Y la palabra se hizo carne.

Y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
La palabra se hizo nombre para llamar a cada cual tal como es, sin tapujos ni mentiras, sin veleidades ni hipocresías, al poderoso tirano, al sencillo humilde, a lo bueno bien, a lo malo mal.
La palabra se encarnó en el verbo derramándose sobre nuestros corazones para reaccionar en el mundo; porque el verbo es acción y no quietud, de esta manera nos enseñó el significado de amar, perdonar, luchar, reír, sufrir, en definitiva vivir a pesar de los demás, con los demás y para los demás.
La palabra se hizo adjetivo para calificar cada cosa conforme su rango y características desprendiéndose así la maravilla del universo y su entorno, la gratitud por lo eterno, el desprecio por lo mezquino.
                Que las palabras sean luz y no oscuridad para los necesitados y que llenen tu interior dando frutos en abundancia.

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– Contra hidalguía en verso -dijo el Diablillo- no hay olvido ni cancillería que baste, ni hay más que desear en el mundo que ser hidalgo en consonantes. (Luis Vélez de Guevara – 1641)

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