Cuento parabólico: Dios, el empresario y la meretriz.


                Un día, Fray Mendigo de la Calzada, de la orden de los Abandonados, halló dos discípulos que presumían de espiritualidad, criticando a los demás. 
              El fraile tomó la palabra y dijo:
              Un hombre y una mujer se hallaban en misa. Él era un importante hombre de negocios y ella una meretriz. El empresario, sentado en los primeros bancos de la iglesia, se decía en su interior:

                – ¡Gracias Dios mío!, te doy gracias por todos los bienes que he conseguido. Ofrezco buenos donativos al templo, mi empresa se halla en auge y no soy como los demás: corruptos, drogatas y sinvergüenzas.

                La prostituta, en cambio, se había sentado junto a uno de los pilares próximos al cancel y sin atreverse a levantar los ojos, se decía:

                – ¡Oh, Dios!, perdóname. No quiero pecar y peco, quiero vivir y muero. Malvivo por mantener a mi hijo. Quisiera salir y caigo de nuevo. Perdóname te lo ruego.

                El fraile continuó su historia sentenciando:

                – En verdad os digo que ella fue perdonada y aquél no. Porque Dios sólo, y sólo Dios, es quien juzga y quien perdona. Que cada cual oiga lo que quiera oír.
                                                                                           (Inspirado en el evangelio de San Lucas)


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