Sobre Teodicea (breve y básico)

                 La palabra Teodicea se compone de las palabras griegas “Theos” (Dios) y “Dike” (justificación), fue utilizada en primer lugar por el filósofo alemán Leibniz (1646-1716) como título de una obra suya destinada a “justificar” la existencia de Dios frente a las dudas que se podían tener a causa del mal en el mundo. En la actualidad tiene como objetivo verificar la validez del reconocimiento de Dios, testificado por la historia de las religiones.


El primer encuentro con la divinidad tiene lugar normalmente como un acto de fe en el seno de una religión concreta.

Ahora bien, esa misma experiencia religiosa puede constituirse posteriormente en tema de reflexión por parte de la razón, como justificación de su validez. En este sentido el motivo fundamental de elaborar unas “pruebas” o razonamientos que apunten hacia la realidad trascendente es la necesidad de dar un rigor lógico a lo que la conciencia religiosa ya ha admitido previamente, la existencia objetiva de Dios, y con ello hacer de la fe un acto auténticamente humano en el que intervienen también el asentimiento de la razón. Recordemos que la “Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas” (Dei Filus, Capítulo 2)

                Esta justificación se ha hecho particularmente necesaria en nuestro tiempo, a causa de las doctrinas de los “maestros de la sospecha”, que han legado a nuestra cultura la duda de que detrás de las creencias y ritos religiosos no hay en realidad nada. Maestros de la sospecha son Feuerbach, que con su humanismo ateo considera a Dios como una creación humana; o Karl Marx que reduce la religión al opio del pueblo. El grito de Nietzsche “¡Dios ha muerto!”, el olvido de Dios, resuena todavía para muchos como uno de los logros incuestionables de la cultura moderna. Frente a ellos, la Teodicea intenta justificar la validez de la fe de los creyentes, mostrando los argumentos que garantizan que la opción religiosa no está infundada ni es irracional, al contrario, que está avalada por sólidas razones que los demás pueden examinar si lo desean.

                El segundo objetivo de la Teodicea es dialogar con el pensamiento ateo, confrontándose con sus argumentaciones y haciendo ver la inconsistencia lógica de su opción. Ciertamente son muchos los que se declaran ateos, pero muy pocos lo que llegan hasta el final y conciben el mundo y al hombre radicalmente desde su ateísmo. Porque el ateísmo no es una mera negación, comporta una serie de afirmaciones que también hay que probar, si pretende ser una opción razonable, aunque los ateos modernos crean poderse dispensar de ello en virtud de una “fe atea”. Y es que, en el fondo, el ateísmo es incapaz de pensar la realidad hasta sus últimas consecuencias.

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