Regresaron los héroes o Quo Vadis Sienkiewicz


         Regresaron los héroes con la victoria aplastante sobre el enemigo y la noticia corrió veloz como la pólvora. La gente se lanzó a las calles para homenajear a los recién llegados con palmas, incienso, coronas de laurel y pétalos de rosas perfumadas. El coliseo encendió las luces para que el recibimiento alumbrase su paso por las principales vías de acceso a Roma. El pueblo jubiloso pregonó el triunfo y la grandeza de su fuerza. Cantos bulliciosos envolvieron callejones, plazas y parques que corearon himnos y banderas.

Nadie descubrió aquella muchacha, de apenas diecisiete años, que se dirigía a una clínica abortiva tras ser violada por un reincidente del penal de Chihuahua. El clamor  impidió escuchar los gritos de socorro de una mujer que estaba siendo asesinada por su compañero sentimental en un arrebato de furia. En la oscuridad de la noche pasó desapercibido un adelantamiento indebido producto tal vez de los vapores etílicos o el destino de una vida breve. El griterío ocultó la angustia de la sobredosis en un urinario público.
El pueblo gozaba con la llegada de los triunfadores. La alegría se transmitiría hasta meretrices que correrían veloces hacia los lupanares para hacer horas extraordinarias, bien remuneradas, sin control de ningún intermediario. Los mendigos gozarían de su bienaventuranza entre los residuos de los contenedores donde aparecerían jugosas hamburguesas, restos de sándwiches, o, en el mejor de los casos, tal vez alguna botella medio llena de licor.
Mas los ciudadanos de la Villa Eterna recibieron a sus muchachos como jamás héroe alguno fue recibido. Tres batallas consecutivas, tres retos ganados, tres sueños cumplidos como los deseos del genio de una vieja lámpara oriental, medio oxidada, medio podrida. El mundo civilizado se puso a los pies de genios imbatibles.
La embriaguez del triunfo pronto amodorró las penas, las hipotecas impagadas, la pérdida de ahorros bancarios, los desprecios raciales, la fuga de capitales, los embargos que se aproximaban de forma irremediable, los jóvenes que marchaban al extranjero para ganar el pan con el sudor de su frente. La amnesia colectiva apareció en el furor de la batalla universal que liberaba el sentir de la masa.
Tal vez un nuevo Marco Vinicio, como en la obra de Sienkiewicz,  descubriría los pies de barro sobre los que se cimentaba la efímera estabilidad del imperio. En la corte Nerón recitaba estrofas ígneas en una corrupta bacanal romana para culpar a los nuevos cristianos, disidentes, soñadores o patriotas críticos, por su desconfianza al establishment. Cualquier crítica deberá ser juzgada con severidad como delito de alta traición o colaboración con el enemigo.
La victoria se cumplió y el pueblo lo celebró bajo el beneplácito de sus gobernantes. 

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