Vacaciones



(escrito el 27/07/12)

Primer día de vacaciones y mi rostro relucía una sonrisa de oreja a oreja que ningún gobernante de turno podría robar. Desconozco qué encontraré a mi retorno, ignoro si el sueldo se verá nuevamente mermado, me importa un comino las maldades que pasen por algunas mentes enfermizas, pero mi corazón, de español hasta la médula, carece de sentimientos negativos ante las eventualidades estivales. Eran las tres de la tarde y siendo uno de los pocos iberos capaces de gritar que estoy de vacaciones, me lancé a la carretera buscando el carro de Manolo Escobar. Me sentía como un españolito de los sesenta en su seiscientos, o tal vez debiera decir próximo a los cincuenta (doble juego de palabras para quien quiera rebanarse el cerebro).

Como decía cierto rey gabacho que París bien vale una misa, se me ha ocurrido la fugaz idea de empezar mis días de asueto con una eucaristía que mis penas también merecen. No pienses en mi religiosidad como signo de santidad, nada más lejos de la realidad, pues mis pecados de pensamiento, palabra, acción y omisión son tan numerosos como las estrellas del cielo, mas en mis entrañas resonaba el eco de la dualidad cervantina, prefacio de las Españas machadianas, devoto de Frascuelo y de María. Somos como somos los españoles, queramos o no queramos aceptarlo, caínitas por naturaleza, quijotescos en nuestros espíritus.

Shema, shema Israel Adonai ejad, inició el cántico de entrada. Escucha pueblo al Señor tu Dios, que siempre está a tu lado, en lo bueno y en lo malo, durante el día y en la noche, en la tristeza y en la alegría. Confieso que soy pecador y mi alma examinaba los pecados pasados y los que tienen que venir, mas qué importan pasado y futuro si solo vivimos el presente.

En la homilía el sacerdote cedió terreno a una misionera que nos hablaba, desde su perspectiva, de pastores y de ovejas, de pequeñas crías que, bajo la polvareda, no pierden a sus madres, de campos sembrados, de palabras fecundas y fructíferas, de palabras que son escuchadas y no entendidas, de palabras sembradas y ahogadas por el griterío de los demás, de sueños que vuelan y son olvidados. Terminó la celebración con el hermoso Magnificat: “Él hizo proezas con su brazo: dispersó a los soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos”. Hermosa oración para quien quiera entender y para quien quiera hacer algo por esta España nuestra de cada día que se nos va al carajo.

Magnificat anima mea Dominum.


Nota: CERRADO POR VACACIONES. REGRESO EN SEPTIEMBRE.









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– Contra hidalguía en verso -dijo el Diablillo- no hay olvido ni cancillería que baste, ni hay más que desear en el mundo que ser hidalgo en consonantes. (Luis Vélez de Guevara – 1641)

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