Construí lo que no debí
construir,
soñé lo que no debí
soñar,
amé lo que jamás debí
amar.
Y por un instante fui
feliz.
Y por un momento pude reír.
Quise construir un
mundo mejor,
quise soñar de nuevo
con Dios,
quise dar al hombre
libertad.
Y mis palabras
hechiceras
conjugaron verbos
remotos,
engalanaron versos
rotos
y pensaba que eran
hermosos
Y por un instante fui
feliz
Y por un momento pude reír.
Mas llegaron los
editores
y con ellos distribuidores,
políticamente correctos,
literariamente
perfectos,
quedándome sin
argumentos
ante tan augustos
censores
de palabras y
sentimientos.
Y por un instante fui
feliz.
Y por un momento pude reír.
Sin dilaciones me
juzgaron
por infame literatura,
pues en ediciones no
valen
tus querencias ni
aspiraciones.
Solo aquello que ellos recauden,
tan solo aquello que
ellos ganen.
Y mi locura condenaron
al mayor de los
ostracismos,
al silencio de los
silencios,
al abandono abandonado
del naufrago que
derrotado
se hunde en los oscuros
abismos.
Y por un instante fui
feliz.
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