Me encanta Valencia.



                Me gusta Valencia en invierno, en verano, en cualquier estación. Me gusta Valencia como es, con sus aciertos y defectos. Me gusta Valencia pese a los intentos del concejal Grezzi por transformarla. Valencia es enseña del Mediterráneo, madre adoptiva de Rodrigo Díaz de Vivar, rosa perfumada de Levante y orgullo español, semáforo de Europa, murciélago ruidoso en noches de verano, cuna de flores y naranjos, de luz y de colores, de pólvora y arrozales, eterna tercería en capitalidades hispanas, esplendoroso contraste de pasado y futuro que pierde el presente, sastrería de moda, inversora de los siete pecados capitales y algunos otros provincianos, circuito de carreras en la fuga de cerebros, pescadora de sueños pecadores, velero al viento descuajado por huracanes trapicheados. Pueblo trabajador, mestizo y afable, que reúne en sus calles esfuerzo y sudor, penas y alegrías, amabilidad, humor y amor. 
En su interior, el Turia, traicionero río de gotas frías, fue cambiado de lugar para no molestar y así, su trayecto inicial, se transformó en un inmenso parque lleno de actividad donde dormita Gulliver, algo hastiado del verano prolongado, o tal vez aburrido, por el sopor provinciano de algunos gobernantes que, al ombligo mirando, han olvidado cómo se hace el nudo de un futuro razonablemente humano.
El puente de la avenida del Cid abre un inmenso mundo dispuesto a ser conquistado con el corazón en la mano. La grandiosa obra de Rincón de Arellano, iniciada por el Marqués del Turia, Tomás Trenor, transmutó la naturaleza domesticando un río de esos que ahora no y luego sí, de ahora quiero y después no puedo, de sequías duraderas y sorpresivas inundaciones.
A caballo de Babieca llegaremos hasta la plaza España, uno de los ejes neurálgicos de la ciudad, de las Torres de Quart, del paseo de la Pechina. Ciudad medieval, mora y judería, romana e hispana, soñadora y romántica, pincelada de Benlliure, colorido de Sorolla, verso de Sor Isabel de Villena, humanismo de Luis Vives, sonoridad de Iturbi, copla de la Piquer.
                Hoy he paseado por Valencia y me encanta esta ciudad de la Virgen de los Desamparados.


Texto extraído y modificado de la novela.

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