Hoy
pienso en unos versos de D. Pedro Calderón de la Barca, digno sucesor, aunque
no tan prolífico, del Fénix español, léase Don Félix Lope de Vega y Carpio. Si
bien el poema se encuentra dedicado a la vida de milicia, algunos de los
conceptos que aparecen en su interior son extrapolables a las personas que
mantienen un ideal de libertad e integridad. Entendamos que se encuentran
escritos en el siglo XVII y por tanto son proyecciones de los criterios
imperantes en el Barroco español. No obstante reincido en la cuestión que los
valores expuestos son, por el hecho en sí mismo, eternos.
En
cuanto a la vida de milicia resaltar que no envidio a los profesionales que han
elegido esta opción de vida. No se trata esta envidia por los riesgos que
puedan sobrevolar sobre sus cabezas, ni por la forma física que se les
presupone, ni por sus sueldos, hoy en día tan raquíticos como el que más, sino
por esa otra envidia, malsana, que los degrada y corrompe.
Los
militares son seres humanos con las mismas virtudes y defectos que el resto de
los mortales pero que, al cumplir con lo ordenado, la sociedad los mira como la
mano opresora del poder establecido y, si se rebelan contra las injusticias,
son adjetivados como golpistas y dictadores. Difícil equilibrio el de estos
hombres que nadan entre el desprecio de los políticos y el vacío de sus
conciudadanos.
Los
ejércitos son necesarios para mantener una mínima seguridad nacional, o sea, de
todas las personas y, el resto es ingenuidad o hipocresía, en el peor de los
casos. Como personas que son, entre sus tropas desfilan cuadriculados,
idealistas, energúmenos, soñadores, imbéciles, intelectuales, genios, vagos y
tarados, pero cada cual con su propia identidad dentro de una identidad
superior que es la de servir a todos los españoles.
Mas
no es nuestro tema el ejército sino los valores acogidos por genial Calderón en
su poema. Retomo el tema del barroquismo español que subyace a pesar del
tránsito de los siglos. Aquel pesimismo, aquel entregarse a la vida de forma
pícara, ese desafío a la muerte ha seguido latente en el subconsciente
colectivo. Podemos ver esa extensibilidad en las obras de Goya, el oscurantismo
moralista de determinados sectores (también entre los autodenominados “progres”)
durante los siglos XIX y XX, así como la picaresca contemporánea, véanse los casos
de Andalucía, o algunas manipulaciones políticas de los últimos años.
Frente
a esa crisis española del XVI, en cierta manera también del XXI, encontramos
unos hombres que se rebelan aportando nuevos planteamientos que afectan en gran
medida a las personas. Valores como el honor, la honradez, la libertad, la
cortesía, la constancia, la humildad les permite enfrentarse con la cabeza bien
alta ante la decadencia española, el tránsito de la vida a la muerte y la
dignidad como personas.
Los
tiempos serán diferentes, las penurias también, pero la dignidad humana siempre
seguirá luchando por salir adelante. ¿Qué mejor república, me refiero a cosa
pública y no a forma de gobierno, que aquella en la que se respeta antes la dignidad
de la sangre que la del traje?
Calderón
defiende la nobleza que se adquiera frente a la que se hereda, la pobreza honrada frente a la riqueza
heredada, el compañerismo frente al consumismo (esto último lo añado yo).
No
me enredo más en estas lides y dejemos a continuación el poema, para deleite de
quien lo recite y quien lo analice.
Este ejército que ves
vago al yelo y al
calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie
espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que
hereda,
sino por la que él
adquiere;
porque aquí a la sangre
excede
el lugar que uno se
hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es
honrado,
pobre y desnudo un
soldado
tiene mejor cualidad
que el más galán y
lucido;
porque aquí a lo que
sospecho
no adorna el vestido el
pecho,
que el pecho adorna al
vestido.
Y así, de modestia
llenos,
a los más viejos verás
tratando de ser lo más
y de aparentar lo
menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de
ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la
cortesía,
el buen trato, la
verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la
paciencia,
la humildad y la
obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres
soldados;
que en buena o mala
fortuna
la milicia no es más
que una
religión de hombres
honrados.
Pedro Calderón de la
Barca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario