que no
queréis condoleros
de mi
pena, y desnudez?
Pis.
Antes
iréis esta vez
donde
ese bien pienso haceros.
Ea,
asidla, ¿qué aguardáis?
Eri
¿A mí,
cómo o para qué?
Pis.
Ea,
pues.
Eri.
Llegad,
que a fe
que vos
llevéis si llegáis.
Tom.
Date a
prisión, perra mora.
Eri.
¿A
prisión, pues soy yo esclava?
Pis.
Asidla
bien.
Mar.
Date,
acaba.
Eri.
¿Así
remediáis quien llora?
¿esta
piedad es la fama
de las
cosas de Valencia ?
Pis.
Esa
piedad, y conciencia
agora en
vos se derrama,
Eri.
Pues
tras haberme robado,
¿quieres
ponerme en prisión?
Pis.
Allá
diréis el sermón
del tema
que habéis tomado.
Eri.
¿No
fuera mejor prender
al
ladrón que me robó?
Pis.
¿No veis
el tema en que dio
aquesta
pobre mujer?
Mar.
Ea,
camina.
Eri.
¡Ay de mí,
robarme
y aprisionarme!
(La llevan los dos locos en peso)
Pis.
Mañana
podréis hablarme,
que me
importa el ir aquí.
Val.
Id,
Pisano, en hora buena,
y al
buen Administrador
le
agradeced el favor
de lo
que a Beltrán ordena;
y
dejadle sin prisión
mientras
la furia le deja.
Pis.
Si haré,
pero si se queja,
jaula ha
de haber.
Val.
Y es
razón.
(Vase
Pisano)
Muy buen
lance echó mi suerte
en el
suceso de hoy,
pues de
esta ocasión estoy
casi al
punto de la muerte.
Llevé
con temor no poco
al
hospital a Floriano,
donde le
dejo un cuerdo sano,
y traigo
un enfermo loco.
Después
que vi la mujer
que
agora llevan de aquí
o todo
el seso perdí
o no
tengo que perder.
¡Jesús,
qué gran perfección!
Bien
dicen que es accidente
lo que
pasa fácilmente
por la
vista al corazón.
¿Era
mujer lo que vi,
o era
algún Ángel del cielo?
¿Estoy
en mi?, ¿qué recelo?
Todo
estoy fuera de mí.
¿Por qué
la dejé llevar
pudiéndola
resistir?
¿o hasta
saber, e inquirir
su
patria, estado y lugar?
Ya veo
mi seso poco,
pues que
mi alma no toca
en que
es loca, mas si es loca
¿qué
mucho que yo sea loco?
Si el
amante se transforma
en lo
amado, loco soy,
pues a
una loca le doy
el alma
en que está su forma.
¿Habrá
caso más extraño,
si aquí
me vengo a perder?
quiérola
volver á ver,
que por
ventura es engaño.
Volver
quiero al hospital
porque
en viéndome afligir
o no me
dejen salir
o allá
me curen el mal.
(Vase, y entra Fedra, dama, hija
del Administrador, y Laida criada)
Fed.
De
manera me porfías,
que al
patio en fin he bajado.
Lai.
Culparás
mis fantasías
como
quien a un loco ha dado
prendas
del cielo, aunque mías
pues el
Administrador
que es
tu tío, y mi señor,
salió ya
del hospital,
no te
parezca tan mal,
que yo
te enseñe mi amor.
Fed
Que en fin quieres bien un loco
Lai.
Amor,
señora, lo es,
y no es
amor, si lo es poco.
Fed.
¿Cosa que por él lo estés?
Lai.
A
vencelle me provoco.
Fed
¿Pues un
hombre de hoy venido
ya te ha
quitado el sentido?
bien se
ve que te faltó.
Lai.
El talle
que me engañó
bien
cuerdo me ha parecido.
No ha
sido de verle hablar
la
locura que me esfuerza,
sino de verle
callar.
Fed.
¿Pues cómo el silencio fuerza
a querer
y desear ?
Lai.
¿No nos mueve una pintura,
cuando
es. de extraña hermosura?,
pues así
me mueve a mí,
a un
mármol el alma di.
Fed.
Principios
son de locura.
¿A un
loco mudo, y de piedra
diste el
alma?
Lai.
El alma
di
a una
piedra, hermosa Fedra.
Fed
Medrarás,
pobre de ti.
Lai.
Quien
sirve amor poco medra.
Fed.
¿Es
furioso?
Lai
Con la
luna,
cuando
crezca, tendrá alguna,
y
entonces yo la tendré,
que va
creciendo mi fe,
con el
sol de mi fortuna.
Fed.
Locos en
fin sois los dos
él con
luna, y tú con sol
curaos
juntos.
Lai.
Plega a
Dios.
Fed.
¿Qué nación?
Lai.
Es
español:
amor,
remediadme vos.
Fed.
¿Cómo
Español?
Lai.
Castellano.
Fed.
También
lo es el Valenciano,
a España
tributo doy.
Lai.
Pues yo
Toledana soy
porque
es mi amor toledano.
(Entra Floriano siguiendo el loco con su
sayo)
Flo.
Grillos
a mí, por qué, cómo
¿Sois
vos de esta casa honrada
el
discreto mayordomo?
seguidme,
pues si os agrada
veréis
que lágrimas tomo,
que
conmigo no es, bastante.
el veros
hacer gigante,
aunque
me veis pastorcillo,
que os
daré con un ladrillo,
y no
turrón de Alicante.
Fed.
Ay, Laida, huyamos.
Lai.
Detente
que con
quien le enoja es bravo,
y manso
ordinariamente.
Flo.
Aquí
tenéis un esclavo,
cuerdo,
humilde, y diligente,
No os,
alteréis, deteneos,
que ni
entre los Indios feos
ni en
Etiopía nací;
el amor
me trajo aquí,
por
ejemplo de deseos.
Soy un
hombre, que no soy,
porque
ser no es menester,
que sin
ser mejor estoy;
y así
disfrazo mi ser,
porque
huyendo de ser voy.
Fui
estudiante en desdichas,
y
aprendí tantas, que dichas,
no hay
hombre más desdichado,
aunque
aqueste sayo ha dado
nuevo
principio a mis dichas.
Quise
bien una mujer
entre
discreta y hermosa,
libre y
de buen parecer,
que a no
ser ella piadosa,
yo no
perdiera mi ser.
Daba
entrada a toda gente,
pero al
mejor pretendiente
yo le
hice de corona
porque
era cierta persona
que se
la puso en la frente.
Fed.
Ay qué lástima
tan grande,
¡Laida
amiga!
Lai.
¡Cómo si es!
Flo.
Vuestra
Majestad me mande
darme
sus divinos pies,
porque
entre los aires ande,
que
cierto que es un retrato
de aquel
serafín ingrato,
por
quien soy loco en Valencia.
Fed.
Qué
linda cara, ¡y presencia!
Flo
Mucho el
corazón dilato,
que fe
que temo por él,
si
desembarcan fragatas,
verme
cautivo en Argel,
o en el
río y sin zapatas.
entre el
agua, y el cordel.
Mirad
que os digo verdades,
no me
descubráis ninguna.
Lai
Ya temo
que de él te agrades.
Fed.
Quien
fuera, Laida, la luna
de estas
locas voluntades.
Lai.
¿Luego
ya te pagas dellas?
Fed.
Solo
quisiera creellas
en el
punto que ésta veo.
Lai.
¡Qué vale un loco deseo!
Fed.
Asegura
de perdellas.
Lai.
Celos me
dan tus razones.
Fed.
Como
estás loca los tienes.
Flo.
Para
celosas pasiones
ponerse
aceite en las sienes
y darse
de moxicones;
O sino
sangre caliente
de
murciélago en la frente,
que si a
quitar pelos vale,
también
lo que en ella sale
con el
celoso accidente
y si los
celos son cuernos,
¿quién
hay que de ellos se escape?
Vive
amor que son eternos,
por más
que Pan se los tape
con
hojas de álamos tiernos.
Esto del
celoso abismo
ya ha
pasado por mi mismo:
oíd que
de cuernos tales,
y de
celos desiguales,
quiero
hacer un silogismo.
Todo
hombre que ama es celoso,
todo celoso
los tiene,
porque
es al temor forzoso,
pues de
imaginarlos viene
aquel
efecto enojoso
que de
obra o pensamiento
es hacer
torres de viento,
pensar
que nadie se guarda,
si bien
hay silla y albarda,
de menos
o más tormento;
que una
cosa es el temer,
el que
tiene posesión ,
lo que
puede suceder,
y diferente oración
ser caso
de padecer.
Fed.
Extraños
discursos hace;
sin
duda, Laida, que nace
de su
claro entendimiento.
Flo
¿Quiéresme
dar un contento
con que
requiescat in pace?
Fed.
¿Cómo así?
Flo.
Dame esa
cinta,
que de
Apuleyo animal
las
mismas rosas me pinta ;
quizá
será de mi mal
la
medicina sucinta;
será el
antídoto solo
de este
mal, y vos mi Apolo,
quien
deba mi salud.
Fed.
¿Qué tendrá tanta virtud?
Flo.
Será mi
norte, y mi polo.
Lai.
Mejor es
esta encarnada,
Flo.
¿Quien en mi mal os desvela,
la bella
malmaridada,
pido
azúcar y canela,
y daisme
paja y cebada?
Lai.
Siempre
tuve este recelo.
Flo.
A los
recelos decidles,
que no
levanten el vuelo,
porque
son alas humildes
para
volar a mi cielo.
(Dale una cinta)
Fed.
Esta es
mejor, porque es verde.
Flo.
Sí,
porque tal esperanza
en
ningún tiempo se pierde,
quiero
hacer una mudanza,
que de
la vuestra me acuerde.
Fed.
¿Cómo del pasado amor?
Flo.
De
danzar diréis mejor,
entendedlo
allá no más.
Lai.
Di tú
que loca no estás.
Fed.
Calla,
Laida, que es error.
Estoime
aquí entreteniendo
y porque
no se enfurezca,
mil
disparates sufriendo.
Flo.
Temo que
bien me parezca,
porque
sé que a Celia ofendo,
aunque
ya, Celia cruel,
pues te
pudiste trocar,
podrá mi
pecho fiel.
Fed.
Gente
suena: ¿hanme de hallar
sola
aquí, Laida, con él?
Lai.
No
señora, salte presto,
subamos
al corredor,
que no
es pensamiento honesto.
(Vanse)
Flo.
¡Con qué noche de dolor
tan
bello sol se me ha puesto!
Acordaos
allá de mí,
si algún
rato estáis ociosa.
(Entran Pisano, Tomás y Martín con Erifila asida)
Eri.
¿Por qué me tratáis así?
Pis
Estate
queda, furiosa.
Eri
No lo
soy, que ya lo fui.
Tom.
Ya está
en casa la hechicera
pague la
patente.
Mar.
Pague.
Eri.
¿Presa a
mí de esta manera?
Mar.
No es
bien que la ley se estrague,
pague
luego.
Tom.
Pague o
muera.
Flo.
¿Qué gente?
Mar,
Gente de
paz.
Tom.
¿Quién os mete a vos en esto?
Eri.
Ya soy
de seso incapaz
que en
lugar donde no hay seso
es la
opinión pertinaz.
Alto, yo
quiero ser loca,
pues ya
no hay otro remedio,
aunque
la causa no es poca,
y este
furor viva en medio
del daño
que me provoca.
Pis.
Quédese
aquí mientras vengo,
y
guardaos de hacella mal.
(Vase Pisano)
Flo.
¿Qué es lo que a mis ojos tengo?,
para un
rayo celestial
del sol
la vista prevengo.
¡Oh
peregrina belleza,
pobreza
de mi ventura,
y de los
cielos riqueza ,
corona
de la hermosura,
bien de
la naturaleza!
¿Estoy
conmigo, o sin mí?
Tom.
Pague
luego.
Mar.
Paga
aquí.
Eri.
¿Qué he de pagar?
Tom.
La
patente.
Eri.
No la
tengo.
Flo.
Ah,
buena gente.
Mar.
¿Habláis
con nosotros?
Flo.
Sí,
¿qué es
lo que pedís?
Tom.
La
entrada.
Flo.
Por ella
la pagare,
si esta
sortija os agrada.
Mar.
Muestra,
a ver.
Tom.
Buena es,
a fe.
Mar.
¿Va empeñada o rematada?
Flo
Como os
diere más contento.
Tom.
Vivas
mil años, Amen.
Mar.
Avisa a
todo el convento,
que hoy
hay fruta de sartén
y almojábanas de viento.
Tom.
Por mi
fe que hay brava gira.
(Vanse
los dos, Martín y Tomás)
Eri.
¡Ay
Dios!, ¿qué tiene este loco,
que tan
suspenso me mira?
Flo.
Yo lo
fuera a mirar poco
lo que
cielo y tierra admira
ay de mí,
que me destruyo
si la
.pienso hablar sin seso.
Eri
¿En qué pienso que no huyo?
el miedo
yo le confieso,
mas el
detenerme es suyo.
¡Qué
buena presencia y talle!
oh
temor, déjame hablalle,
o déjame
ir, voluntad.
Flo.
Divina
hermosa beldad
hable
amor, la lengua calle.
Eri
¡Extraña
manera de hombre!
¡Qué
tanto bien te dio el cielo
con tal
censo!
Flo.
El mundo
asombre
la
hermosura del suelo
abatida
con tal nombre
que de
tan alta hermosura
fuese
pensión tu locura
Eri
¡Que a
tan perfecto edificio
falte el
más divino oficio,
que
adornó su compostura!
Flo.
¡Que en tan hermoso aposento
no haya
más de voluntad
y que
falte entendimiento!
¡o mármol
de gran beldad,
sin
agente entendimiento!
¡O
imagen bella , y notable
de todo
el mundo universo,
corruptible
y generable!
¡O
cuerpo en algo diverso
del otro
mundo admirable
en dos
partes de las tres!
Conforme
a los otros es,
mas en
la parte tercera
que es
cifra de la alta esfera ,
el cielo
os puso los pies;
si son
el entendimiento
el alma
y divinidad
sus
grados y fundamento
de fuera
está la beldad ,-
y vacío
el aposento.
Eri
Este
loco desdichado
es como
un vaso dorado,
que está
lleno de veneno
pudiéndole
tener lleno
licor
aromatizado
pero
con, todo confieso,
que sin
seso me podría
quitar
gran parte del seso.
Flo
Dichosa
prisión la mía
si el
mismo amor está preso.
Ya es
esto darle sospecha.
Eri.
Quizá de verme parada
que me
da gusto sospecha.
Flo.
¿Qué
aljaba tan alunada
te dio,
amor, aquesta flecha?
¿en qué
loco pensamiento
templaste
la punta de oro?
Eri
Será
hablalle atrevimiento.
Flo.
O, loca,
a quien cuerdo adoro
que solo
es loco el tormento,
si a mí
me estuviera bien
que
supieras que soy cuerdo,
quizá me
quisieras bien.
Eri
Como de
un sueño recuerdo,
y vuelvo
a dormir también.
¿Soy yo
la que de Leonato
fui
engañada, y sin recato
padres y
patria dejé,
y
arrepentida lloré
la
bajeza de su trato?
¿Pues
qué es lo que pienso aquí?
¿quién
me trajo, o cómo vine
a estar
tan fuera de mí?
¡que un
hombre loco me incline
casi a
llevarme tras sí!
¿En qué
pienso, qué imagino?
sin duda
que con razón
por otro
igual desatino
me han
traído a esta prisión
en que a
ser loca me inclino.
¿Qué
dudo? ¿qué estoy pensando?
loca
soy.
Flo.
Ya está eclipsando
las dos
estrellas su furia
¡ay! no
hagas tal injuria
al sol
que te está mirando.
Eri
Loca
soy, ¿loca en efecto?
Flo.
Cielo,
estad sereno un poco.
Eri
Por mi
fe que estáis discreto.
Flo.
No estoy
sino en verte loco,
y serlo
de hoy más prometo.
Eri.
A fuera,
a fuera.
Flo.
¿Qué
aguardo
estando
loco mi bien,
para qué
el sentido guardo?
Eri
Ea,
denme un palafrén,
que me
aguarda Mandricardo.
Flo.
Denme a
mi caballo y lanza,
y un vestido de mudanza
hecho de
todas colores,
pues
dejo viejos amores
por una
nueva esperanza.
Eri.
Tenme tú
de aquese estribo.
Flo
Y cómo si te tendré,
que eres
alma por quien vivo.
Eri
Oh,
ladrón, ¿muérdeme el pie?
Flo
Ladrón
no, que soy cautivo.
Eri
¿Sabes
que soy Doralice?
Flo.
Tu
hermosura me lo dice.
¿Seré yo
tu Mandricardo?
Eri
De
aquese si me acobardo,
aunque
de él me satisface
el otro
tenía seso,
no puede
ser que tú seas.
Flo.
Que me
falta te confieso;
pero
guando el alma veas,
verás un
notable exceso.
Eri
Pregúntale
a mi escudero
si ha
venido aquí Rugero.
Flo.
Aquí
dice que llegó,
y un poco de agua pidió
en casa
de un zapatero.
Eri
¿Cómo te
llamas?
Flo.
Beltrán.
Eri
¿Pues no eras tú Don Roldan?
Flo
Y como
de ello te goce,
hoy seré
todos los doce
que a
una mesa comen pan.
Eri
¿Conoces
a Calainos?
Flo.
Y fui
mil veces con él
a caza de golondrinos.
Eri
¿Y a
Sansoneto?
Flo.
Y a
Urgel
gran
comedor de pepinos.
Eri
Era gente muy honrada.
Flo
¿Pues dígote yo que no?
Eri
¡Cómo
este loco me agrada!
o está
en seso, o estoy yo
de mi
seso enajenada.
Flo
Parece
que ha conocido
que no
me falta sentido;
cúmpleme
disimular,
quiero
salir a cazar;
¿hanme caballos traído?,
los
braquetes, y sabuesos,
halcones,
y baharíes?
Eri.
Perros
en trailla presos
y en
pihuelas los neblíes.
Flo.
Pues
échenles sendos huesos,
que
quiero volar en fin,
si hay
azor un francolín.
Eri
Malos
años, y mal mes,
denme el
hilo portugués
que
quiero hacer un garvín.
(Entra Pisano)
Pis.
Ya está,
señora, vuestra saya a punto,
entraos
acá, que quiero que se os pruebe;
y vos,
Beltrán, no os alleguéis a ella
que sois
muy gentil hombre, y atrevido,
y donde
no gobierna entendimiento
tiene
mucho lugar el apetito.
Eri
¿Qué os viene de eso a vos, barbas
de hereje?
Flo
¿Qué os viene de eso a vos, cresta
de gallo?
Pis
Ya me le
defendéis, huélgame de ello
que no
os veréis con él hasta la fiesta
de los
benditos niños Inocentes.
Eri
Mal año
para vos, que yo soy libre,
y puedo
hacer de mi capote un trasgo,
y de mi
corazón unas alforjas.
Pis.
Entra,
acabad.
Eri.
A Dios,
hermoso loco.
Flo.
Divina
loca, a Dios.
Pis.
Poquito
a poco.
(Queda Floriano)
Flo.
Vete
despacio, pensamiento mío,
que como
otros se pierden por el viento
por el
más bajo, y áspero elemento,
a su
pesar de la razón te guío.
Tú vas
donde te lleva el albedrío,
con
fuerza de un primero movimiento
y yo
lloro con cuerdo entendimiento
las
ansias de tu loco desvarío.
No me
aventures a tan loca empresa
pues no
hay contento que esperar de un loco
cuando a
faltar entre los cuerdos viene;
pesa tu
daño, y tu provecho pesa,
déjame
en paz, que no es razón tampoco
perder
el seso por quien no le tiene.
(Entra
Valerio)
Val.
No me
agradezcas, ni a fineza tengas,
que tan
aprisa tus visitas haga
pues
vengo agora con negocio propio;
y no,
amigo, negocio como quiera,
sino en
que estriba de mi alma y vida
el gusto
y la salud que me deseas.
Flo
¿Qué es
esto, buen Valerio? ¿hase sabido
que
estoy por dicha en esta cárcel loco?
¿hay
alguna desdicha en mi suceso?
Val.
Yo soy,
Floriano, el loco, yo soy loco
que tú
con solo el hábito que tienes
haces
oficio de sagaz y cuerdo;
no se
sabe hasta agora cosa tuya,
ni se
sabrá tampoco, si los cielos
no se
conjuran en tu daño y mío.
Flo.
¿Pues qué es esto, Valerio? ¿qué suceso
puede
alterar tu cuerda compostura?
¿quién
mudó tu color? ¿quién ha vencido
tu raro
entendimiento, y ha trocado
de su
lugar tu corazón y el mío?
Val.
¿No
trajeron agora aquí una loca,
más
hermosa que el orden de los cielos
que los
planetas, y los elementos
y que
todo lo que es mortal criatura?
Flo.
¿Es cosa tuya, dime, aquella loca?
Val.
No es
cosa mía, pero yo soy suyo.
Flo.
Espera,
ven conmigo a aquella sala
que está
desocupada, y tiene asientos,
y
dirásme despacio tu suceso.
Val.
Ay Dios.
Flo.
¿Suspiras?
Val.
Bueno,
pierdo el seso.
ACTO SEGUNDO.
Sale Floriano solo.
Flo.
Cansada
estar pudiera la fortuna
de los
muchos agravios que me ha hecho
dejando
ya sin resistencia alguna
las flacas
fuerzas de mi débil pecho.
Jamás
que nuestro ruego la importuna
dará sin
muchos daños el provecho ;
librome
de la muerte, y de tal suerte,
que
agora estoy más cerca de la muerte.
Yo vi
los bellos, y divinos ojos,
por
donde amor vertió locura y fuego
y como
mariposa mis despojos
a su
amorosa lumbre arderse luego:
y cuando
me bastaran los enojos
de mi
fiero mortal desasosiego,
quieren
mis hados, que el mayor amigo
sirva
por instrumento a mi castigo.
Valerio,
que es de todo mi secreto
archivo,
amparo, defensor y asilo,
por esta
loca, por el mismo efecto,
sigue de
amor el amoroso estilo,
y dice,
que le pone en tanto aprieto,
que su
curso vital cuelga de un filo,
y que la ha de gozar, o cuerda o
loca.,
que amor
ha menester cordura poca.
Para
esto dice que pedilla quiere,
a título
que es parienta suya,
porque
con el honor que se requiere
a su
primero ser la restituya;
¡oh
amor, en qué peligros vive, y muere,
quien
una vez probó la fuerza tuya!
déjame
con mi loca, o loco, o cuerdo
que
entonces seré loco si la pierdo.
Entra Fedra.
Fed.
Acá me
vengo a buscar,
si hay
quien dé señas de mí,
que
dicen que me perdí,
en este
mismo lugar.
Y no es. poco que me acuerde
de quien
vivo, y por quien muero
que
menos memoria espero,
adonde
el seso se pierde.
Con tan
extraño tormento,
el amor
me ha combatido
que ya no
tengo sentido,
sino
solo sentimiento.
De mi
locura me espanto,
que de
oídas, aunque poco,
creí que
amor era loco,
mas no
que lo fuese tanto,
Por sus
dolores secretos
conozco
ya su rigor,
¿qué ha
de dar un loco amor
sino tan
locos efectos
Un loco,
y por otra loco,
que es
menos obligación ,
me ha
hecho camaleón
cuando
sus colores toco.
No sé
qué tiene, ay de mí,
que
hechiza cualquier cordura;
mas hay
¿qué mayor locura
que no
ver que estaba aquí?
Flo.
Ya que
de esta he de guardarme,
y conozco su intención
quiero,
huyendo su pasión,
con mi
pasión remediarme.
Fingireme
menos cuerdo
de lo
que otras veces fui.
Fed.
Por un
loco estoy sin mí,
¡qué injustamente
me pierdo!
Flo.
¿Habéis visto por allá
una cosa
que perdí?
Fed.
¿Y tú no me has visto a mi
que ando
en pena por acá?
Flo.
Hermana,
si andáis en pena,
muy
cierta tendréis la gloria.
Fed.
O
palabra de victoria
de
grandes misterios llena.
Flo.
o
sabrosa berenjena
membrillos,
y zanahoria
que echó
en arrope de Coria
el Poeta
Juan de Mena.
Fed.
¡Qué presto le vuelve el seso
el
furioso frenesí!
Flo
¿Sabéis
de esto que perdí,
y os
daré en hallazgo un queso?
Fed.
Pluguiera
a Dios que supiera,
como sé
lo que has perdido,
adonde
está tu sentido
porque
yo te le trajera.
Flo
Hacéoslo
por las albricias
o
hidipucha golosa
a ser
vos la más hermosa
yo os
dijera mis malicias.
Fed.
¿Pues esa que tú querías
tiene
más merecimientos?
Flo.
Tiene de
nieve y pimientos
los
dientes, y las encías.
Queríala,
y aun la quiero
que así
digo más verdad
porque
es de mi calidad,
y muere
del mal que muero.
Fed.
¿Por ella, loco, en efecto,
lo que
te falta has perdido?
Flo
Cuando
allí pierdo el sentido,
soy en
extremo discreto.
Mas no
es lo que busco eso,
otra
cosa me ha faltado;
que a
fe, que es bien empleado
perder
bien perdido el seso.
¿Veisme
con aquestos trapos?
pues
perdí.
Fed,
¿Qué, por mi vida?
Flo
Una
borrica partida
con una
toca de papos.
Fed.
¡Que esto no desenamore
sino que
obligue a deseo!
Flo.
Hace el
no seros muy feo,
que mi
esperanza mejore
que si
bien os parecí
siendo
tan cuerda mujer,
bien lo
puedo parecer
a quien
me parece a mí.
Fed.
¡Qué
lindo ingenio tendría
por la
beldad natural
si
curase de este mal!
Flo.
¿Ya habláis en filosofía?
Y aun
tenéis mucha razón
que el
ingenio tiene aumento
con el
buen temperamento
de la
buena comprensión.
Ayuda a
su movimiento
porque
del alma ya es llano
que ha
de ser el cuerpo humano
de sus
obras instrumento.
Fed.
¿Qué hiciste de aquella cinta
que de
esperanza te di?
Flo
Perdila
luego que ví
la
figura por la pinta
que como
no estaba ciego
de amor,
ni de confianza
descarté
aquella esperanza,
porque
me entró mejor juego.
Fed.
¿Qué te entró?
Flo.
Una
Reina de oros
carta
nueva en la baraja
que hace
a mil Reinas ventaja
para
ganar mil tesoros.
Aunque
un diablo de un caballo
de por
medio se metió
que con
más cartas que yo
pretende
desbaratallo
y son
cosas tan pesadas,
amistad y bien querer
que
adelante podría ser
Que me
entrase flux de espadas.
Fed.
¿En fin
que tú aventuraste
mi
esperanza?
Flo.
Y aun la
mía.
Fed.
¿Quieres otra?
Flo.
Bien
querría
sino os
pesa que la gaste;
que
antes se alegran mis ojos,
que en
semejantes contiendas,
pueda yo
dar tales prendas
a mi
señora en despojos.
¿Dónde
está la cinta?
Fed.
Aquí
Flo.
¿En la frente?
Fed.
¿No la ves?
Flo.
Pues
quitaosla.
Fed.
Mejor es
que me
la quites tú a mí.
(Desatale una cinta de la cabeza)
Flo.
Ya
desato la lazada.
Fed.
Ay Dios,
¿si le abrazaré?
¿si
podré?, más bien podré,
que es
loco, y no importa nada.
Flo.
¿Andaisme en las faldriqueras?
algo me
queréis hurtar.
Fed.
Aun no
me atrevo a juntar
los
brazos: o amor, ¿qué esperas?
(Entra Erifila con sayo de
jirones y una caperucilla de loco)
Eri
No me
desagrada el lazo,
iguales
sois a lo menos;
por
muchos años, y buenos
gocéis
los dos el abrazo.
¿Erais
vos el que quería
ser mi
esposo Mandricardo?
Desde
agora me acobardo
de lo
que pensado había.
Y vos, casada secreta,
doncella
de Dinamarca,
miráis
si sois de la marca,
con esa
lanza gineta,
Si sois
cuerda, ¿qué queréis
ser
entre los locos loca?
¿por qué
tanto cuello y toca,
y tantas
galas traéis ?
Salí a
fuera noramala
que
tiene dueño este loco.
Fed.
Elvira,
poquito a poco.
Eri
Subíos
luego a la sala.
Valga el
diablo la parlera,
y con
qué poca ocasión
quiere
hurtar la bendición
a la hija
verdadera.
Fed.
Quiérome quitar de aquí
no diga algún
disparate.
(Vase Fedra)
Flo.
No hay
alcahuete que, trate.
mejor mi
favor por mí.
¡Oh
celo, que el amor creces!
quien te
llama hijo de amor
su padre
dirá mejor,
que le
engendras muchas veces.
Negociado
has mi remedio,
¿mas
cómo se ha suspendido
la que
del alma, y sentido
ha
puesto su silla en medio?
¿Cómo
calláis vos agora?
¿qué
melancolía es esa?
Eri
De haber
hablado me pesa
con la
Reina mi señora,
lo uno,
porque ya vos
pensaréis
que soy muy vuestra
y lo otro por la muestra
que me
habéis dado los dos.
Flo.
Elvira,
plega a los Santos,
que si
yo la quiero bien,
que me
mate una sartén
con sus
duelos y quebrantos;
y si no
soy Mandricardo
y
esclavo de Doralice,
por cosa
que jamás hice
me
vistan de paño pardo.
Como
ella es mujer burlona,
y criada
en esta casa,
jugamos
de pasa, pasa
y hicele
la mamona.
Si otra
cosa hemos tratado
yo, y
aquesta chocarrera,
luego en
tu desgracia muera
frito,
cocido y asado.
Eri
Perro,
¿agora os hacéis bobo?,
asado os
quiero también,
y sino
me sabéis bien
os haré
echar en adobo.
Luego
que vine a esta casa
puse los
ojos en vos,
porque
no me diese tos
el juego
de pasa, pasa,
Mandricardo
habéis de ser,
aunque
pese a Rodamonte.
Flo
Oh,
amor, de por medio ponte,
y enseña
aquesta mujer;
dale
agora su sentido,
si a
quien le tiene le quitas.
Eri
Amor,
pues al cielo imitas,
enmienda
lo que has perdido;
si esto
no es naturaleza,
dale su
seso a este mostro.
Flo
Oh,
amor, pon alma en un rostro
que es
mostro de la belleza,
haz que
me escuche mi pena,
y que me
entienda mi mal.
Eri
Amor, un
milagro tal
victoria
tuya, y no ajena,
haz, que
este loco me entienda,
porque
sepa agradecer.
Flo
Cielo, ésta
loca mujer
a tu
poder se encomienda,
Eri
Yo no
quiero declararme,
hasta
ver si fiarme puedo.
Flo
De
aclararme tengo miedo
hasta
ver si puedo fiarme.
Eri
Así loca
bien podré,
decirle
mis pensamientos.
Flo.
Loco
diré mis tormentos,
aunque,
es bien cuerda mi fe.
Eri
Hola,
buen hombre, por dicha
¿sabes
tú lo que es amor?
Flo
Ahorcado
esté el traidor
al humo
como salchicha.
Deseo
que engendra el ver;
pero es
contrario sujeto,
porque
el fin de este es su efecto,
y de
amor aborrecer.
Eri
¡Ay amor, qué bien empiezas!
Flo
Deseo en
fin de lo hermoso,
dicen
que hay dos, y es forzoso
que haya
también dos bellezas,
la
hermosura corporal,
y la
otra intelectiva,
de quien
el cielo te priva
solo por
hacerme mal,
pues te
falta el ornamento,
del alma
más necesario.
Eri
Calla,
loco incierto, y vario
más que
la luna y el viento.
Flo
¿Y a ti
también no te toca
la
variedad de la luna ?
Eri.
En el
cuerpo tengo alguna,
que en
el alma no soy loca.
Flo.
Si a la
luna parecieras
en amar
al sol, de quien
recibe
luz, vida y bien,
ejemplo
de amores fueras;
aunque
si en el nacimiento
con
Mercurio la tuvieras,
tan
casta como ella fueras
en daño
de mi tormento.
Mas tú
que de amor preguntas
¿conoces
de su dolor ?
Eri
Sé que
es nuestro padre amor,
y todas las cosas juntas;
y de la plática
sé
desde el
punto que te vi ,
que antes
de esto conocí
por
teórica mi fe.
Flo
¿Luego alguna fe me tienes?
Eri.
¿Este es
cuerdo por ventura?
Flo.
¿Tiene esta agora cordura?
Eri.
¿Agora
entenderme vienes?
Digo que
me agradas tanto
como la
pimienta al vino.
Flo.
Y tú a mí como el tocino,
después
del Sábado Santo.
Eri
El
responde en mi lenguaje;
válgame
Dios, sino es loco.
Flo
Esta es
cuerda, y no lo es poco.
Eri.
Yo vengo
de alto linaje.
Flo
Yo
también soy Caballero
con
renta, que allá en París
vale mil
maravedís,
y ando así,
porque yo quiero.
Eri
A mí me
sacó un ladrón
de en
casa de un padre hidalgo,
y se me
fue como galgo
sin
llevarme el corazón;
y porque
me halló esta gente
dando
voces destocada,
me
trajeron agarrada,
a la
Audiencia del Teniente.
Flo
Pues yo
dicen que maté
un Príncipe
de Aragón
y por
tan fuerte ocasión
en esta
cárcel me entré.
Hago el
loco, y guardo el cuello
del solívianos
a malo,
que más
quiero sufrir palo
que no
perder el resuello.
(Vuelven en sí)
Eri
¿Diceslo
de veras?
Flo
Sí,
¿y tú
diceslo de veras?
Eri
Yo si.
Flo
Pues por
Dios que quieras,
mi bien,
dolerte de mí;
mira el
amor que te tengo,
pues que
loca, y sin juicio
te digo
el secreto indicio
de que
por ti a serio vengo.
Eri.
Amigo,
no soy Elvira,
ni loca
como has pensado,
que mi
nacimiento honrado
a mayor
nobleza aspira.
Erifila
fue mi nombre
hasta
que llegase aquí,
bien
puedes fiar de mi
secretos,
que a ningún hombre,
que yo
te adoro y te amo
y soy
tuya hasta la muerte.
Flo
Venturosa
fue mi suerte,
suerte
del cielo la llamo.
Dame,
señora, esos brazos.
Eri
Aun
pienso que no soy digna.
(Entra Pisano)
Pis.
O mal
garrote de encina
que os
haga el cuerpo pedazos
¡No está
malo!
Flo.
Ah puto
viejo,
¿La paz
os parece mal?
Pis.
Yo os
haré una guerra tal
que os
escueza el salmorejo.
Ao,
¿Martin? Hola, ¿Tomás?
Flo.
Desdichados
hemos sido.
(Entran Tomás y Martín)
Tom.
¿Qué hay nuevo?, ¿qué ha sucedido?
Pis.
A fe que
no se hablen más.
Al señor
echa unos grillos,
y a la
dama unas esposas.
Eri
A serlo
fueran dichosas.
de los
pies que han de sufrillos.
¿Qué han
de aprisionar mi bien?
Flo
Ponédmelo
todo a mí,
que yo
tuve culpa.
Pis.
Así.
Flo.
A mí,
pues, Matusalén.
Quisiérame
hacer furioso,
pero
temo la prisión.
Mar.
¿No sabéis la condición
de
aqueste hospital, mocoso?
¿Cuándo
habéis vos visto estar
los
hombres con las mujeres?
Pis
Llevadlos ya
Flo.
Mas qué
quieres
¿llevarme
a dar de cenar?
Eri
¿También me lleváis a mí?
Pis.
Llevadla
ya noramala.
Eri
O
maldita martingala
de las
más lindas que vi
(Se
los llevan y queda Pisano)
Pis.
No me
espanto que esta loca
tenga
enamorado un loco,
que a un
cuerdo, que no lo es poco,
a dalle
el alma provoca.
Por ella
traigo el cerbelo
mas
mudable que un molino;
oh amor,
si eres desatino
¿cómo
eres Dios en el cielo?
Cuando
cuentas, y clarete
me
habían de entretener,
me viene
amor a poner
gaceticas
y copete.
Perdida
va la veleta
no hay,
que fiar en la edad,
que
siempre es la voluntad
del
apetito alcahueta.
Con todo
es tal mi pasión
que por
ventura la estimo.
(Entra Tomás)
Tom.
Nuesamo,
aquí está su primo
el
vergueta de Aragón.
Pis.
¿Dices Liberto?
Tom.
Ese
propio.
Pis.
Pues
entre muy norabuena
en su
casa, aunque es ajena
que al
cuerdo es lugar impropio .
(Entra Liberto)
Lib.
No os
quejaréis de que a Valencia vengo
sin
veniros a ver en apeándome.
Pis.
Dadme
esos brazos una y muchas veces.
Lib.
Dos
veces a lo menos quiero dallos,
una por
deudo, y otra por amigo,
que me
precio de amigo más que deudo.
Pis
Aquí
tenéis, Liberto, aquesta casa
aunque
parece maliciosa oferta;
pero si
ella lo es, en este pecho
tenéis
la voluntad pronta a serviros.
¿Qué
negocios os traen a Valencia?
Lib.
¿No
habéis sabido aquel suceso triste
del
Príncipe Reinero, hijo legitimo
del
Conde Arnolfo?
Pis.
Por acá
se ha dicho,
aunque
de algunos es tenido a fábula.
Lib
Pluguiera
a Dios, o primo, que lo fuera;
muerto
es sin duda, y por desgracia muerto
a manos
de un varón de la montaña,
en cuya
busca vengo, entre otros muchos
que a
varias partes vamos repartidos.
Pis.
¿Quién
duda que se haga diligencia?
Plega a
Dios que le halléis, que a fe que os fuese
una
prisión de crédito y provecho.
Lib.
Todos
llevamos retratado el rostro,
que han
hecho copias de él en Zaragoza,
para que
no se pierda por industria.
Pis.
Holgáreme
de verle por extremo.
Lib.
Presto
podréis cumplir ese deseo.
(Muestra el retrato)
Este es
el matador.
Pis.
Gentil
presencia,
¿cómo
dicen las letras?
Lib.
Floriano
etatis
suae veinte y nueve, o treinta.
Pis.
Mirado
el rostro, me ha movido a lástima.
Lib.
¿Hanos visto por dicha aqueste
loco?
que me
importa la vida en el secreto.
Pis.
Suspenso
está mirando las estrellas,
no
tenéis que temer, venid conmigo,
daréos
un regalo mientras llega
la hora
de cenar.
Lib.
Basta el
de veros.
Pis.
En
cuidado me ha puesto aqueste loco.
(Vase y queda Tomás)
Tom.
No hay
secreto en el mundo que lo sea;
por esto
dicen que la tierra ha dado .
con voto
eterno esta palabra al cielo,
y que tienen oídos las paredes:
si agora
este secreto me importara
librara
mi persona de la muerte
la del
hermano, o el amado amigo.
(Entra
Floriano con grillos)
Flo.
Bueno es
tener amigos los que viven
sujetos
de este mundo a la miseria;
mas yo,
triste de mí, los he tenido
para
solo mi mal y desventura,
aun no
hablo en seso, sin mirar quien oye:
¿qué hay
por acá, Tomás?
Tom.
Oh,
Beltranico
cómo va
de pihuelas, ¿son pesadas?
Flo.
Echáronme,
Tomás, los de la vieja,
como
dicen algunos en Castilla
que fue
una mala hembra, que muriéndose
dejó de
piedad su hacienda toda
para
comprar prisiones a las cárceles.
Tom
Iguales
las tuviera el desdichado
que ha
muerto, según dicen, a Reynero,
y le van
a buscar por todo el mundo,
con
retratos que llevan de su rostro.
Flo
¡Válgame
el cielo!, ¿y tú de qué lo sabes?
Tom.
Un
hombre de Aragón, que del portero
es
primo, según dicen, ha venido
en busca
suya, y su retrato trae;
llámase
a lo que pienso.
Flo.
¿Cómo?
Tom
Empieza
por
flor, y lo demás se me ha olvidado.
Flo
¿Dijo
por dicha Floriano?
Tom.
El
mismo,
así,
así, Floriano, que era un hombre
de
treinta años, un año más o menos.
Flo.
¿Y a
donde fue?
Tom
Sin duda
a ver la casa,
que
nadie viene aquí que no la vea.
Flo
Por Dios
que pienso ver ese retrato,
quédate
aquí, que voy en busca suya.
Tom.
No digas
que te he dicho nada.
Flo
Basta,
a mí me importa
más que a ti el secreto.
Tom.
Ya sé
que aunque eres loco eres discreto.
(Vase Floriano)
(Entra Erifila con esposas)
Eri
Escapádome he por Dios,
aunque
con esposas vengo,
que
aunque de hierro las tengo
no es
ninguna de las dos.
¿Qué
hacéis por acá, Tomás?
Tom.
Ya lo
veis, buena mujer,
si el
viejo os echa de ver
a fe que os encierre más.
Eri
¿Ya no
me tiene sin manos,
qué
quiere? ¿ qué tengo? Rabio.
Tom.
Pues por
mi fe que hace agravió
a los
cielos soberanos,
que de
alguno eres estrella
según
tienes resplandor.
Eri
Por solo
aquese favor
me bajo
de la querella.
¿Parezcote
muy bonita?
Tom.
Vive
Dios que estaba cuerdo,
y que en
verte el seso pierdo,
porque
tu rostro le quita.
¿Quiéreste
casar conmigo?
que
soy...
Eri.
¿Quién?
Tom
Gran
Turco soy
Eri.
La fe, y
palabra te doy.
Tom.
¿De qué?
Eri.
De
comerme un higo.
Tom
¿Luego
no quieres casarte?
Eri
Si
hubiera Cura sí hiciera.
Tom
¿Que por
un Cura cualquiera
me
pierda yo de gozarte?
Eri
¿Sabes
quién está ordenado
de hacer
este casamiento?
Tom
¿Quién?
Eri
Beltrán.
Tom
Diceslo
Eri
Antes lo
tengo pensado;
llámamele
por tu vida,
que
Prima ha cantado ya,
y a los
dos no casará.
Tom
Dame la
mano.
Eri
Está
asida
Tom
Pues
voy.
Eri
Anda,
amor piadoso,
(Vase Tomás)
pues
vuelas , y no reposas,
venga a
ver sus tres esposas
el que
me das por esposo.
Venga
aquel, por quien tan grave
prisión
en que estoy metida
tengo
por dichosa vida,
y por tormento suave.
Venga
aquel, por quien es poco
que el
seso y la vida pierda,
por
quien tengo el alma cuerda,
y el
entendimiento 1oco;
que es
tal aquella hermosura.
por
quien vivo, y por quien muero,
que para
siempre no quiero
volver a
mayor cordura.
(Entra Floriano tiznada la cara)
Flo
Bueno
vengo de esta vez
con la
máscara fingida;
bien
parece que esta vida
es un
juego de ajedrez.
¡Oh,
cómo es mudable y vana!
y échase
en esto de ver,
que una
pieza blanca ayer,
puede
ser negra mañana.
Eri
¿Beltrán?
Flo.
¿Elvira?
Eri.
¿A qué
efecto
te has
puesto así?
Flo.
Mi
señora,
juego al
ajedrez agora,
porque
es un juego discreto.
Un Rey,
con dos mil peones,
siendo
un Caballero pobre,
me
persigue hasta que cobre
su
venganza en mis traiciones.
Hoy me
ha venido a buscar
a
aquesta casa un alfil
que con
un jaque sutil
un mate
me quiere dar;
y porque
en mi mal se alegra
ya de
matarme resuelto,
de pieza
blanca me he vuelto,
como
veis, en pieza negra.
Eri
¿Qué
aqueste alfil ha venido?
Flo.
Dicen
que trae mi retrato
y por
eso me recato,
y vengo
desconocido.
Eri
Ese
juego ya me llama.
a que
pierda mi sosiego.
Flo
Y como si sois del juego,
y no menos que la dama
por eso
ayudadme bien
que
estoy muy cerca de preso.
Eri
Bien
puedes hablarme en seso,
que no
nos oyen, ni hay quien;
¿es
verdad que aquí han venido
con tu
retrato a buscarte?
Flo.
Del alma
quieren sacarte
este tu
loco fingido;
pero no
te cause pena,
que de
la suerte que estoy
libre
del peligro voy
que el
Rey de Aragón me ordena,
que no
seré conocido
tan loco
y desfigurado.
Eri
Gran
secreto me has fiado
conozco
que me has querido;
y pues
de eso estás seguro
hablemos
en nuestras cosas.
Flo
Que al
fin ¿te echaron esposas?
¡oh
hierro dichoso y duro!
¡Oh
hierro que has acertado
a ser
prisión venturosa;
en la
parte más hermosa
que el
cielo a la tierra ha dado!
¿Hate hecho alguna señal?
¿ha sido
tan atrevido?
¿no está
muy agradecido
de gozar
de gloria tal?
Mas no
es posible que encarne,
que
enternecido de ti
se habrá
recogido en si
por no
lastimar tu carne.
¡Oh
quien ese hierro fuera
por
gozar de tal tesoro,
o por
convertirse en oro
que tu
mano enriqueciera!
¡Qué tal
te traten por mí
aquesas
carnes hermosas!
Eri
Manillas
son, que no esposas
estas
que sufro por ti;
joyas
son que amor me dio,
no es
bien que esposas las llames,
que no
quiero yo que ames
más de
una esposa, y ser yo.
Flo.
Si son
joyas y manillas
que da
amor a los amantes,
de
perlas y de diamantes
pienso
algún tiempo cubrillas.
Bien
parece que los dos
solo uno
somos ya
que de
dos hechos nos ha
solo un
cuerpo el ciego Dios;
pues
viendo aquestos villanos
que el
preso uno solo es,
a mí me
hierran los pies
y a vos,
señora, las manos;
que con
esto quedará
de pies
y manos seguro
este
preso, que yo os juro
que aun
muriendo no se irá.
Eri.
Los que
en los pies te pusieron
tengo en
las entrañas yo
que
estos que tu amor me dio
corona
de gloria fueron:
solo
siento que mis brazos
no se
pudiesen abrir
para en
ellos recibir
tus
amorosos abrazos;
mas como
mi alma puede
imaginados
los da.
Flo.
El
alguacil viene ya.
Eri
¿Quieres que huya, o me quede?
Flo
No
importa, quédate aquí.
(Entran Liberto y Pisano)
Lib.
No me
puedo detener,
que
tengo mucho que hacer.
Pis.
¿No os queréis servir de mí?
Lib.
El
haberos visto sobra
y
aquesta famosa casa.
Pis.
¿Aquí estáis vos?, ¿esto pasa?
Flo.
Siempre
me hacéis mala obra
y más agora que andáis
con ese
otro bellacon
que
busca mi perdición.
Eri
¿Quién sois vos?, ¿a quién
buscáis?
Lib.
Yo,
hermano, vengo a buscar
un
famoso delincuente.
Flo
Sospecho
que está presente,
y que no
le habéis de hallar.
Lib.
Lo
postrero puede ser.
Eri
¿Qué ha hecho?
Lib.
Mató el
tirano
a un
Rey.
Eri
¡Y el nombre?
Lib
Es
Floriano.
Eri.
Pues
veis aquí su mujer.
Lib.
Graciosa
loca y hermosa.
Pis.
Es
perfecta por extremo.
Flo.
Hola,
vive Dios que os temo
por esa
gaita golosa,
que en
mi vida os ofendí
más de
lo que agora veis;
pero
creo que traéis
ciertas
bulas contra mí.
Pis.
Este es
un gran estudiante
que de
amor enloqueció.
Flo
Y este un asno que tiró
dos
coces a un elefante.
Pis
Esa otra
es una mujer,
que dice
que la han robado,
y en
aquesta tema ha dado.
Eri
¿Sabeislo
vos, Bachiller?
¿Qué
tenéis que ver en eso?
Si me han robado a traición
con
grillos tengo al ladrón
preso
está.
Flo
Yo soy
el preso.
Lib.
Por mi
vida que es hermosa,
y a
compasión me ha movido.
Eri
¿Qué es
quesi cosa, marido
tres
esposas, y una esposa?
Flo.
Los
trébedes.
Eri
Bien por
Dios.
Flo.
Malo
estaba de acertar.
Eri.
Anda,
bellaco escolar,
yo soy
una y estas dos.
Flo
¿Parécete
que erré poco?
cuyas
son, ¿que no me acuerdo?
Eri
Las dos
son de aqueste cuerdo
y la
una, de este loco.
Pis.
Poco
tiempo estará aquí,
que es
muy principal mujer.
Lib
Bien se
deja conocer.
Flo
Y vos ¿conoceisme a mi?
Lib.
Ni os
conozco, ni aún quisiera.
Flo
Pues a
fe que os importara.
Lib
Tenéis
muy negra la cara.
Flo
Más negro,
a ser blanco, fuera,
vos
seréis gavilán manco.
Lib.
De ser
como soy me alegro.
Flo
¿Sabéis
por qué estoy tan negro?
Porque
no deis en el blanco.
Eri
Amarga
está la librea.
Flo
Soy por
no buscar quartagos
loco de
los Reyes Magos,
y
Embajador de Guinea.
Contra
un Rey no valen postas
Pis
Una
nueva quiero daros,
Elvira.
Eri
Y yo
presentaros
estas
que me están angostas.
Pis
A
nuestro administrador
el
pariente que sabéis
os pide.
Eri
¿Y esa
tenéis
por
buena nueva, hablador?
Pis
¡Sabe
Dios lo que lo siente!
Quien
gustaba de escucharos,
dice que
quiere curaros
en su
casa honradamente.
Eri
Mal año
y mal mes, hermano,
antes
que allá coma y duerma
más me
quiero estar enferma
que
curada de tal mano.
Tiene
aquí tanta virtud
una
cierta voluntad,
que
quiero mi enfermedad
más que
alguno su salud.
Lib
Hora es
que yo me vaya
y antes
que deje a Valencia,
volveré
a vuestra presencia.
Flo
Poco
vale quien desmaya
diz que
traéis un retrato
de
cierto moro de Argel.
Eri
Yo me
holgara harto con él
y de
miedo no lo trato.
Lib
¿Queréislo
ver?
Flo
Sí, por
Dios.
(Enseña
el retrato)
Lib
Pues
veisle aquí descogido.
Flo
Pardiez
que está parecido
aunque
no os parece a vos;
pues yo
conozco a su dueño,
y sé muy
bien donde está.
Lib
Irme
quiero, tarde es ya.
Flo
¿Qué me daréis
si os le enseño?
Pis
Salir
quiero a acompañaros.
Lib
Eso no.
Pis
Dejadme
un poco.
(Vanse
Pisano y Liberto)
Eri
Ahora
digo que estás loco.
Flo
No os
enturbiéis, ojos claros,
que no
hay temer mal suceso
en lugar
que vos estáis,
aunque
el hábito digáis
que
imprima falta de seso.
Eri.
El alma
me has alterado
Flo
Mi bien,
en mí lo he sentido.
como
quien el cuerpo ha sido
donde
agora habéis estado,
que cual
forma sustancial
y yo
materia en que vive,
de quien
con acto recibe
perfección
lo que es mortal,
luego
sentí movimiento
y me
tembló el corazón.
Eri,
Ha sido
en esta ocasión
extraño
tu atrevimiento
pues me
libré de este mal.
Flo
¿Sabes,
mi bien qué quisiera?
Eri
Ya te
entiendo; y si pudiera
no
tuviera gloria igual.
Flo.
Tu
amorosa estimativa
entiende
mis intenciones
de mis
inciertas razones
con
deseo de que viva;
pero yo
te abrazare,
si no
puedes abrazarme.
(Entra
Laida)
Lai.
De aguda
puedo loarme,
¡a qué
buen tiempo bajé!
Suelta
la loca, ladrón.
Eri
Oh,
traidor ¿forzarme a mí?
Lai.
¿Luego él te forzaba?
Eri.
Si.
Flo.
Fuerza
fue del corazón.
Lai
Estudiante
o Satanás
que esto
debiste de ser,
¿qué te
ha hecho esta mujer
que
siempre con ella estás?
Flo
Hame
dado un mojicón
por
medio de las entrañas,
que ha
tenido por hazañas
matar a
un muerto a traición;
y por
Dios que he de vengarme
hasta
que el suyo le vea.
Eri
Ya ha
visto lo que desea
no tiene
ya que buscarme.
Lai
Beltrán,
no la mires tanto,
mírame a
mí
Flo.
Ya te
veo;
pero
llévame el deseo
a que te
dé con un canto.
Lai.
Asirte
tengo la mano
a fe que
no has de ir tras ella.
Eri
¡Oh qué
graciosa doncella
para de
invierno y verano!
Mucho se
os abrasa el pecho,
andáis
en caniculares.
Lai.
¿Que aun en verme no repares?
Eri.
Aun de
burlas es mal hecho.
Quedaos
con Dios, Mandricardo,
que me
saben mal los celos.
Flo.
Cubrir
piensa tales cielos
aqueste
nublado pardo.
¡Oh
pesar de Rodamonte
que a
Doralice me lleva!
Eri
Yo te
cerraré la cueva.
Flo
Cierra y
súbete en el monte.
(Vanse y queda Laida)
Lai.
¿Esto es posible?, ¿hay dolor
que al
que padezco parezca,
que por
un loco padezca
que a
otra loca tiene amor?
Bien sé
yo de qué ha nacido,
que como
juntos están,
del
verse y hablarse harán
hábito
el alma y vestido;
pues,
no, no, que yo pondré
(metiéndome
de por medio)
en su locura
remedio,
y el agravio de mi fe.
No
siento industria mejor
para
poderme quedar
en este
mismo lugar .
sino
seguir su furor;
fingirme
quiero furiosa
y dar en
un frenesí
que si
me dejan aquí
seré
cuerda venturosa.
Ea,
pues, ¿qué me detengo?
(Hacese loca)
Hola,
gente de palacio,
¿cómo
venís tan despacio?
decidle
al Rey que ya, vengo.
Aparta
aquesa carroza,
dadme
vos, Duque, la mano
hágame
viento este enano
que por
mi fe que me goza.
Bueno va
aquesto hasta aquí.
(Entra Fedra)
Fed
Hola, Laida, ¿estás acá?
Lai
Laida,
la Reina dirá.
Fed.
Qué
nuevas traigo, ¡ay de mí!
Lai.
Nuevas,
¿qué nuevas?
Fed
Mortales.
Lai.
¿Hase algún Reino perdido?
¿o flota de las que han ido
a las
Indias Orientales?
Fed,
Mi padre
me envía a llamar
para que
parta a Segorbe,
sin que
remedio lo estorbe,
ni se
pueda replicar.
Recibió
cartas mi tío
de que
la vida le importa
hacer mi
jornada corta.
Lai
Que se
alegre el reino fio
Fed.
¿Qué reino?
Lai.
El que
yo gobierno
como
absoluta señora.
Fed
¿Estás loca?
Lai.
Estoy agora
buscando
a mi madre un yerno.
Fed.
¡Ay Dios, el seso ha perdido!
Lai.
Por eso
el alma ha ganado.
Fed.
Laida,
¿qué hechizo te han dado?
Lai
Por los
ojos le he bebido.
Fed.
Vuelve
en ti.
Lai
Poneos
del lodo.
Fed.
Dichosa
que loca estás,
pues
aquí te quedarás
a gozar
de mi bien todo.
¡Ay de
quien le ha de perder!
Lai.
Hola, dueña, ah, camarera.
Fed.
¡Oh,
quien tan loca estuviera!
¡qué
venturosa mujer!
Lai.
Traedme
un vicaro de agua,
y una
naranja: ¿venís?
Fed.
Ya me
admiran.
Lai.
Dueña,
¿oís?
Fed.
Los
desatinos que fragua
Por mi
fe que estoy movida
a seguir
su. buen ejemplo,
porque
dos cosas contemplo
que
entre ambas me dan la vida;
la una,
que si estoy loca,
aquí me
habré de quedar
donde
podré negociar
lo más
que mi alma toca:
la otra,
que estando así
soy tan
igual a Beltrán
que con
él me casarán
viéndome
por él sin mí;
pues
verán que de este modo
se remedia
mi locura;
ya
comienzo, a Dios cordura,
a Dios
seso, y honra, y todo.
Lai.
Dueña,
¿cómo no venís?
(Hácese loca)
Fed.
¿Qué queréis, Reina y señora?
Lai.
Aguardo
más ha de un hora
un poco
de agua y anís.
Fed
Descuidóse
el maestresala,
y
vertióse el escabeche.
Lai.
Untenle
el pecho con leche
y denle
con una bala.
¿Qué es
aquesto de mi ama
que así
me lleva el humor?
Fed.
Seguir
quiero este furor
que el
amor furor se llama.
Lai.
¿Si me entiende el pensamiento,
y se ha
burlado de mi?
Fed.
Gran
Reina, un paje está aquí,
que os
quiere contar un cuento.
Lai.
Si es
paje de don Beltrán,
decid
que le den licencia.
Fed.
¿Aún
osáis en mi presencia
nombrar
ese ganapan?
Lai
¿No está
luego averiguado
que
Beltrán es cosa mía?
Fed.
¡Qué gentil bellaquería
estando
el otro casado!
Lai
Casado,
¿con quién?
Fed.
Conmigo.
Lai.
¿Contigo?
Fed.
Como lo
cuento.
Lai
¿Y quién
hizo el casamiento?
Fed.
El Papa.
Lai.
Más
papahigo.
Fed
¿Pues
qué pensó la fregona
casarse
ella con Beltrán?
Lai
Ay a la
Reina de Oran
una
dueña quintañona.
Ármense
mis carabelas,
y vayan
por todas partes
tendidos
mis estandartes.
Fed.
Así,
quebraréos las muelas.
Lai.
¿Las muelas a mí una dueña
bastarda
de su linaje?
Hola,
tráigame aquí un, paje
un hacha
de partir leña.
Fed.
Reina
vos, mentís villana.
Lai
Mentís
toma un bofetón.
Fed.
Bofetón
a mí a traición,
esperad,
doña Avellana.
(Asense las dos)
(Entran Gerardo, Administrador
del hospital y Valerio)
Ger
Entrad,
que quiero ver este ruido,
y luego
trataremos más despacio
a lo que
habéis venido.
Val.
Llegad
presto,
que una
loca maltrata vuestra bija.
Ger.
Sobrina,
¿qué es aquesto? Suelta, aparta,
¿a qué
bajaste aquí? Porteros, hola,
recoged
esta loca, y si es furiosa
¿por qué
razón la sacan de su cárcel?
Lai.
¿Ya no me conocéis, hermano viejo?
Ger.
Laida
¿eres tú?
Lai.
Yo soy.
Fed.
Y la
bellaca
sabéis
que está diciendo que es la Reina
y que
ella con Beltrán está casada,
siendo,
como lo sabe Dios y el mundo,
ese
pícaro mi marido.
Ger.
Oh
cielos,
¿qué
dices, Fedra?
Val
Vive
Dios, Gerardo,
que
están entre ambas locas sin juicio.
Ger.
Valgame
Dios, ¿y qué habrá sido aquesto?
¿si les
dieron por dicha algún hechizo?
Fed.
No es
hechizo el amor, sino hechicero,
el
hechizo es la gracia y hermosura
y si
queréis saber el que me han dado,
mirad el
talle de Beltrán y luego
me
juzgaréis por loca venturosa.
Lai
A mí
también me ha dado ese hombre hechizos;
si lo
queréis saber, miradme el pecho
que de
abrasado está ceniza hecho.
Ger.
Por
Dios, amigo Valerio,
que
tiene aquesta desgracia
otra
razón y misterio.
Lai.
Yo soy
la Reina de Tracia,
aunque
tengo aquí mi Imperio,
Val
De
manera estoy suspenso,
que
pienso que esto es hechizo.
Ger.
¡Ay de mí!, lo mismo pienso;
aunque
si el amor lo hizo,
sabed
que es hechizo intenso.
En mal
punto me trajisteis
a esta
casa ese Beltrán.
Val.
¿Tan
presto su amor hicisteis?
Ger.
¿No veis
del talle que están?
Fed.
Bailemos,
que estamos tristes.
Ger.
Creciendo
va su porfía.
(Bailan)
Lai.
Deligo,
deligo, deligo.
Ger.
¿Qué es esto, sobrina mía?
Fed.
¿Que deligo de candeligo?
Gel.
¡Oh que extraña fantasía!
Hija, ¿quién
te ha puesto así?
Fed.
Beltrán,
Beltrán ¿no lo entiende?
Ger
¡Beltrán
es, triste de mí!
Val,
¿Que
un loco este fuego enciende?
Ger
¿Sobrina?
Fed
Quiquiriqui.
Val.
Por mejor tengo encerralla
antes que nadie la vea,
que el castigo ha de curalla.
Ger
Yo haré
que bastante sea
a
curalla o acaballa,
y pondré
a Beltrán de suerte
que
tenga en su desventura
por mas
contento la muerte.
Val
A tener
Beltrán cordura
fuera
justo, pero advierte.
Ger.
¿Qué no
tengo que advertir,
él ha
sido la ocasión
no
acabáis ya de venir?
Fed.
Si le
ponéis en prisión,
a fe que
me he de morir.
(Entran
Pisano, Martín y Tomás)
Pis.
¿Qué es, señor, lo que se ofrece
que
tanta prisa nos das?
Ger.
Esto que
el alma entristece.
Pis.
Señora
Fedra, ¿aquí estás?
Fed.
Aquí
estoy, ¿qué le parece?
Tom
¿Hales dado la locura?
Lai.
Pregúnteselo
a Beltrán.
Ger.
Yo las
pondré presto en cura.
Mar.
¿Laida?
Lai.
¿Qué
quiere el rufián?
Pis.
¡Qué incierta es nuestra cordura!
¿cómo fue aquesto, señor?
Ger.
Ay,
amigo, que no sé,
ellas
dicen que es amor.
Pis
Pues yo
se le quitaré.
Ger.
En tu
mano está mi honor.
Pis.
Ea,
asidlas.
Tom.
Esta
queda.
Fed.
Llegad, perro y llevarás.
Mar,
No hay
quien llevárselas pueda.
Ger.
Tenla
bien fuerte, Tomás;
no hay
dolor que aqueste exceda.
Val.
¿Cuando
me daréis mi loca?
Ger.
En
encerrando esta gente:
lo que a
quererla os provoca
trataremos
largamente.
Fed.,
Suéltame.
Mar.
Calla la
boca.
Fed.
Digo que
es Beltrán mi esposo.
Lai.
Mentís,
que yo soy su esposa.
Val.
Digo que
es cuento donoso.
Ger.
No hay
cosa más lastimosa,
que es
un amante furioso.
ACTO TERCERO.
(Entran Gerardo, Administrador y
Verino Médico)
Ver.
También es de peligro que no coma:
haced, Gerardo con regalo, o fuerza,
que reciba el sustento necesario.
Ger.
Desde que dio, Verino, en su locura,
porque a Beltrán le quiten que no vea,
no ha querido comer, ni bastan ruegos.
Ver.
Así parece que el color del rostro,
que es lo que acá llamamos atrofia,
por falta de sustento muestra pálido:
descaece el estómago por hambre ,
y enfriase de forma; que se siente
del cuerpo en todas las extremas partes,
daréisla a
oler un poco de vinagre,
o algún caliente pan, que es gran remedio
o bañaréisla todos los extremos.
Ger.
También ha dado en tal melancolía,
viéndose presa, que su vida temo.
Ver.
Un poco la sentí de calentura,
viene también de humores melancólicos;
aqueste mal se llama catalepsis,
con el furor, y frenesí partícipe;
aunque más propiamente los antiguos
llamaron este mal de vuestra Fedra
erotes, que es un género de tristes
que solo del amor están enfermos
el frenesí conturba los sentidos,
levanta en ellos furia, y fiera cólera,
hácese, cuando acaso el que le tiene
percibe dentro en si vanas imágenes.
Ger
Esas deben de ser las que han podido
perdella por amores de este loco.
Ver.
Del frenesís escribe Posidonio ,
que es hinchazón de las membranas cerca
de la cabeza, con calor tan vivo
de fiebre aguda que enajena el seso,
pudiéranse aplicar muchos remedios;
pero si vos queréis que yo no os canse,
vuestra sobrina morirá sin duda
si le quitáis la vista de este loco.
Ger.
Pues qué tengo de hacer para juntallos?
Ver.
Subirle donde está, y entretenella
con decir que muy presto haréis las bodas,
pues esta fue la tema de su furia,
porque sabed, que la mujer al hombre
como la forma a la materia quiere.
Ger.
Mil veces
he pensado, por volvella
a su primer sentido, contentalla
con fingir que la caso con el loco.
Ver.
Ese es discreto, y único remedio,
sin revolver Galenos, ni Avicenas;
nunca encerréis al loco melancólico,
sino sacadle a ver gustos y fiestas,
y dadle
vino, si beberlo quiere,
que desbarata mucho aquellas sombras
los humos densos y vapores crasos,
que en efecto es humor árido y frio.
Hoy día de los Santos Inocentes
hace fiesta Valencia en esta casa,
que se llama porrate en nuestra lengua,
sacadla a un corredor, a cuna ventana,
vea la gente, alégrese, entreténgase;
y si os
parece, aquesta misma tarde
se finja el desposorio con el loco,
que por dicha la fuerza de este gusto
la volverá como primero estaba.
Ger.
En todo he de seguir vuestro consejo
mas esperad, que está en el cuento el lobo.
Ver.
¿De qué
manera es eso?
Ger.
Beltrán viene.
(Entra Floriano)
Flo.
Por Dios de no salir aunque me maten,
y que sobre eso perderé la vida.
Ger.
Beltrán, ¿qué es eso?
Flo.
Quieren que esta tarde
al patio salga con los otros locos,
como si fuese yo loco como ellos ;
yo soy muy cuerdo, y tengo más sentido
que vos, ni vos, ni cuantos hay en casa,
y no quiero salir donde me vean.
Ger.
Tiene mucha razón; hola, dejadle
hartos habrá que pidan la limosna;
no le llevéis por fuerza, si él no quiere.
Flo.
¿Quién es este buen hombre?
Ver.
¿Ya te olvidas, Beltrán, de los amigos?
Flo.
¿Quién,
quién, por vida mía?
Ver.
Soy el Médico,
Flo.
Oh, Señor Licenciado, y cuanto huelgo
de ver su reverendo personaje,
que soy amigo de hombres virtuosos,
y que sepan el alma de las cosas
pero no que me entiendan la del pecho.
Ver.
¿Tú sabes
lo que es alma?
Flo.
Sé que es alma
acto primero, y perfección del cuerpo.
Ver.
¿Y sabes
qué es tener pasión en ella?
Flo.
Y como si
lo he visto en mis trabajos,
y aun tengo un alma yo dentro en la mía,
por quien me faltan de pasar algunos.
Ver.
¿Alma en
tu alma?
Flo.
Alma dentro el alma.
Ver.
¿Sabes tú en qué lugar el alma vive?
Flo.
Dentro en el corazón dicen a algunos,
siguiendo al Sabio en los proverbios.
Ver.
¿Cómo?
Flo.
Guarda tu corazón dice, y advierte,
que del mismo procede lo que es vida;
mas los médicos grandes, y filósofos,
cual vos lo sois, la han puesto en el cerebro
de donde todos los sentidos salen
y proceden del alma las acciones;
esta fuerza se vierte por el cuerpo
vivificando con calor los miembros.
Ger.
¿Acierta en lo que dice?
Ver.
Y cómo
acierta;
sin duda que éste fue gran estudiante
que aún habla cuerdamente estando loco.
¿Beltran?
Flo.
¿Señor?
Ver,
Pues vos sabéis qué es alma,
y en ella habéis dolores padecido,
y por ventura son por esa misma,
que en la vuestra decís que agora vive,
en vuestras manos vive su remedio.
Flo.
¿Pues qué
ha tenido?
Ver.
Está la pobre Fedra
loca por vos, frenética y furiosa,
y morirá sino os casáis con ella.
Gerardo y yo lo habemos concertado,
por eso estad a punto, que esta tarde
pienso que se ha de hacer el desposorio.
Flo.
¿De veras,
o de burlas?
Ver.
¿Qué
diremos?
Ger.
Decid que burlas.
Ver.
Burlas será todo,
que no queremos más de que se alegre.
Flo.
Pues id, que yo me siento cuerdo un poco,
y pienso hacer muy bien el desposado.
Ger.
Yo tengo para mí, según es sabio,
que habemos de salir con nuestro intento.
Beltrán, quedaos aquí, que siendo tiempo
yo os enviaré a avisar: vamos, Verino.
Flo
Aquí estaré para serviros.
Ver.
Vamos
porque lo necesario prevengamos,
(Vanse.
Queda Floriano)
Flo.
Hoy es el día que temo
ser de alguno conocido,
por la gente que ha venido
a verme por grande extremo.
Quitaronnos las prisiones
que es día de libertad,
en que toda la ciudad
hace aquí sus estaciones;
pero por esta razón
hoy dobladas las tomara,
y encerrado
asegurará
el miedo del corazón
aunque agravio a mi fortuna,
que está tanto en mi favor,
que es poca fe mi temor,
si temo desdicha alguna.
(Entra Erifila)
Eri
En tu busca andaba ya
para darte el parabién
aunque el pésame me den
de bien que tan mal me está.
Mil años a Fedra goces.
loco bienaventurado.
Flo
Aun de burlas me has picado.
Eri.
De burlas, mal me conoces.
Esto mal se pudo hacer,
sin dar tu consentimiento.
Flo.
Ya digo que en burlas siento
nombrarme aquesa mujer
No te finjas muy sentida
de lo que ser burla sabes.
Eri.
Nunca yo en cosas tan graves
me burlé en toda mi vida.
¿Casado estás?
Flo.
¿Yo
casado?
¿qué dices?
Eri.
Así se dice.
Flo.
Pues, ¿cómo si no lo hice?
Eri.
Basta que esté concertado.
Flo.
Ese concierto es verdad;
mas es para entretenella,
porque ha dado en decir ella
que me tiene voluntad;
y dice que con esta burla,
sanará del frenesí.
Eri.
Que no burlas para mi,
que nunca el alma se burla.
Flo.
Mi bien, si es de otra manera
el concierto que se ha hecho l
en tu lugar en mi pecho
entre a vivir una fiera.
Maldiga amor mis venturas,
truéquese en guerra mi paz,
y lleve el
viento en agraz
mis esperanzas seguras,
Seas un sol para mi,
que no te miren mis ojos,
y una tempestad de enojos
que me divida de ti.
¿Tal habías de creer
de este tu sujeto esclavo?
Eri
Agora de creer acabo
que ya es Fedra tu mujer,
que quien da satisfacción,
y con tantas
veras viene,
es gran señal que no tiene
inocente el corazón.
Si por burla lo tuvieras,
mucho menos lo juraras,
y pues en ello reparas,
no son burlas, sino veras.
Mas yo ¿qué te pido a ti?
¿qué me debes o te debo?
¿qué te dejo o qué me llevo,
si hoy te dejo, ayer te vi?
¿De qué padres me sacaste,
de qué tierra me trajiste,
qué servicios me hiciste,
cuándo o cómo me engañaste?
Muéstrame acaso un papel,
o alguno tuyo me pide,
¿quién nos junta o nos divide?
¿por qué te llamo cruel?
¿por qué te vedo el casarte?
Agora sin duda creo,
que no sin culpa me veo
en ésta furiosa parte.
Desde aquí digo, Floriano,
que alzo la mano de ti.
Flo
Pues póngala el cielo en mí,
si alzares de mí tu mano.
Es verdad que ha pocos días
que nuestro amor comenzó;
pero el alma ya te vio
por sombras y profecías.
Muchos años que se ven
se hablan dos sin voluntad,
y en un día de amistad
se suelen dos querer bien.
Si fueron nuestras estrellas
las que nuestro amor conforman,
¿qué mucho que en lo que forman
nos parezcamos a ellas?
Si en dos días de deseo
mil años y mas se ven,
mil años te quiero bien
mil años ha que te veo.
Lo que no hace una vista
muy tarde el tiempo lo hace.
Eri.
Muy poco me satisface
que te me hagas sofista.
No me conquistes con ciencia,
conquístame con amor,
que un inocente es mejor,
que toda vana elocuencia.
Flo.
Si es así, grande es el mío,
vuelve amores ese cielo,
que tengo él alma de hielo,
y en el pecho el fuego frío.
Como te me has enojado,
de manera mortificas
la parte que vivificas,
que estoy como muerto helado.
Alza esas manos hermosas
a los brazos de tu esposo,
pues que ya el cielo piadoso
te ha quitado las esposas.
Vuelve, mi regalo y bien,
a confirmarme en tu gracia.
Eri
Mal conoces mi desgracia,
como nuevo en mi desdén.
¿Yo manos a ti?
Flo.
Sin falta
que de crueldad lo arguyo.
Eri.
Aparta,
Flo.
Ah, mi bien.
Eri.
¿Yo tuyo?
Flo.
Dentro del alma me salta.
Eri.
Busca las manos de Fedra.
Flo.
Las tuyas solas adoro,
¿ves por ventura que lloro?
Eri.
No lo veo que soy piedra.
Flo.
¿Mataréme?
Eri.
¿Qué me
importa?
Flo.
¿Eso dices ?
Eri.
¿Eso haces?
Flo.
Si de eso te satisfaces
cortaréme el cuello.
Eri.
Corta
para que muera la lengua
en que se formó tal sí.
Flo.
Yo sí, mi bien, contra ti
mira que hablas en tu mengua.
Eri.
Hazte allá que viene gente.
Flo.
Este es aquel mi enemigo.
(Entra Valerio)
Val.
Yo traigo
gente conmigo
con que irá bastantemente
Flo.
Sin duda viene por ti.
Eri.
Pluguiese a Dios.
Flo.
¿Y te irás?
Eri.
Bueno, agora lo verás.
Val.
En busca vengo de ti.
Eri.
¿Sois vos
el embajador
de mi tío el Preste Juan?
Val.
¿Cómo os
va, amigo Beltrán?
Flo.
Pardiez, hermano, peor.
Val.
¿No sabéis
como saqué,
licencia para sacar
a Elvira de este lugar?
Eri.
A fe que albricias os dé.
Flo.
Dios sabe si yo me he holgado.
Val.
Quiero en mi casa curalla.
Flo.
En fin, ¿qué pensáis llevalla?
Val.
En esta locura he dado,
que en efecto es mi parienta
y no es bien dejarla así,
gente y silla traigo aquí.
Eri.
Por mi fe que voy contenta.
Sacadme, sacadme luego,
que no quiero estar a ver
una fiesta que han de hacer,
que es fiesta con mucho fuego.
Val.
¿No iréis
vos conmigo, Elvira?
Eri.
Y como si
dello gusto,
sois galán, vestís al justo,
y pierdo con vos la ira,
que a fe que estaba enojada;
mas pues buen talle tenéis,
vos me desenojaréis.
Flo.
¡Cuál es la
mujer airada!
Eri.
Esta tarde había de haber
por acá unos desposados,
y celos averiguados
son malos de padecer.
Un ojo quieren quebrarme;
mas yo les quebraré dos,
que tengo bríos, por Dios,
para matar y matarme.
Flo.
Elvira , si acaso gustas
de salir de la prisión,
¿por qué tomas ocasión
de lo que no te disgustas?
Si esto te parece bien,
no trates a nadie mal,
que aquí queda el hospital
por siempre jamás amen.
Eri.
Ea, pues, ¿no vamos?
Val.
Vamos,
que a la puerta está la silla.
Flo.
Quiero callar y sufrilla,
para que no nos perdamos,
que apenas habrá salido,
cuando luego se arrepienta;
en fin ¿te vas ?
Eri
Y contenta.
Flo.
Yo quedo triste, y dolido;
y pues mas no puede ser,
váyanse los que se han de ir,
que si habemos de morir,
tiempo habremos menester.
Val.
A Dios, amigo Beltrán,
que me importa sacar esta,
después vendré a vuestra fiesta
Eri
Queda con Dios, ganapán.
Decidle a la desposada,
que no se me da un quatrin.
Flo.
A falta de un Serafín,
no es muy mala una empanada.
Eri.
Ella no es Fedra, pues basta,
que algún alnado tendréis.
Flo.
Vos os arrepentiréis,
señora doña canasta.
(Entrando y saliendo sea esta baya)
Eri.
Anda, bellaco goloso,
que te han cogido por hambre.
Flo.
Calla vos, galgo fiambre,
que os escapáis de medroso.
Eri.
Dadle allá mis besamanos
a vuestra doña coneja.
(Vanse, queda Floriano solo)
Flo.
Idos con Dios, mansa oveja,
que vais en poder de alanos.
Por el miedo de la vida
he gustado de callar,
y ver en que ha de parar
esta loca arrepentida,
que según me tuvo amor
efectos son de sus celos
estos miedos y recelos,
que no hay amor sin temor.
No me quise descubrir
porque agradar a Valerio
es la fuerza del misterio
en que tengo de vivir.
Soledad me hace mi loca,
pero ella volverá presto,
que en el alma se me ha puesto,
que es amor quien la provoca.
No quiero hacer sentimiento,
hasta ver si se declara,
sino ver en lo que para
el fingido casamiento.
(Vase, entra Pisano con un
azote, y todos los locos delante, que serán Laida, Tomás, y Martín, Belardo, Mordacho
y Calandrio, Portugués)
Pis.
Pasen delante y pónganse por orden,
sin hacer, ni decir cosa que enfade,
porque alegren la gente que los vea,
y den liberalmente la limosna.
Tom.
¿No sabe
qué ha de hacer? Estarse quedo,
y llevar el azote poco a poco.
Mar
¿Hay quien nos dé limosna, hay quien nos haga
alguna caridad a aquestos pobres?
Bel.
¿Hay quien
les dé limosna a aquestos
locos?
Mord.
Ut sol fa, sol re mi sol fa re ut.
Calan.
Eu teñho ja determinado en tudo,
que rniña dama faje con seu pay,
e que se faça
o desposorio aynda
porque me morro e tudo me disfaço.
Bel.
Ese verso es tomado del Petrarca,
y corresponde muito con Ovidio.
Lai.
Todo fue comenzar esta locura,
que apenas juraría que estoy cuerda,
tanto puede en las cosas la costumbre
Mord.
La música es divina concordancia
de este mundo inferior y del angélico
todo cuanto hay en todo, todo es música,
música el hombre, el cielo, el sol, la luna,
los planetas, los signos, las estrellas,
música la hermosura de las cosas,
vt sol fa, sol re mi fa , sol re ut.
Calan.
¿Vistes por
aventura aquí la nave,
que en Portugal chamaron cagafogo ,
que arrojaba os piloiros por o vento ?
pois tal mi corazón ternos suspiros,
del fogo con que amor mi alma enciende.
Bel.
Dos cosas, o dos partes propiamente
ha de tener la poesía, y estas
dicen que son dulzura con provecho:
por eso Cicerón nos aconseja,
que la oración no solo sea dulce,
pero que tenga utilidad, que importa.
Lai.
Hermosos son de mi Beltrán los ojos
graciosa boca y apacible lengua,
dichosa el alma que de oírla goza.
Tom.
¿No hay quien nos dé limosna a aquestos pobres?
(Entra un Caballero de
camino ,y Leonato por criado)
Caba.
De las cosas, Leonato , más notables,
que en aquesta ciudad insigne he visto,
después que ando por ella rebozado,
es aqueste hospital, obra famosa
entre las más que aqueste nombre tienen,
que aunque el de Zaragoza lo sea tanto,
que pienso que con él competir puede
este puede a su lado alzar la frente,
por una de las siete maravillas,
que la piedad en este mundo ha hecho.
Leo.
Es obra digna de Ciudad tan bella
y, sin habella visto me pesara
de haber dejado sus labrados muros
fuera de que la dama que te he dicho,
dicen que en esta casa estaba loca,
y de vella en extremo me holgaría.
Caba.
Déjame ver despacio aquestos locos.
Pis.
Ha, señor gentilhombre.
Leo.
¿Mandáis
algo?
Pis.
Saber quién es aqueste Caballero.
Leo.
No lo sabré decir, aunque le sirvo,
porque ha dos días y no mas, que estando
en el Aseo ocioso entre otros mozos
me habló, y llevó consigo a su posada;
dice que es de Aragón, y no otra cosa;
mas bien se ve que es noble en su presencia
fuera de que en su trato lo conozco,
que yo, corno lo veis, soy Castellano.
Pis.
Pedirle quiero, si mandáis, limosna.
Leo.
Acertaréis que es pródigo en extremo.
Pis.
Mandadnos dar, o ilustre Caballero,
alguna cosa para aquestos pobres.
Caba.
Estos, amigo, agora están templados.
Pis.
Algunos dellos suelen ser furiosos,
que agora con el tiempo están tratables.
Caba.
¿Quién es
aqueste?
Pis.
Aqueste es un gran músico ,
cuyo nombre es Mordacho, aunque fingido,
que el que tuvo en su seso fue Lisandro.
Caba.
Y este ¿quién es?
Pis.
Belardo fue su nombre ,
escribe versos, y es del mundo fábula
con los varios sucesos de su vida
aunque algunos le miran, que merecen
este mismo lugar con mejor título:
aquesta es Laida, una criada pobre.
del Administrador, perdió el juicio,
por un Beltrán que aquí también le falta;
este, y aquel están ya reducidos,
aunque les falta alguna vez el seso.
Caba.
¿Y este
mancebo?
Pis.
Es Portugués famoso
que enamorado de una gran señora
perdió en Coimbra el seso, y por el mundo
cual otro Orlando, fue peregrinando,
paró en este lugar, y está más cuerdo.
Caba.
Gracias a Dios, y dénselas mil veces
aquellos que de aqueste mal escapan.
Belar.
Pocos por esa parte se las dieran,
aunque de todo es bien darle infinitas.
Caba.
¿Por qué,
Belardo?
Belar.
Porque en este tiempo
no me daréis un hombre tan perfecto,
que no haya hecho alguna gran locura,
y vos podéis
juzgar por vuestro pecho
lo que conozco yo por vuestra frente.
Caba.
¡Jesus!, ¿es
este hombre quiromántico?
Pis.
Fue muy buen estudiante, como dicen
y no mal matemático y astrólogo.
Lai.
¡Que esté
Beltrán agora descuidado
de que por él estoy en este punto!
Calan.
Coimbra me matou , é deu vida,
o montes de Coimbra fermoseados
de la inmortal belleza de aquel corpo,
en quien vive un espíritu tan grave.
Mord.
Ningún mote te iguala a la Susana,
digan lo que dijeren , cuantos cantan.
Caba.
Extraños son los temas que han tomado.
Pis.
Veos tan
inclinado a gustar dellos ,
que si queréis gozar aquesta tarde
del acto más curioso que habéis visto,
os llevaré donde podáis gozarle.
Caba.
Serame de grandísimo regalo,
y enseñadme la casa muy despacio,
que de limosna os mando veinte escudos.
Pis.
Pagueos el cielo
caridad tan grande.
Sabed, Señor, que un noble Caballero
que es Administrador en esta casa,
trajo con su mujer una sobrina,
extremo de cordura y de belleza,
y ésta se enamoró de tal manera
de un loco de esta casa, que hoy ha estado
cerca de dar el alma a quien la hizo :
por consejo del Médico se hace
de burlas de los dos el desposorio,
porque como ella ha dado en esta tema,
con esta industria piensan aplacalla ,
será cosa de ver y nunca vista.
Caba.
Por Dios que me habéis hecho un grande gusto;
vamos, y recoged a los amigos,
que yo daré lo prometido.
Pis.
Vamos,
que vuestra caridad suple por todo:
Ea, señores, entren sin ruido
porque andará el azote, si le hacen.
Lai.
A ver voy a Beltrán: hola, escuderos,
guiad esa carroza hacia palacio.
Calan.
Deoji perdiante, hermosa Lisida
por vaso amor conquistarán mis maos
toda la India, é costa de Guinea.
Mord
No vale todo
el tono una semínima.
Tom.
Todo este mundo es locos.
Mar.
Y encubiertos.
Belar.
Oh Musas, Musas, ¿quién os hizo nueve,
si más de nueve mil son los Poetas?
Más no os pese, que son los buenos pocos,
y los que
escriben mal, necios, o locos.
(Entranse, y salen el Administrador
y el Médico)
Ger.
De suerte, señor Doctor,
ha sido vuestro consejo,
que alegre y contenta dejo
a nuestra enferma de amor.
Apenas del casamiento
mi voluntad entendió,
cuando habló, comió, y bebió
con excesivo contento.
Ver.
El ver su tema cumplida,
que fue con Beltrán casalla
ha sido resucitalla
y darle
segunda vida.
Con yerbas, Ovidio dice,
que el amor es medicable,
y así lo más saludable
fue el remedio que le hice.
Muy poco entiende Galeno
de curar la voluntad,
porque es una enfermedad
que se cura con veneno;
que aunque le solemos dar
con otras cosas templado,
aquí se ha de dar mezclado
en muerte que ha de sanar.
Ger.
¿Y de Laida,
mi criada
no hay esperanza de bien?
Ver.
Pondréla en cura también
después de Fedra curada.
Hacedla luego llamar.
Ger.
Y póngase esto en efecto;
ya mandé, que de secreto
la hiciesen aquí bajar.
Ver.
¿Es esta
que viene?
Pis.
Entrad,
(Entran Pisano y Fedra)
y estad con mucho cuidado,
porque entienda el desposado,
que le tenéis voluntad.
Fed.
Y Beltrán ¿adónde está?
Ger.
Hija, agora le traeremos.
Fed.
¿Luego
aquí nos casaremos?
Ger.
El Cura aguardamos ya,
Pis.
Un hidalgo Aragonés,
que veinte escudos ha dado
de limosna, me ha rogado,
señor, si tu gusto es,
le dejes ver esta fiesta.
Ger.
Entre quien quisiere a vella,
que no es cosa de importancia.
Fed.
Si yo hago esta ganancia,
yo os daré barato della.
Ger.
Pues, hija, sosiega un poco,
y de quien eres te acuerda.
Fed.
¿Cómo
puedo yo estar cuerda
mientras me falta mi loco?
Ger.
¿Pues
después de estar casada
no piensas volver en tí?
Fed.
Digo, que sí, sí, sí, sí,
que este mi mal todo es nada.
Alborotóse la mar
con un poco de tormenta,
y mi nave anduvo atenta
solo a poderse salvar.
Vio desde lejos el puerto
y hasta
llegar no paró;
todas
las jarcias perdió,
y hasta
el casco quedó abierto.
Ger.
Eso creo
yo que están,
hija,
los que vos tenéis.
Fed.
¿Cómo
aquí, no me traéis
al buen
viejo don Beltrán?
(Entra el Caballero, Leonato y
Pisano)
Caba.
Con
vuestra licencia en fin
a ver
esta fiesta vengo.
Ger.
Por
grande merced lo tengo.
Fed.
¿Quién
es aqueste rocín?
Ger.
Hola,
haced que sillas saquen,
o bancos,
porque no ocupen
y haced,
que se desocupen
cuantos
hoy la furia aplaquen
que no
hay boda, sino hay gente.
Fed.
Pardiez que
tenéis razón:
hola,
haced dar un pregón
desde
oriente hasta poniente;
que si
es de los doce Pares
don
Beltrán, como decís,
llegue
la nueva a París,
con
botones y alamares
su
hermano es el Rey Pepino
y Calainos
su madre,
y
Lanzarote su padre
cuando
de Bretaña vino.
(Traen bancos)
Pis.
Ya están
aquí los asientos.
Ger.
Siéntese
vuesa merced.
Caba.
Aquí
basta.
Ger.
Hola,
traed sillas
Caba.
Cesen
cumplimientos.
Fed.
¿Y yo no
me he de sentar?
Hola, tráiganme
un estrado.
Ver.
Id vos
por el desposado.
Pis.
Pues yo
le voy a llamar.
Fed.
Oh,
buena Pascua os dé Dios,
que os
vais doliendo de mí.
Ger.
Daisme
la palabra aquí
que habéis
de volver en vos?
Fed.
Si yo me
veo casada,
luego
cesará el enredo;
sabed
que tengo miedo,
que toda
esta fiesta es nada.
Pero
guardaos de engañarme,
y de aquesta
burla hacerme
que a fe
que habéis de perderme,
por
donde pensáis ganarme.
Ger.
¿Tú no ves
que es desatino
presumir que yo te engaño?
Fed.
Yo sé que os pesa mi daño;
mas decid, ¿qué es del padrino?
Ver.
Dad, señor, licencia vos
a ese hidalgo vuestro paje.
Caba.
A la boda hacéis ultraje,
que yo lo seré por Dios.
Ver.
No, no, basta que él lo sea.
Caba.
Hola, ¿Leonato?
Leo.
¿Señor?
Caba.
Ya eres padrino.
Leo.
He temor
de vestirme la librea,
porque es un mal pegajoso,
y entre
locos no hay cordura,
aunque tan bella locura
me tiene el seso envidioso.
Fed.
¿Quién
sois vos, que sois padrino?
Leo.
Un hidalgo Toledano.
Fed.
¿Estáis de
los cascos sano?
Leo.
Blando estoy con el camino,
pero bien puedo servir.
Fed.
Tocad, que
sois hombre honrado.
Ver.
Aquí viene el desposado.
Ger.
Salgámosle a recibir.
Salgan de dos en dos los
locos, Martín y Tomás, Be/ardo y Calandrio,
Laida y Mordacho y detras Pisano
con Floriano de la mano vestido de desposado lo mas gracioso que pueda.
Ger.
Siéntense los dos aquí,
y Laida
será madrina,
Lai.
¿Madrina
me hacéis a mí?
volveréme a la cocina,
por el día en que nací;
baste que sufra los cuernos,
sin padecer dos infiernos,
en penar y consentir.
Ver.
Detente.
Lai.
Quiérome ir
que tengo los ojos tiernos,
Ger.
No, no, hija, por mi vida,
yo buscaré quien lo sea,
Fed.
¿Han visto
la relamida?
Lai.
Callad vos, cabra Amaltea,
la de la barba fingida,
que a fe que si agora os dan
al bellaco de Beltrán
que mañana no sea vuestro,
Fed.
Hareos echar un
cabestro,
Marquesa de Mariñan.
Flo.
Callad y tener respeto
a vuestro marido, loca.
Fed.
¿No he de
hablar?
Flo.
¿Vos a qué efecto?
coseos luego la boca
con un poco de hilo prieto.
Fed.
¿Son esos
vuestros regalos?
Bel.
No gruñáis que os hacéis viejo.
Flo.
¿Estos os
parecen malos?
Fed.
¿Queréis
callar, perotejo?
Flo.
¿Que
calle? Daréos mil palos.
Fed.
Pues cómo ¿a vuestra mujer?
Flo.
¿Vos lo
habíais de ser?
Fed.
Luego, ¿no está averiguado?
Flo.
Como no está deseado,
sabed que hay mucho que hacer.
Ger.
Ea, dejad disparates.
Flo.
Antes de aqueso no trates,
porque verdades diremos.
Mord.
¿Queréis que nos
soseguemos,
que parecemos orates?
Ver.
Muy bien ha dicho Mordacho.
Calan.
¿Vos queréis que folixemos ,
pois que contento me acho?
Mord.
Pardiez, Calandrio , bailemos
si quiere aqueste Gabacho.
Ger.
Antes yo mismo os lo ruego,
mandad que nos toquen luego,
y ayudáranos
Belardo.
Bel.
De pesado me acobardo,
pero no diréis que os niego.
(Hacen estos una máscara
de locos, y entranse en acabando; salen Erifila y Valerio, de los locos no queda más que
Laida)
Val.
Que en efecto ¿has porfiado,
hasta que has llegado aquí?
Eri.
No vengo huyendo de ti ,
sino a buscar mi cuidado.
Ger.
¿Qué es
cierto?
Val.
Esta loca es,
que como si fuera brasa
vuelve huyendo de mi casa,
llegando al umbral los pies.
Ger.
Elvira, ¿cómo te vienes?
¿del remedio huyendo sales?
Eri.
Porque allá esteban mis males
y dejaba acá mis bienes.
Pensé poderlo sufrir,
y un gran engaño pensé,
que con solo que llegué,
llegué a punto de morir.
Val.
No me ha bastado razón
y al fin tras ella me vengo.
Eri.
¿No veis que razón no tengo,
sino locura, y pasión?
Este es efecto de celos,
que la paz de
amor destierra,
porque no han dado a la tierra
mayor castigo los cielos.
No tengáis de mí esperanza,
que por Beltrán me perdí.
Leo.
Jesús, ¿Erifila aquí?
¿hay tan extraña mudanza?
Val.
¿Por
Beltrán?, sin duda alguna,
que este loco es hechicero.
Flo.
No os enojéis compañero,
pues que no hay razón ninguna,
que yo, ¿qué ofensa os he hecho?
Eri
Y dime,
¿estás ya casado?
Flo.
Sí, Elvira,
¿no ves al lado
el alma de aqueste pecho?
Eri.
¿Que te
has casado, traidor?
Flo.
Caséme, como te fuiste,
y porque me aborreciste,
teniendo a Valerio amor.
Con quien desde aquí te digo,
que te vuelvas, porque es justo ,
que a tus parientes des gusto.
Eri.
¿Qué te
has casado, enemigo?
Flo.
Ella piensa que es de veras.
Eri.
Que ya, traidor fementido,
¿para siempre te he perdido?
Perro, yo te haré que mueras.
No piense que ha de gozarte
nadie, pues yo te perdí.
Flo.
Cosa que esta diga aquí
mi historia parte por parte.
Eri.
Piensas, traidor Floriano,
con ese sayo fingido...
Flo.
Vive Dios que soy perdido;
tá , tá.
Eri.
Desvía la mano.
Haciéndote falso loco
encubrir de aquesta suerte
del gran Reynero la muerte?
Ger.
¿De Reynero?
espera un poco.
Traidor, ¿tú eres Floriano
el que mataste a Reynero?
Flo.
Callad, que es loca: yo muero
desta vez, ¡oh amor tirano!
mal haya el que su secreto
descubre a mujer ninguna.
Ger.
Gran bien me dio la fortuna
las albricias te prometo.
Asidle todos muy bien.
Pis.
¿Oh traidor, con este engaño
quieres remediar tu daño
y que la muerte nos den?
Ger.
Yo de Valerio me quejo,
que ha sido quien me engañó.
Val.
Ser su amigo me forzó
a darle ayuda y consejo.
Caba.
Si no ha hecho más delito
que dar a Reynero muerte
soltadle.
Ger.
¿Pues de qué suerte?
Caba.
¿Oh, cielo
santo y bendito,
cuántas maravillas son
las que salen de tu mano?
¿conócesme, Floriano?
Flo.
¿Es sombra
o es ilusión?
Caba.
Yo soy, no te cause espanto.
Flo.
Príncipe, ¿qué no eres muerto?
Val.
¿Es Reynero?
Cab.
El mismo.
Val
¿Cierto?
Cab.
Yo soy, no te admires tanto.
Val.
Pues, señor, ¿no te mató
Floriano?
Cab.
No, pues vivo.
Flo.
De ti la vida recibo
que tu muerte me quitó.
Pero dime ¿de qué suerte
fue suceso tan extraño?
Caba.
Mi muerte ha sido un engaño.
Flo.
¿Engaño,
pues cómo?
Caba.
Advierte:
Amando a la hermosa Celia,
a quien tú también amaste,
de Aragón corona y gloria,
por hermosura y linaje.
Después de las muchas fiestas,
que hice en su misma calle,
torneos de a pie famosos,
de galas y de plumajes
sortijas llenas de cifras
con invenciones iguales ,
en que las letras decían
lo más que las almas saben.
Muchos toros en que hice
suertes, venturas y lances,
y cuyo arrugado cuello
hizo mi espada dos partes;
y de algunas gentilezas
en que a todos fui agradable,
sino es a la ingrata Celia,
que vive, para matarme.
Pues cuando puse más bien
al caballo el acicate,
si decían Dios te guie,
ella un estribo te arrastre.
Salí a rondarla una noche,
harto oscura, parque salen
entonces a ver su lumbre
los murciélagos amantes.
Yo con espada y rodela
y con un broquel un paje
aunque sin este venían
otros dos con dos montantes.
Aquel paje del broquel
traía mi nombre y traje
a quien tú diste una herida,
de que ya difunto yace.
Yo mandé, que de los otros
nadie siguiese el alcance,
sino que el muerto del suelo
levantasen al instante.
Hice que por la ciudad
fama de mi muerte echasen,
moviendo a piedad las piedras
de una desgracia tan grande,
por ver, si se condolía
en la muerte de mis males,
la que jamás en la vida
tuvo lastima notable.
Lastimó la triste nueva
al viejo Conde mi padre,
haciendo mil diligencias
por hallarte y por hallarme;
porque hice, que en secreto
al paje muerto enterrasen,
y partí de Zaragoza
otro día por la tarde.
Aquí he sabido que Celia
por mi grandes llantos hace,
y así pienso volver vivo
donde de nuevo me mate.
Porque el Conde más se alegre
conmigo quiero llevarte
que es bien lleve un muerto a un loco
que tan bien fingido sabe.
Flo.
Por tan extraño suceso
gracias al cielo se den.
Ver.
Cosa es para que estén
los que le tienen sin seso;
pero decid, Floriano,
¿quién es Elvira ésta loca?
Leo.
Eso a mí solo me toca,
si me quiere dar la mano,
que yo soy criado suyo,
y de su padre lo fui.
Ger.
¿Pues cómo ha venido aquí?
Leo.
De decir la verdad huyo.
Yo, señores, la saqué,
de en casa de un padre honrado,
tan hidalgo y estimado
cuanto después os diré.
Aquí la traje a Valencia,
donde el ánimo perdí,
porque a su padre temí,
y así hice de ella ausencia.
Las joyas que le tomé,
tres mil ducados valdrán,
que todas juntas están,
y si falta las daré.
Hallaronla dando voces,
y por loca
la trajeron ,
donde estos amores fueron
tan grandes como conoces.
Dame, Erifila, perdón,
que este es tu nombre y no Elvira.
Ger.
Él es suceso que admira,
y me pone en confusión.
¿Casaránse según eso?
Flo.
Eso no, que la ha querido
Valerio, por quien yo he sido
libre de peor suceso.
Él se casará con ella.
Val
Es forzar la voluntad
con el rigor y amistad,
que vuestro gusto atropella.
Pero vuestras voluntades
están conformes, y así,
no es bien apartar por mi
tan estrechas amistades.
Flo.
En mayor obligación,
Valerio, me habéis echado,
pues dos vidas me habéis dado
en esta loca prisión.
Dame esa mano, mi bien,
que todo ha sido fingido
recíbeme por marido,
y por tu esclavo también.
Eri.
La mano, y el alma, y todo
dueño de mi libertad.
Caba.
En tan gran solemnidad,
justo es que se cumpla todo.
Valerio, pues ya sabéis
quien es Fedra, y quien ha sido
el casamiento fingido
gusto que vos le acabéis:
quiero que os caséis con ella.
Val.
A tener Fedra sentido
fueras, Príncipe, servido,
y yo dichoso en querella.
Fed.
En eso no hay que culparme,
que aunque por ti le perdí
solo ser loca fingí
para con Beltrán casarme.
Si gustas, yo soy dichosa.
Ger
Hija, ¿qué
tienes sentido?
Val
Digo que soy tu marido.
Fed.
Y yo,
Valerio, tu esposa.
Ver.
¿Hay enredo semejante?
Val
Según eso, loca mía,
mía sois.
Fed.
¿Cuya podría
sino de tan loco amante?
Huélgome que vos seáis
tan principal Caballero.
Val.
Y de lo
mucho que os quiero,
yo sé también que os holgáis.
Lai.
¿Pues
piensan que yo soy loca,
señores casamenteros ?
Ger.
¿Qué aún
falta más?
Lai.
Falta haceros
una oración grave y poca.
Ver.
¿Pues qué
es eso?
Lai.
Haber fingido
este loco frenesí,
por ver si pudiera así
gozar del bien que he perdido ;
solo les pido en estrenas
me vuelvan a lo que fui.
Leo.
Y aún si me quieres a mí
podrás remediar tus penas ,
que me has parecido bien.
Y así por mujer te pido.
Lai.
Y yo a ti por mi marido,
que me contentas también.
Caba.
De aquestos tres casamientos
yo quiero ser el padrino,
porque este suceso es digno
de iguales merecimientos
e iremos a Zaragoza,
Floriano, vos y yo.
Flo.
Hoy vive quien os mató,
y vivo, señor, os goza,
que es cuento de que habrá pocos.
Caba.
Tan buen fin seguro estaba.
Flo.
Aquí, Senado, se acaba
el Hospital de los locos.
FIN.
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