A continuación transcribo una
carta “inédita”, recogida por José Gómez Centurión, que aparece en la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y que pienso fue publicada en el Boletín
de la Real Academia de Historia. Tomo 60 (1912), pp. 162-167
Carta curiosa
pues de forma “discreta” les llama mendrugos o cortos de entendimiento a
ciertos cargos de la Santa Inquisición.
Situémonos en
la época y pensemos que en aquellos momentos la Santa Inquisición era un
organismo intocable, parecido a lo que en la actualidad es la casta política o el Ministerio de Hacienda, a quien no
se podía dirigir con ánimo ofensivo, mas nuestro autor, con cierta soltura,
convencido que el mentecato correspondiente leería la carta y se quedaría igual
de impasible, se la remite al Conde de Medina para que interceda por él, le
haga llegar su informe a S.M. y de paso a esos pazguatos, que actúan en nombre
del Rey y Dios libre al Rey de semejantes defensas, que antes injurian que
defienden; así nos ha ido en España.
El
texto dice:
CARTA INÉDITA DEL PADRE PEDRO DE
RIVADENEIRA
“La moción
elevada al Duque de Medinaceli por el célebre Padre de la Compañía de Jesús y
escritor clásico Pedro de Rivadeneira, fechada en Palermo el 27 de Diciembre de
1563; documento autógrafo, que adquirió esta Real Academia por su acuerdo de 24
de Noviembre último, se refiere al contenido de otra que dirigió al mismo Duque
en 22 del propio mes y año, cuyo texto no posee esta Biblioteca.
Claramente se
refiere á los conflictos surgidos con la Inquisición de aquella capital, por
algún acto realizado ó trabajo en tramitación de negociaciones que afectaban á
los Inquisidores.
Por el
contexto se desprende tener importancia histórica. Y, en efecto, existen varias
cartas originales del P. Rivadeneira, escritas por aquellos días, relativas al
mismo asunto, y que se custodian en el Archivo de los redactores de la revista titulada
Monumento, histórica Societatis Jesii, cuyas cartas en breve se han de
publicar, de las que resulta lo siguiente:
Siendo Virrey
de Sicilia y sucesor de Juan de Vega el Duque de Medinaceli, aconteció poco
antes de 1563, que por donación del Rey Don Felipe II adquirió la Inquisición
un edificio contiguo al Colegio de la Compañía, cuya proximidad estorbaba las funciones
literarias de éste.
La Compañía,
por medio del P. Rivadeneira, que había sido Director de varios Colegios y
desempeñado las misiones más difíciles y de confianza cerca de los dos primeros
Generales de su Instituto, se dirigió al Virrey, quien mandó suspender la
ocupación é influyó con el Monarca para lograr, como lo consiguió, que los
Inquisidores se trasladaran á otro punto.
Sin necesidad
de hacer un resumen de la laboriosa gestión de la Compañía después de sus
primeras Constituciones, aprobadas por Su Santidad; ni de hacer constar que el
Rey Don Felipe II reconociendo, autorizando y aprobando dicho Instituto, de
origen español, el 3 de Agosto de 1556, prestó gran servicio a la enseñanza patria
por los célebres Colegios que se crearon y el pléyade de lumbreras de las
Ciencias y de las Letras que han surgido de las residencias en el territorio de
España y sus dominios en el curso de los siglos; ni ocuparme especialmente del
sucesor de San Ignacio de Loyola, el castellano y sabio Diego Lainez, queda explicado
el contenido y las referencias de la carta autógrafa sobredicha, limitándome á
transcribirla, por merecer ser tan conocida como estudiada.
Dice así:
JHS
ILLMO. Y EXMO. SEÑOR:
Después que a los
22 de este escribí a V. E. a lo que mas se me ofrecía, acerca del oficio de la
Charidad, y lo que J de Ortega y yo habíamos comenzado a tratar en el asunto de
los Inquisidores, he recibido la de V. E. de 19, por la cual y por la merced y
favor que V. E. con ella me ha hecho como a hijo de esta su Compañía, beso
humildemente á V. E. las manos y suplico a Nuestro Señor que pague con su
gracia lo que yo no merezco, ni puedo servir, y harto buen principio de paga es
haber hecho a V. E, abogado de la más rica joya que tiene en el cielo y en la
tierra, que es la Charidad, contra la cual sé decir que aunque se junten todas
las calumnias ciclópicas y se echen en la fragua de los Brontes y de Vulcano,
para sacar lo mas fino de ellas, no aprovechará más que las gotas de agua que
se echan en la misma fragua con las cuales más se enciende el fuego que se
apaga, porqué en fin escrito está; “aquae multte no potuerüt extinguere
Charitatem”, y la razón es porque “fortis est ut mors dilectio”, y aun es mas
fuerte que la muerte, pues venció al que la muerte no pudo vencer, que es
Jesucristo Nuestro Redentor, el cual muriendo triunfó de la muerte, y a sola la
Caridad se rindió, así que Señor mío Ilustrísimo no bien puede V. E estar con
el animo sosegado, que no falta qui conseletur eam, pues ella trae consigo misma el consuelo,
teniendo por defensor aquel, a quien se dice, “dñe pone me iuxta té, &
cuiusuis manus pugnet contra mé” Y no tiene V. E. razón de llamarla en su carta
pobre, pues es oro fino y tan rica en si, que todo lo vuelve oro, y sin ella
todo lo demás es lodo, que de ella se dice “suadeo tibi emeré á mé aurü ignitü,
probatú ut locuples fias”, de manera que conforme a esto, no puede V. E. perder
el pleito, ni el galardón de los trabajos que tomare en abogar por la justa
causa, y bastará que Su Majestad entienda que quiere decir oficio de Charidad,
para justificar su partido, y abonar su causa, porque como dice Aristóteles hay
ciertas cosas que para que se entiendan basta saber lo que quieren decir sin
otras probanzas, pues para saber que el todo es mayor que su parte basta
entender qué quiere decir todo, y qué quiere decir parte, así digo yo que
basta entender que quiere decir oficio y qué Charidad, para saber que el oficio
de la Charidad es cosa muy buena justa, pía y Santa y a los que entendiendo la
palabras, no quieren entender la sentencia, no es menester probárselo
con más razones, sino suplicar a Nuestro Señor que se lo dé a entender haciéndolos
del oficio con su Charidad, que aun los Philosophos dicen, que al que dijese, que el fuego
no es caliente no se le habria de probar con otra razón, que con echarle en e!
fuego para que el sentido le enseñase lo que el entendimiento no alcanza.
La carta de V.
E. para los Inquisidores sobre el negociado de la casa, venia como de mano de
V. E. y servirá de espuela para que corran con más aliento en el negocio el
cual solicitará J de Ortega (que les dio la carta) como cosa mandada por V. E.,
yo también facilitaré mi parte, por la que nos toca, y por que conviene al
servicio de N. S. que este negocio no esté así suspenso, porque por él otros lo
están que importa para beneficio de las ánimas que se despachen.
Con esto envío
a V. E la copia de su carta sobre el asunto del Santo Oficio para su Majestad, la
cual ni los Inquisidores han visto, ni entendido la sustancia de ella,
ni se ha tratado con ellos cosa que les pueda parecer que salía de V. E, sino
de la manera que el otro día escribí, y no puedo dejar de decir que me ha
llegado al alma, lo que V. E sobre este asunto me escribe, porque tenia
confianza en Nuestro Señor, que se pudiera acabar de manera, que para adelante
se quitasen ocasiones de disgustos e inconvenientes, pues por nuestros pecados
hay tantos por acá, que por muchos que se corten brotaran otros tantos y
renacerá como cabezas de la Hydra, sin que el hombre los busque, y a esto de
adelante para decir verdad, tenia yo más ojo, que no a lo de Juan del Águila
porque este, es un caso particular, y el remedio de lo venidero era universal,
para lo cual estos Señores Inquisidores mostraba mucho deseo de servir á V. E y
de tratar semejantes negocios, con toda la conformidad, que con el honesto de
su oficio les fuese posible, pero pues V. E así lo manda yo alegaré mano del negocio,
aunque
como religioso no dejaré de decir a estos Señores en coyuntura y tipo, lo que
me pareciere que podrá aprovechar, para servicio de Nuestro Señor y
reputado del Santo Oficio, y castigo de los malos y favor y amparo de los
buenos, y como tal y tal deseoso del servir a V. E no quiero tampoco dejar de
decir, que también V. E lo debe procurar de su parte, como sé que lo procura, y
que
si yo estuviese en el lugar que V. E tiene, y hubiese de informar a Su Majestad
del asunto pasado y procurar el remedio para lo por venir, no escribiría
algunas cosas que V. E escribe en su carta, y especialmente lo que toca a las
personas de los Inquisidores porque de más que lo que entiendo no se lo
merecen, V.E hace poco al caso
para lo que se trata, y puede dañar para lo de la vista y recurso, pues por una
parte parece que está V. E obligado á defender lo que ellos bien hicieren, y
darles para ello reputación y crédito con Su Majestad y por otra que se lo
quita, diciendo lo que en su carta dice que es punto de consideración que V. E mejor
que yo puede juzgar, de más de que todo lo que se pudiere, es bien excusar el
mostrar diferencia nueva, con ellos ni con nadie por no dar pesadumbre a Su
Majestad que entienda que la hay entre sus ministros, por que
muchas veces la siente de esto más los Reyes, que no gustan de la Razón que
tienen los que por su servicios la toman, pareciéndoles que los ministros que
tiene, han de servir para excusar que no vengan a ellos, las que sino los
tuviesen cada día vendrían, y en fin bien dijo el profeta que era Rey “inquire
pacem et persequere eam”, de manera que no se contenta el Real profeta con que busquemos
la paz, sino que si huyere de nosotros le demos caza y
vamos tras ella hasta que la alcancemos, y porque aun esto yo no alcanzo, y
mi juicio en semejantes cosas (como en las demás) es muy ratero y bajo,
en todo me remito al de V. E pues sin duda será el más acertado y lo que yo aquí
he dicho servirá solamente para obedecer a V. E, pues entiendo que me mostró la
carta, para que dijese lo que de ella me parecía y para manifestar el deseo que
Nuestro Señor me ha dado que V E le
acierte a servir en todo, aunque confío en Nuestro Señor que sin que yo lo diga
VE lo conoce, cuya Ilustrísima y Excelentísima persona Nuestro Señor guarde y
prospere en su Santo Servicio como yo se lo suplico y deseo.
De Palermo 27
de Diciembre y día del discípulo amado S. Juan 1563
Suplico
a VE que si al escribir lo que aquí escribo he errado, que VE me perdone, y me envíe
la penitencia, o mando al Padre Provincial que me la dé, porque así como por
gracia de Nuestro Señor deseo no errar, así también errado como hombre, querría
conocer el error y hacer penitencia para poderme enmendar, y no quiero que me
valga por tal, el acabar ahora de decir misa por VE, pues al hacerlo no es
penitencia para mí sino consuelo de VE.
Obediente siervo en Jesucristo.
PEDRO DE RlVADENEYRA
Al Ilustrísimo y Excelentísimo
señor Duque de Medina.
Está escrita
en pliego de folio.
Nada falta y todo
concurre para demostrar que es autógrafa del P. Rivadeneira. Su tipo de letra,
claro y bello como el de San Ignacio, la cualidad del papel, la fecha, las
circunstancias históricas del suceso que por ella se tocan y describen, el
estilo gramatical, y por último aquella sal de discreción y urbanidad, que
chispea en todas sus frases, como en las del Maestro Juan de Ávila y de Santa
Teresa de Jesús, son dotes que en este escrito se ven realzadas por las de un
sobrio y bien cultivado ingenio.
Con igual
facilidad y adecuada mira de persuasión alude a la Eneida de Virgilio (vm,
424), así como cita las obras de Aristóteles y cuatro pasajes de la Biblia
(Cantar de los cantares, VIII, 6 y 7; Job, XVII, 3; Apocalipsis, III, 18;
Salmo, XXXIII, 15).”
JOSÉ GÓMEZ CENTURIÓN,
Correspondiente.
Termino con esto mi pequeño
estudio sobre Pedro Ribadeneyra.
Miguel Navarro Blasco.
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