Fragmento
del Quijote.
Capítulo
XXV
Merece
la pena meditarlo por si sabemos lo que soñamos o soñamos lo que sabemos; que
no es más loco el que cree en su verdad que el que la niega aferrándose a la
realidad. Poética semblanza de un sueño.
“Así
que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más
alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas,
debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las
tienen. ¿Piensas tú que las Amariles, las Filis, las Silvias, las Dianas, las
Galateas, las Alidas y otras tales de que los libros, los romances, las tiendas
de los barberos, los teatros de las comedias, están llenos, fueron
verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquéllos que las celebran y
celebraron? No, por cierto, sino que las más se las fingen, por dar sujeto a
sus versos y porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor
para serlo. Y así, bástame a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo
es hermosa y honesta; y en lo del linaje importa poco, que no han de ir a hacer
la información de él para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más
alta princesa del mundo.
Porque
has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más
que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama; y estas dos cosas se
hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala, y
en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que
todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntala en mi
imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la
llega Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de
las edades pretéritas, griega, bárbara o latina.
Y diga cada uno lo que quisiere; que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de los rigurosos."
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