Comentario personal breve y obra de teatro íntegra.
COMENTARIO:
llevado a sus últimas consecuencias solo fue mostrado en una de sus primeras obras, la comedia “Los malcasados de Valencia” y en una tragedia pura: “El amor constante”.
Sin embargo, Guillen de Castro, en consonancia con el
espíritu de los pensadores políticos del XVII, se abstendrá de proponer el
regicidio como solución a los problemas de un cuerpo social oprimido.
La
mayoría de sus personajes pertenecen a la alta nobleza, y escasean burgueses o
labradores, lo cual refleja una intención moralizante en consonancia con los
presupuestos didácticos de la tragedia, más ejemplares cuanto más elevada sea
la clase social a la que pertenecen los tipos dramáticos que la representan.
En
su obra madura destaca la caracterización psicológica de personajes femeninos,
muchas veces protagonistas, siempre inteligentes y finalmente capaces de conducir
su destino, pese a las dificultades con que la condición de la mujer en la
estructura de la sociedad barroca lastra sus posibilidades de actuación y
decisión.
Recurrente
en su teatro es la tipología del rey tirano, bien en obras donde se arrepiente
y por tanto
se salva (“Cuánto se estima el honor”, “La justicia en la piedad” y “Progne y Filomena”) o en otras en que se produce el regicidio: “El amor constante” y “El caballero perfecto”.
se salva (“Cuánto se estima el honor”, “La justicia en la piedad” y “Progne y Filomena”) o en otras en que se produce el regicidio: “El amor constante” y “El caballero perfecto”.
También
es reseñable la presencia de la figura del caballero que no sabe que lo es,
pero actúa como tal y corteja y es cortejado por damas de la nobleza. La
revelación final de su verdadera condición social pone en orden lo que hubiera
sido subvertir la jerarquía social del periodo barroco. Ejemplos de este tipo
tenemos en el “Leónido” de “El amor constante” y el “Cardenio” de “Don Quijote
de la Mancha”.
La creación dramática de Guillén de Castro se
caracteriza por la meticulosa precisión del encadenamiento de causas y efectos
de sus tramas, dotando a sus dramas, por lo demás, de una gran solidez en
cuanto al contraste de los caracteres. Consigue también demorar el tempo
narrativo en las escenas de mayor intensidad emotiva: monólogos reflexivos,
romances evocadores o diálogos de amor apasionado suponen remansos en la rápida
peripecia de la acción.
Se
aprecia asimismo una evolución en la construcción externa de sus obras. De los
cuadros iniciales de la comedia humanista del siglo XVI, producto de su
representación en salones de la corte, al dinamismo y proliferación de escenas
de su etapa de madurez, en la que se amolda a lo establecido por la comedia
nueva en los corrales madrileños.
“El amor constante” es su primera obra dramática,
escrita entre 1596 y 1599, está inscrita en la escuela valenciana de la segunda
mitad del siglo XVI y posee todas las características de la tragedia de la
dramaturgia renacentista, tanto en el planteamiento técnico como en el propio
del tema elegido: el tiranicidio. Su marco espacio-temporal es imaginario y su
ambiente y personajes palaciegos, por lo que puede adscribirse al género de
comedia palatina. La obra plantea una justificación del derecho a rebelarse
contra la tiranía. Nísida, protagonista central de esta obra es una de las más
admirables heroínas de la tragedia amorosa de todo el teatro de Guillén de
Castro.
“El
amor constante” está muy vinculado a la obra trágica de Cristóbal de Virués. Un
rey despótico desea ilegítimamente a Nísida, enamorada de Celauro, que no le
corresponde. Todo ello lleva al tirano a perpetrar varios crímenes, vengados
finalmente por Leónido, hijo secreto de Nísida, ejecutando al rey. La obra
sigue de cerca la tragedia de Virués, “La gran Semíramis” y su esquema se
reproducirá en la tragicomedia “El perfecto caballero”.
El
tema del poder ofrece dos perspectivas diferentes: buen uso (uso justo) y mal
uso (uso tiránico) del mismo. El autor, desde el momento en que ha decidido
escribir un drama sobre el Rey tirano, opta por la segunda solución; este
proceso de uso tiránico se desarrolla a través de una serie de secuencias
asimismo integradas en otra macrosecuencia enclavada a la primera: la aparición
del deseo ilegítimo (el que el Rey siente por Nísida) y progresiva exigencia de
satisfacción, lo cual implica agresión al honor ajeno (el de Nísida y su padre
el Duque). La exigencia de satisfacción al topar con el obstáculo de la
oposición de Nísida conduce al Rey, tirano, a la ejecución de una serie de
crímenes; éstos efectuados, la consecuencia sintáctica y lógica es la de
posible venganza a sufrir que conduce al castigo del poder tiránico.
Para más información te remito a
mi humilde estudio sobre Guillén de Castro publicado en este mismo blog el 12
de mayo de 2013.
OBRA DE TEATRO:
Fuentes: Wikipedia y
Biblioteca Virtual Cervantes.
EL AMOR CONSTANTE.
Los que hablan en ella
son los siguientes:
EL REY
LA REINA
LA INFANTA (LEONORA)
NÍSIDA, dama
CELAURO, infante
EL DUQUE, padre de
Nísida
LEÓNIDO
ROSELA, niña
UN MAESTRO DE DANZAR
UN MÚSICO
CUATRO GRANDES
UN PASTOR VIEJO
CELANDINO, criado
TRES CRIADOS
CABALLEROS que acompañan
a la INFANTA y gente
Loa
No salgo a pedir que callen,
no a pedir silencio vengo,
que ya no se halla en España
ni en los más remotos reinos.
Ya en los alcázares sacros,
ya en los cristalinos cielos,
ya en los siete errantes signos,
ya en todos cuatro elementos,
ya en cuanto Telus ocupa
con su manto escuro y negro,
ya en los astros luminosos,
ya en los palacios de Febo,
ya en los campos, ya en los prados,
ya en los lugares plebeyos,
ya en los más peinados riscos,
ya en los más desiertos yermos,
ya en las plazas, ya en las calles,
ya en las ventas, ya en los pueblos,
ya en las fuentes, ya en los ríos,
ya en los jardines, ya en huertos,
ya ni en los cerúleos mares,
ya ni en casas, ya ni en templos,
ni en cuanto hay del Gange a Atlante,
ya no se hallará silencio.
¡Ah omnipotente fortuna,
y cómo es fácil tu crédito!
¡Ay cielo voluble y móvil!
¡Ay triste siglo del hierro!
¡Ay hambre sedienta de oro,
a cuántos hidalgos pechos
tu cruel maldad incita
a hacer negocios bien feos!
¡Ay vengativas discordias!
¡Ay pálido y torpe miedo!
¡Ay trabajos! ¡Ay desdichas!
¡Ay amor! ¡Ay duros celos!
¡Ay gran máquina del mundo!
Mas... ¡ay licencioso tiempo,
con qué ligereza pasas
y cuán veloz es tu vuelo!
¡Cómo encumbras al humilde
y humillas al altanero,
descasas a los casados
y cautivas los solteros!
Quitas mujer, das amiga.
Mas... ¿cómo es posible, tiempo,
que olvides discretos pobres
y quieras a ricos necios?
¡Ay silencio de mi alma!
Quédese aquesto en silencio,
que yo callaré verdades
bien a costa de mi pecho.
Murió el silencio ya, en fin,
ya, en fin, el silencio es muerto.
Envidiosos le mataron,
que ¿a quién no mataran ellos?
Crédito, fortuna, amor,
trabajos, desdichas, celos,
oro, bien, necesidad,
discordia, maldades, miedo,
mundo, temor, cielo y tierra,
mujeres, máquinas, tiempo,
envidia, discretos, pobres,
casados, ricos y necios,
todos estos le mataron,
y aquesto sé por muy cierto.
Y si queréis saber cómo,
estadme mi poquito atentos.
Cuando en descanso apacible,
en grave y profundo sueño,
en el silencio y aplauso
de la muda noche en medio,
los humanos dan reposo
a los miserables cuerpos,
cual si el licor de la Estigia
o el agua del río Leteo
los hubiera ruciado
ojos, sienes y celebros;
cuando, al fin, descansan todos,
y yo solo triste peno,
por medio de una ancha calle
vi venir un bulto negro,
y entre un susurrar confuso,
algunos suspiros tiernos.
Detuve el paso, paréme,
harto temeroso el pecho,
inquieto el corazón,
erizados los cabellos.
Ya que estuvieron más cerca,
vi cuatro enlutados cuerpos
con grillos y con cadenas,
todos cargados de hierro.
Llevaban cuatro mordazas,
y al mísero son funesto,
mil tristezas, mil gemidos,
ansias, congoja y lamentos.
Sustentaban en los hombros
tina ancha tabla o madero,
traída del sacro Gárgano,
sin duda para este efeto.
Iba de diez mil heridas
un hombre pasado el pecho,
y en cada herida tina lengua,
y a un lado aqueste letrero:
Éstas me dieron la vida,
y aquestas lenguas me han muerto.
Era la noche tan clara,
cual si la aurora en el cielo,
con su lámpara febea,
luz diera a nuestro hemisferio,
de suerte que pude ver
todo lo que iré diciendo.
Iba al otro lado escrito
aqueste epitafio en verso:
Bueno me ha dejado el tiempo,
y para mejor decir,
con tiempo para morir,
y para vivir sin tiempo.
Llevaba un purpúreo lustre,
un hermoso rostro bello,
que le juzgara por vivo,
a no saber que iba muerto.
No pude saber quién era,
y deseando saberlo,
lleguéme más, y en la boca,
llevaba escritos dos versos:
Aquí yace mi ventura,
y aquí dio fin el silencio.
De una novedad tan grande
quedé admirado y suspenso,
y por saber lo que fuese
quise ver el fin postrero.
Fueron saliendo hacia el campo,
y al fin me salí tras ellos,
y entre unos sombrosos árboles,
de hojosas ramas cubiertos,
cuyas levantadas cimas
competían con los cielos,
adonde nace una fuente
y despeña un arroyuelo,
que con raudo remolino
hace un sonoroso estruendo,
sobre una nativa piedra
pusieron el triste cuerpo,
y encima dél muchos ramos,
colocasia y nardo bello,
sagrado mirto y laurel,
y acanto florido en medio.
Y con yesca y pedernal
otros, encendiendo fuegos,
donde aplicaban olores,
quemando encienso sabeo,
al fin le dieron sepulcro,
y después de todo aquesto,
ocho funerales hachas
sobre el sepulcro pusieron.
No pude esperar a más,
porque ya iba amaneciendo,
y el ánimo no era tanto
que no le venciera el miedo.
Yéndome, pues, a mi casa,
vi llevar algunos presos,
por indicios desta muerte
condenados a tormento.
Vi que la justicia andaba
grande información haciendo
por saber quién le mató,
y nunca se ha descubierto.
Esto está en aqueste estado:
todos me tengan silencio,
porque el primero que hablare
he de decir que le ha muerto.
Jornada primera
Salen el REY y la REINA,
y un CRIADO con ellos.
REINA Deja el pesar.
REY Con dejarme
menor le harás.
REINA Señor,
que algún consuelo...
REY El mayor
para mí es no consolarme.
REINA Pues ¿de qué tu
rigor trata,
que mi consuelo no quieras?
REY Al afligido de
veras,
quien le consuela le mata.
REINA ¿Tanto te
afliges? ¿De qué?
REY (De no ver un ángel
bello.) Bajo.
REINA ¿Qué tienes?
¿Puedo sabello?
REY Por tu vida, no lo
sé;
porque a resolver me vengo,
cuando me contemplo así,
que el mayor mal que hay en mí,
es no saber lo que tengo.
REINA ¿No lo sabes?
REY Sé que muero
entre desdenes y enojos.
REINA Vuelve e mirarte
en mis ojos,
y verás tu mal.
REY No quiero
velle ni miralle.
REINA ¿No?
En gracioso extremo das.
Algo te importara más
que no lo supiera yo.
¡Ah Rey! ¿Que no has de acabar
de andar en tan ciego error?
REY De morir dirás
mejor,
como tú de porfiar.
¡Qué de paciencia se gasta
en sufrirte!
REINA Pues ¿qué haré?
REY ¿Qué me quieres?
Dejamé.
REINA Ea, no te enojes,
basta.
Dame la mano.
REY (¡Ah, demonio
para mí!)
REINA ¡Por vida mía!
REY (Cortada te la
daría Aparte.
por no verte. ¡Ah matrimonio,
cautiverio el más pesado!)
REINA ¿Quiéresme?
REY Como al vivir.
(¿Que haya un hombre de mentir
para parecer honrado?)
REINA Sabe el cielo que
te adora
la que te enfada y porfía.
REY (¡Ay dueño del alma
mía!) Aparte.
REINA ¿Por quién
suspiraste agora?
REY Suéltame, ¿que aun
suspirar
no me dejas?
REINA ¿Te he enojado?
REY Suspiro, que me has
cansado,
y he menester descansar.
REINA ¡Qué desengaños
tan buenos!
¿Que al fin nace tu desdén
de que no me quieres bien?
REY De mi desdicha a lo
menos;
que yo quisiera adorarte,
porque sé que fuera justo;
mas la voluntad y el gusto...
REINA Tienes, Rey, en
otra parte.
REY Tú lo dices, y es
verdad.
REINA ¿Tal escucho? ¡Ay
desventura!
REY ¿Puedo gozar, por
ventura,
el gusto y la voluntad?
Llegado a considerar,
culpado no puedo ser.
Sin amor ¿puedo querer?
Sin gusto ¿puedo gustar?
A Nísida quiero, y muero
porque el alma no la quiera,
y a ti quererte quisiera,
y por eso no te quiero.
Mas el rigor de mi estrella
es tan infelice y fuerte,
que ni me deja quererte
ni que deje de querella.
Con esto, debes pensar,
porque mi mal no te asombre,
que no está en mano del hombre
el querer y el olvidar,
y que estoy de pena loco,
llamando la muerte apriesa;
y sabe Dios que me pesa
de no quererte.
REINA No es poco.
REY Esto que escuchando
estás,
aunque el corazón te aflige,
con libertad te lo dije,
porque no me aflijas más.
Déjame morir. Si puedes
consolarme de otro modo,
gobierna mi reino todo,
gasta hacienda y haz mercedes.
Todo de ti lo confío,
y cuanto es mío te doy,
sino a mí, que tal estoy,
que es cierto que no soy mío.
REINA Bien desengañada
quedo,
tan medrosa de enojarte,
mi Rey, que voy a mirarte,
y he de mirarte con miedo.
Ya que me dejas, advierte
que has de gustar de que pida
que no dejes a tu vida
en las manos de la muerte.
Esas entrañas esquivas
no lo han de ser para ti.
Vive, pues vives en mí,
aunque sin quererme vivas,
REY No me llores, que
no estoy
muerto aún.
REINA No puedo más.
REY Si lloras me
matarás.
REINA ¿Que en nada
gusto te doy?
Gran desdicha.
REY Gran disgusto.
REINA Agora, Rey, has
de ver
lo que hago, por hacer
algo de que tengas gusto,
Id a la Infanta que venga... [Al CRIADO.]
(ya sólo para esto valgo)
porque podrá traer algo
con que a su padre entretenga.
Id al momento.
REY No vais. [Al CRIADO.]
REINA ¿Por qué, Rey?
REY ¡Válame Dios!
Acabaréisme las dos,
si las dos me consoláis.
REINA Id, y que venga
con ella
Nísida.
Vase el CRIADO
REY Su hermoso cielo
podrá darme algún consuelo.
REINA Consolaráste con
ella,
pues es tal tu desconcierto
que a esto pudo obligarme.
REY ¿El vella ha de
consolarme,
Reina, si el vella me ha muerto?
REINA Pues ¿más quieres
que miralla?
REY No, ni aun eso,
sólo espero.
Que yo he dicho que la quiero,
mas no que quiero gozalla:
que, aunque es verdad que la adoro
sería muy mal efecto
perder a Dios el respeto
y perderte a ti el decoro.
REINA Hubiérasme así
obligado...
a no sospechar que mientes.
REY De aquestos
inconvenientes
este pesar se ha engendrado.
Sale un CRIADO.
REINA ¿Viene?
CRIADO Lición de danzar
estaba tomando ahora.
REY ¿Quién?
CRIADO La Infanta, mi
señora.
REINA Aquí la podrá
tomar.
Entretendráse con danzas
el Rey. Que venga al momento
le dirás.
REY Mi pensamiento
no es amigo de mudanzas.
REINA Antes sí, pues se
mudó
de un gusto que ya atropella.
REY Es inconstante mi
estrella,
y por eso lo soy yo.
REINA Hacéis siempre a
vuestro modo,
siguiendo injustas querellas,
y después a las estrellas
echáis la culpa de todo,
y hacéis al saber agravio,
pues vence su inclinación.
REY Como en amor no hay
razón,
no hay enamorado sabio.
REINA Pues desa suerte,
señor,
el hombre que amor tuviere,
disculpará cuanto hiciere
con decir que tiene amor.
De que lo digáis me río.
REY Ése es pensamiento
loco;
que no digo yo tampoco,
que fuerza el libre albedrío.
Antes a decirte vengo
que puede hacer y no hacer,
mas forzarse a no querer
por imposible lo tengo.
Salen la INFANTA,
NÍSIDA, el MAESTRO de danzar, MÚSICO y dos CRIADOS.
REINA La Infanta viene.
INFANTA Inmortal
es su amor.
NÍSIDA Y mi desdén.
REY (Y el ángel viene
también,
que mi amor paga tan mal.)
INFANTA Verá vuestra
majestad
lo poco y mal que aprendí.
REY Bastaráme verte a
ti.
(¡Ay ingrata! Con la edad...
NÍSIDA (De ti me
aparten los cielos.)
REY ...va creciendo su
hermosura.)
REINA Déle el cielo más
ventura
que a su madre.
REY Y menos celos.
Y vos (abrasar me siento),
¿no os ocupáis en danzar?
NÍSIDA No, señor, por
no mudar
con los pies el pensamiento.
REY No perdáis las
esperanzas
de mudallo.
NÍSIDA ¿Cómo?
REY Pues
el tiempo os enseña, que es
maestro de hacer mudanzas.
REINA Daría alguno por
vellas.
Mucho, a fe, yo soy testigo.
NÍSIDA Hartas ha hecho
conmigo,
pero yo no pienso hacellas.
REY (¡Ah cómo ahora le
hablara Aparte.
si a solas hablar pudiera,
que quizá la enterneciera
si mis males le contara.
¡Ay Dios! que me siento arder
deste fuego que me toca,
mas tengo el agua a la boca
y no la puedo beber.
Que, por mi desdicha, amor
a esta pena me condena,
que es de Tántalo esta pena,
o la mía, que es mayor).
REINA (Elevado está en
miralla
como cosa milagrosa,
y ella, corrida y quejosa,
baja los ojos y calla.
¿Cómo puedo sufrir tal?
¿Que esto pase en mi presencia?
No tiene el alma paciencia
ni el sufrimiento caudal).
¡Ah, Rey!
REY ¡Ay cielos, señora,
cómo anduve descuidado!
REINA ¿Tan presto se os
ha olvidado
de que ha de danzar Leonora?
REY Ea, pues (duros
enojos),
dance.
REINA ¡Qué mal
danzarás,
si no guardas más compás
que le han guardado sus ojos!
Porque muy sin él miró
a su imagen o su estrella.
REY Dejad de afligirme,
y ella
dance mientras muero yo.
No aparta el REY los
ojos de NÍSIDA mientras se danza.
CRIADO 1º Bien danza.
CRIADO 2º Cosa escogida
el compás, la ligereza.
CRIADO 1º Pues ¿las
cabriolas?
CRIADO 2º Belleza
la mayor que vi en mi vida.
Pues ¿la niña?
CRIADO 1º Es de manera
que me asombra.
CRIADO 2º ¡Cosa rara!
Cuando el reino no heredara,
por esto lo mereciera.
CRIADO 1º ¡Cuál está el
Rey!, ¿no lo ves?
CRIADO 2º Todo el
tiempo que han danzado,
sus ojos no se han quitado
de la que sus ojos es.
REINA (¿Que esté tan
embebecido?)
¡Ya la danza se acabó!
REY ¡Oh, si me acabara
yo,
cuán dichoso hubiera sido!
REINA ¿Qué tienes?
Corrida quedo
de que no puedo agradarte.
¡Qué! ¿Nadie puede alegrarte?
REY Con nada alegrarme
puedo.
REINA Cantará Nísida un
poco
para suspender tu llanto.
NÍSIDA Mil años ha que
no canto,
ni tengo de qué tampoco.
Sin cuerdas el arpa está.
REY No poco gusto me
diera.
REINA Si falta alguna
tercera,
aquí está quien lo será,
pues ya, para prima, yo
no hago el son acordado.
REY Si las cuerdas me
han faltado,
Reina, la cordura no.
Y así, palabra te doy
que no hará que el seso pierda
ninguna tercera cuerda,
porque yo también lo soy.
No me tengas en tan poco.
REINA Basta lo que me
aseguras.
REY Ésas son muchas
corduras
para en presencia de un loco.
Porque esta melancolía
casi a ser locura viene.
NÍSIDA Mayor mal dice
que tiene
quien canta mal y porfía.
Por
eso para cantar
el ánimo no me ayuda.
REY Mal es de necias,
sin duda,
cantar mal y porfiar;
mas otro nombre le den
al amor, que es inmortal,
porque no es de necios mal
porfiar y querer bien.
INFANTA Cante, Sergio.
REINA En hora buena.
NÍSIDA Ninguno en eso
le iguala.
REY Que no es la música
mala
para aliviar una pena.
El que crecella desea
no es bien que en eso repare;
cante, pues, lo que cantare,
muy melancólico sea.
Y no temple, porque es cosa
que nunca esperarla pude.
El cielo el alma te mude,
Nísida ingrata y hermosa.
MÚSICO Sufrir agravios
del tiempo, Canta.
entre paredes y rejas,
donde apenas entre el sol,
entrará cuando entre a penas.
Anochecer con el llanto
y amanecer con las quejas,
dando el valor de los brazos
a los ojos y a la lengua.
Tener a mil sinrazones
sujeta la causa dellas,
y una sola confianza
contra infinitas sospechas.
¡Ay cárcel fiera!
¿Qué sufrimiento basta a tantas penas?
Llora NÍSIDA mientras
cantan.
REY (Lágrimas, mis
luces bellas,
¡oh celestiales despojos!,
lágrimas de tales ojos,
y ¿quién puede merecellas?
Para el infierno de amor
¿fáltame otra cosa, cielos,
sino esta pena de celos,
que sin duda es la mayor?)
INFANTA Buen tono y
letra escogida.
REY Y compúsola tan
bien...
MÚSICO Celauro, tu
hermano.
REY ¿Quién?
NÍSIDA (¡Ay Celauro de
mi vida!
Saltos me da el corazón).
REY (¡Qué tarde mi mal
sospecho! Aparte.
Muchas destas habrá hecho
en quince años de prisión.
Si le quiere bien, yo muero).
NÍSIDA (¡Qué mal he
disimulado!)
REY (Siempre el más
interesado
sabe su agravio el postrero.)
Pero ¿sería posible
sólo haberte enternecido
de haber el romance oído?
(¡Ay celos, dolor terrible!)
NÍSIDA (Mal disimula un
cuidado
la extremada voluntad).
REY (Daréle la
libertad,
que nunca le hubiera dado,
y así a la sospecha mía
haré segura certeza
si descubro en su tristeza
efetos de su alegría).
Agora, libre, podrá
dar muestras de su contento
en sus romances.
NÍSIDA ¿Qué siento?
¿Es verdad que libre está?
REINA ¿Ya está libre?
REY Sí, señora.
De los grandes obligado,
le libré, mas ha importado
estar secreto hasta ahora.
REINA Pues desengañado
estás,
aunque tarde, justo ha sido.
REY El Duque a librarle
ha ido.
NÍSIDA ¿Mi padre fue?
¿Yeso más?
(Corazón, que estás saltando
de placer, ¿si son quimeras?
Creo que sueño de veras,
o que lo escucho burlando,
y disimular podría).
REY (Muerto soy, no son
antojos,
pues lágrimas vi en sus ojos,
y agora veo alegría.
¡Qué de señales ha dado
de que al fin le tiene amor!
¡Cuántas veces el color
ha perdido y ha cobrado!
¿Será mi tormento eterno?
Pues si fui, puesto en balanza,
purgatorio en la esperanza,
ya soy en la pena infierno).
REINA ¡Ah, cómo el amor
le niega
los sentidos a un amante!
Sale un CRIADO.
CRIADO Agora llegó el
Infante.
REY ¡A qué buen tiempo
que llega!
NÍSIDA (Cielo,
favorable estrella,
¿es lo que escucho verdad?)
REY (Pues yo le di
libertad,
bien es que quede sin ella).
Salen el INFANTE
[CELAURO] y el DUQUE.
CELAURO (¿Que veré su
rostro bello,
sin que sus divinos brazos,
hechos amorosos lazos,
ciñan mi dichoso cuello?)
NÍSIDA (Él es, poderoso
cielo,
que viene, tras tanto afán,
menos mozo y más galán.)
CELAURO (¿Hay mayor
gloria en el suelo?
¿Si podré disimulalla?
Más valor es menester
para no darla a entender
que para estar sin gozalla).
Vuestra majestad me dé
las manos.
REY Sed bien venido.
CELAURO Que en todo mi
padre has sido.
REY (Y tu verdugo
seré.) Aparte.
Y los brazos quiero darte
CELAURO Después de la
bendición.
REY (Pues en mejor
ocasión Aparte.
servirán para matarte).
CELAURO Ya la Reina, mi
señora,
las pido.
REINA Líbreos de daños
el cielo.
INFANTA Infinitos años
tengáis libertad.
CELAURO Leonora,
sobrina, Infanta, el sentido
con el gusto me ha faltado.
REY (¡Qué presto se ha
declarado!)
CELAURO (Turbado estoy,
y corrido.)
NÍSIDA (Disimular con
callar
quise).
REY (Con mi agravio
lucho).
NÍSIDA (Mas quien
disimula mucho
no sabe disimular).
REY ¿Hubo alguna
novedad,
Duque, que pudiese vello?
DUQUE Lo que hay podrá
sabello
a solas tu Majestad.
REY ¿Será de pesar, por
dicha?
Luego lo quiero saber,
por irme, para no ver
tan de cerca mi desdicha.
REINA El cielo que esto
permite
por lo que él solo ha sabido,
a ti te vuelva el sentido,
o a mí la vida me quite.
Vanse todos, y quedan
CELAURO y NÍSIDA, y abrázanse.
CELAURO Remedio de
tantos daños,
placer que al alma enriquece,
claro día que amanece
en tinieblas de quince años.
Sol hermoso, alegre cielo,
cuyo divino arrebol,
como el cielo y como el sol,
luz ofrece y da consuelo.
¿Qué te miro?, ¿qué te toco?
Soñada será esta gloria,
así engaño la memoria
para no volverme loco;
pero ya la he merecido,
y que estoy loco confieso,
pues temo perder el seso
cuando lo tengo perdido.
¿No me respondes?
NÍSIDA Y ¿cuándo
se vio más sabrosa calma?
Mi bien, regalos del alma
mejor se dicen callando.
Mas no te quejes de mí.
CELAURO ¡Ah celestiales
despojos!
NÍSIDA Ya te responden
mis ojos
a lo que me dices; di.
CELAURO ¡Ah mi gloria!,
no podré
sin estarles ofendiendo,
que yo su lenguaje entiendo
pero hablalle no sabré.
Y así, quedo descontento,
pongo al cielo por testigo,
pues con sentir lo que digo,
no les digo lo que siento.
Pero quiero suspender
esta gloria que me han dado,
pues quedaré disculpado
si la dejo por saber
lo que saber no he podido,
aunque más lo deseé,
donde sin barbas entré,
y con ellas he salido:
que éste, mi hermano cruel,
conmigo tanto lo estaba,
que aun lugar no me otorgaba
para leer un papel;
mas ya me ofrece lugar
el cielo en que pueda ser.
NÍSIDA Mucho tienes que
saber,
y yo mucho que llorar;
pero, pues te tengo a ti,
segura estoy de vaivenes.
CELAURO Ya sin sentido
me tienes.
NÍSIDA ¿Oyes mis
desdichas?
CELAURO Di.
NÍSIDA Después que te
vi en prisión
con el rigor que tuviste,
por una falsa sospecha,
que a tu valor contradice,
pues sabes como quedé,
puedes pensar lo que hice.
Llegó la hora del parto,
¡imagina qué terrible!,
con mi camarera sola,
muerta de ver afligirme,
oyendo mis sordas voces,
y el cielo mi llanto humilde;
que así las voces y el llanto
salían del pecho triste,
tragando algunos suspiros,
al secreto convenibles.
Pero entre tantas congojas,
nunca el alma donde vives
dejó de adorar la causa
de dolor tan insufrible;
y después de haberme visto
cerca de la muerte, vime,
dando mil gracias al cielo,
aunque fatigada, triste.
De un niño recién nacido
con lágrimas despedíme,
y una cruz le puse al cuello
de esmeraldas y zafires,
y la sortija, con ella,
del diamante que me diste,
diciendo, al dármela, que era
menos que tu pecho firme.
Y por aquella ventana
que hace vista a los jardines,
Claudia se la dio a Crisanto
en una cesta de mimbres.
Y como su nacimiento
prometió suerte infelice,
saber de Crisanto y él
jamás ha sido posible.
Quedé sin padre y sin hijo,
casi a punto de morirme,
y así pasé algunos años,
tan largos como infelices,
hasta tenellos peores,
que me pareció imposible;
porque el Rey, tu hermano, ha dado,
mi Celauro, en perseguirme,
tan ciego de sus antojos,
que sin concierto los sigue,
pues todo el reino los sabe
y todo el mundo los dice.
La Reina muere de celos,
no porque agravio le hice,
porque ruego al justo cielo
con su rigor me castigue,
poniendo en su hermoso sol
para mí un eterno eclipse,
la tierra no me sustente,
la mar sus aguas me quite,
sucedan para mi daño
los mayores imposibles,
no pueda verme en tus ojos,
ni tú en mis ojos te mires,
y véame en los del Rey,
que me agravia y me persigue,
que es la mayor maldición
con que puedo maldecirme,
si a ella ni a ti ofendí
en un cabello, una tilde,
en quince años que ha que faltas,
por lo que el cielo permite.
Que aunque cuando me dejaste,
apenas llegaba a quince,
en el destierro y en todo
puedo compararme a Ulises.
CELAURO El cielo que
nos ampara
quiso así, Nísida mía,
templar tan grande alegría,
para que no me acabara.
El perder un hijo siento,
mi gloria, como es razón;
mas la postrera ocasión
es de mayor sentimiento.
¿Y siempre el Rey persevera
sin que tu pecho se ablande?
Ese imposible tan grande
sólo de ti le creyera.
Porque soy de parecer,
mi Nísida, por tu vida,
que no hay ninguna querida,
que no se deje querer.
NÍSIDA Luego ¿en mi
ofensa acomodas
esos pareceres?
CELAURO No;
que a ti el cielo te crió
muy diferente de todas
en belleza y en cordura.
NÍSIDA Tarde a
disculparte vienes.
CELAURO Y hace adorar
tus desdenes
el extremo de hermosura.
Ella hizo, siendo así,
él constante y tú cruel,
nuevos efetos en él
y nuevo milagro en ti.
Ya te enojabas.
NÍSIDA Amigo,
cuando él llorando me nombra,
adorando estoy tu sombra.
CELAURO No te enojes si
te digo
que temo, no que sospecho,
lo que un rey podría hacer.
NÍSIDA Él es rey, y tú
has de ser
el que reinará en mi pecho.
De mí te puedes fiar.
¿Puede un rey...
CELAURO De ti me fío.
NÍSIDA ...forzar el
libre albedrío,
que Dios no quiso forzar?
Para dejar de quererte
sólo el morir será parte.
CELAURO A ti poco es
adorarte.
NÍSIDA Bien puede darme
la muerte.
Pero...
Desmáyase.
CELAURO Mi gloria, ¿por
qué
esta mudanza?
NÍSIDA ¡Ay de mí!
Mi bien, a la muerte vi
al punto que la nombré.
CELAURO ¿Qué
imaginación, qué daño
destos agüeros sospecho?
Esta vez, Nísida, has hecho
caso en ti no poco extraño.
Ea, los ojos levanta;
¿dónde tu valor está?
NÍSIDA Verdadero ¿qué
hará,
pues que imaginado espanta?
No son verdades dudosas
las que este extremo han causado.
CELAURO Ya vuelve el
color rosado
a las mejillas hermosas.
Sale el REY.
REY ¡Cual me lleva el
ansia mía!;
mas como en celos me quemo,
voy buscando lo que temo,
y hallo lo que temía.
NÍSIDA El Rey viene.
CELAURO Amargo punto;
¡qué mal hice en descuidarme!
REY ¿Hay más fuego que
enviarme
en todo el infierno junto?
¿Cómo, desvergüenza tal
en mi palacio está bien?
CELAURO Quedó a darme
el parabién,
y hubiera de ser por mal.
Pues de uno, cuyos rigores
le quitaron el sentido,
casi muerta la he tenido.
REY (Sería muerta de
amores.)
Esta libertad es mucha;
pero, pues yo te la he dado,
yo solo soy el culpado.
No me repliques.
CELAURO Escucha.
REY No hables. Vos ¿qué
decís?
¿Sólo para mí hay rigor?
¿Qué se ha hecho el santo honor
que alabáis y bendecís?
¿Agora tanta terneza?
NÍSIDA Yo he de morir y
callar.
REY Quisiera hacerte
apartar
de los hombros la cabeza;
pero por otro camino
más llano pienso obligarte.
Oye, Celauro, a esta parte.
CELAURO (Ya mi desdicha
imagino.)
REY ¿No soy tu hermano?
CELAURO Está llano.
REY ¿Soy tu rey?
CELAURO Y lo serás.
REY Pues yo he de ver
qué harás
por tu rey y por tu hermano.
CELAURO Cuanto puede
hacer un hombre,
por mi hermano y rey haré;
sin recelo emprenderé
imposibles en su nombre.
Gobernaré, como quiera,
del sol los rubios caballos,
y aun emprenderé a parallos
en medio de su carrera.
A nado osaré pasar
todo el mar, y su agua es poca,
y mediré con la boca
cuanta arena tiene el mar.
En cualquier guerra trabada,
cual si fuera de diamante,
le pondré el pecho delante
a los filos de una espada.
Y sin muestras de tristeza,
por escusalle un cuidado,
con esta que traigo al lado
me cortaré la cabeza.
Y haré más, si puede ser.
REY Bastantemente me
pagas.
Mas ya no quiero que hagas,
sino que dejes de hacer.
CELAURO (Sin duda mi
mal es cierto.) Aparte.
Pues ¿qué tengo de dejar?
Hermano, dejar de amar
a Nísida.
CELAURO (Yo soy muerto.)
NÍSIDA (El daño que
allí se esconde,
ya me le dice el amor;
perdido todo el color,
ni le mira ni responde).
¡Triste de mí!
REY (¡Cuál quedó!
Mi mal la disculpa en todo).
CELAURO (Bien mi
desdicha acomodo.
¿Daré la palabra? No,
porque no la cumpliré,
si aquí a pedírmela viene.
¿Qué importa? Cumplir se tiene,
aunque forzada se dé...)
REY De lo que dudas me
espanto,
después de ofrecerme cosas
imposibles y espantosas.
CELAURO Ninguna, señor,
lo es tanto.
Las que te ofrecí, no niego,
como tu gusto las quiera;
manda que suba a la esfera,
donde me convierta en fuego,
y que pase el cuerpo solo
la furia del mar crecida,
y que con la boca mida
desde el uno al otro polo.
Que ponga el pecho a una espada
por guardarte a ti un cabello,
y que aquí me corte el cuello
con la que tengo empuñada.
Todo lo haré, y eso no.
Que hacer, señor, de manera
que a mi Nísida no quiera,
el cielo puede, y yo no.
REY (Por el cielo
soberano,
que me ha dejado corrido).
¡Oh, villano mal nacido,
mi enemigo, y no mi hermano!
¿Que tal a decirme ensayas?
NÍSIDA (Colérico está
¡ay de mí!)
REY ¿Podrías irte de
aquí,
como yo hacer que te vayas?
NÍSIDA (¿Que le ruega
arrodillado?)
REY Vete, ¿qué
esperando estás?
Y por fuerza, necio, harás
lo que pudieras de grado.
Vete.
CELAURO (Si voy me
destruyo;
pues quedarme he, a su despecho.)
REY Vete (y probaré en
su pecho
lo que no puedo en el tuyo).
CELAURO ¿Hay paciencia?
NÍSIDA (¿Hay desventura
que mayores daños haga?)
CELAURO (¿Daréle con
esta daga
la muerte que me procura?
Es mi rey).
REY ¿Quieres probar
mi rigor, que ya se tarda?
¿No te vas? ¡Ah de la guarda!
CELAURO (El ángel
puedes llamar).
NÍSIDA ¡Ay Dios! ¿Por
qué no te vas?
Piensa que quedo, señor,
tan segura en mi valor
como en tu presencia, y más.
CELAURO Voyme, porque
esta razón
remedia mi desatino.
(Mas llamaré de camino
quien le quite esta ocasión).
Vase.
REY (Pues para el bien
soberano
que ya el alma se promete
la ocasión me da el copete
y la fortuna la mano,
locura será esperar,
pues lágrimas y cuidado,
que en mil siglos no han bastado,
ahora no han de bastar).
Nísida, cierra los labios,
que muero de amor y celos.
NÍSIDA Justicia guardan
los cielos,
y no consienten agravios.
Quien tiene ventura corta,
séalo en todo.
NÍSIDA Injusta ley.
REY Y ¿es razón que
muera un rey?
NÍSIDA Si es tirano,
poco importa.
Tu mal intento corrija
el cielo, pues tal ordena.
REY Es del infierno mi
pena.
Herido te ha tu sortija.
Sangre te pudo sacar.
Si es diamante, no te espante,
pues es cierto que un diamante
con otro se ha de labrar.
NÍSIDA Mi sangre has
visto, y el vella
no me ha sido de provecho;
más duro tienes el pecho,
pues no se ablanda con ella.
Mas ¿qué efetos...
REY No des voces.
NÍSIDA ...hará en ti,
duro homicida,
pues siendo tan conocida,
la ves y no la conoces?
Sale la REINA.
REY La Reina viene.
REINA ¿A qué vengo
sino a ver?...
REY ...Un desdichado.
NÍSIDA Por haber tanto
callado,
confieso que culpa tengo.
Mas, pues llegas a ocasión
que el callar mi desventura,
como entonces fue cordura,
agora fuera traición,
lastímete el ver mi afrenta,
viendo en mi honor lo que pasa;
que mientras está en tu casa,
es cierto que está a tu cuenta,
y que el Duque, mi señor,
a mis desdichas ausente,
demás de ser tu pariente,
es en tu reino el mejor;
mi sangre también, por vella
en tu presencia verter,
que tuya debe de ser,
pues que tienes parte en ella;
y esta hermosura, aunque ha sido
ocasión destos enojos;
las lágrimas de unos ojos
que jamás te han ofendido.
Y de quedar ofendida,
a fuerza de mis razones
me quita las ocasiones,
o no me dejes la vida.
REINA Mira en Nísida y
en mí,
mis desdichas y tu enredo,
y juzga después si puedo
quejarme al cielo de ti.
REY ¿Cómo puedo eso
juzgar?
Pues que sin juicio estoy,
tras mis antojos me voy.
Loco estoy, mándame atar.
REINA En el discurso
pasado,
si no es que mal se me acuerda,
el haber yo sido cuerda
pudiera tenerte atado.
Mas que esto mismo te dio
más libertad, imagino.
REY Conozco mi
desatino,
pero tu cordura, no.
REINA No te disculpes
tampoco
con publicar tu locura,
que es género de cordura
el conocer que estás loco.
Y culpa llega a tener,
que merece pena igual,
quien conoce que hace un mal
y no le deja de hacer.
REY Mal sabes, Reina,
el exceso
del rigor de mis tormentos,
pues con tales argumentos
quieres apurarme el seso.
A tan gran desdicha llego,
que, en mi amorosa conquista,
tengo del lince la vista,
y tropiezo como ciego.
Con ser de fuego mi aliento,
deja helado cuanto toca;
siempre yerro con la boca
lo que acierta el pensamiento.
Quiero mudar el querer,
y no hay cosa que le tuerza;
soy Alcides en la fuerza,
y vénceme una mujer.
En las desdichas que toco,
la causa porque me pierdo,
es que pienso como cuerdo
y procedo como loco.
Y por el Dios soberano,
que con esto me castiga,
que no miento, aunque te diga
que no está más en mi mano;
y así vengo, Reina, a estar,
aunque bien desengañado,
como el que juega picado,
que no se sabe dejar.
Como un valiente lidiando
con muchos, que, por no huir,
teniendo cierto el morir,
se arroja a morir matando.
Y, con el fuego sin tasa,
en que me siento abrasar,
como quien se arroja al mar
cuando la nave se abrasa.
Y vengo a determinarme,
pues son mis desdichas tales,
que por huir de mis males
he de morir o matarme,
si no es que en la boca veo
de la que fue mi homicida
una palabra fingida
con que engañar el deseo.
REINA ¿Que tan bien
resuelto estás?
REY Rabio y muero en
sus desdenes.
REINA Como tanta pena
tienes,
por eso tanta me das.
Sin duda, Rey, que resulta
tu confuso desconsuelo
de algún juicio del cielo,
y tiene la causa oculta.
Y que, al fin, si una palabra
no dice con que engañarte,
¿has de morir o matarte?
REY Tal furia en mi
pecho labra.
REINA Pues que se lo
ruegue es justo;
que soy mujer, y mi amor
sin duda será mayor,
si ofendo por él mi gusto.
Nísida, el desdén reporta
en que tu enojo te ha puesto,
y da gusto al Rey en esto,
que a ti tan poco te importa.
Suspende su amargo llanto,
no des muestras de cruel.
Pues tus palabras en él,
aun fingidas pueden tanto,
y las mías, verdaderas,
en él tampoco han podido.
De veras esto te pido.
NÍSIDA ¿Para ofenderte
de veras?
REINA Poco ofende tus
intentos
lo que fingido ha de ser.
NÍSIDA Es muy de reyes
querer
lisonjas y fingimientos,
pero yo no se las doy
por lo que mi honor señala.
¿Yo he de fingir que soy mala,
sabiendo que buena soy?
Tal cosa no ha de poder
conmigo vuestro interés;
que quien finge que lo es,
de veras lo viene a ser.
Que esta fe que al honor toca
la de Cristo ha de imitar,
que no la puede negar
el corazón ni la boca.
Pero de ti, que porfías
en eso, puedo quejarme,
pues en vez de consolarme,
doblas las ofensas mías.
Para obligarme a los daños
que con mi valor resisto,
¿qué libertades me has visto,
señora, en tan largos años?
Cuando te suplico más,
con lágrimas y razones,
que me quites ocasiones,
a más agravios las das.
REINA Esa razón es tan
fuerte,
que me ha dejado corrida.
Más ¿ha de quedar la vida
de un rey cerca de la muerte?
No es razón.
NÍSIDA ¿No? Pues ¿qué
ley
puede obligarme en rigor
a que a costa de mi honor
sustente la vida un rey?
Y más la de un rey, o un hombre,
que a la razón dio de mano:
que a un rey, en siendo tirano,
pueden quitalle ese nombre.
REY Ya es mi paciencia
sobrada.
¿De honra blasonando estás,
sabiendo que tienes más
de atrevida que de honrada?
¿No sabes que llegué a ver
la que tienes? ¡Ah, traidora!
¿Honra nos vendes ahora?
NÍSIDA Y mucha puedo
vender.
Voyme. (Que algún testimonio
me ha de levantar sospecho).
Vase.
REY Mas ya siento que
en el pecho
se me reviste un demonio.
Del todo el alma está ciega.
REINA Señor, ¿dónde
quieres ir?
REY Por no dejarme
morir,
a tomar lo que me niega,
y pues de la honra se precia.
¿La vida le he de perder?
Déjame, que yo he de ser
Tarquino desta Lucrecia.
Vase.
REINA Sin duda, pues no
te ha dado
vergüenza mi obligación,
que tienes el corazón
más de infame que de honrado.
¿Es verdad que sus orejas
me oyeron, Dios soberano?
Mas, sin duda, de tu mano,
por castigarle, le dejas.
Salen el REY, NÍSIDA y
el DUQUE, su padre, con la espada desnuda, deteniendo al REY.
REY ¿Contra mí desnuda
espada?
REINA ¿Qué veo, enemiga
suerte?
DUQUE No lo está para
ofenderte,
que la rige mano honrada.
Nadie me puede culpar,
que nunca he sido traidor,
pero defiendo el honor
que tú me quieres quitar.
Y por ser esto sin duda,
defiende mi calidad
una desnuda verdad
con una espada desnuda.
REY Hola, criados. ¡Sin
falta!,
que falta en vosotros ley,
pues en palacio un rey
os pide ayuda y le falta.
Salen algunos CRIADOS,
y el REY toma la espada del uno, y dale en la cabeza al DUQUE.
Pero mi brazo ofendido
tu justo castigo empieza.
DUQUE Hiere, Rey, una
cabeza
que de tu parte lo ha sido.
Que no la defiendo yo,
porque conozcas así
que mi honor te defendí,
pero mi cabeza no.
Haz en ella a tu albedrío,
que mi honor te defendía,
porque si ella es tuya y mía,
el honor es sólo mío.
Sale esta sangre que ves
a darme honrados despojos,
porque viéndola tus ojos,
te acuerdes que limpia es.
¡Cómo quedara corrido,
a no estorbar tu inclemencia,
pues saliendo en tu presencia,
manchada hubiera salido!
Mira, y en ella verás
que puede mirarla Apolo;
que soy yo tal, que tú solo
el ser mi rey tienes más.
REY Matalde.
DUQUE ¡Eso no,
villanos!
REY ¿En mi cara tanta
mengua?
DUQUE Que para el Rey
tengo lengua,
mas para vosotros manos.
REINA Suspende, Rey,
tan riguroso efeto,
movido de piedad.
NÍSIDA Virgen sagrada,
sus canas y su edad ¿no os dan respeto?
Sale CELAURO, desnuda
la espada.
CELAURO Pues tenedle al
acero desta espada,
que vuestras vidas dejará difuntas,
de tantas sinrazones obligada.
REY Dejad al viejo
Duque, y todas juntas
volveldas contra el pecho de este infame,
adonde prueben sus agudas puntas.
CELAURO El que eso
hiciere, honrado no se llame,
y ninguno lo emprenda que no quiera
resbalar en la sangre que derrame.
Y tú, enemigo hermano justo fuera
darme la muerte a mí?
REY Muerte merece
el que mi corte y mi palacio altera.
Y así, el castigo justo se le ofrece.
¡Matadle!
CELAURO Si en tu tierra
me condenas,
el mundo es grande...
REY ¿Nadie me obedece?
CELAURO ...y del
injusto daño que me ordenas
me librarán los cielos soberanos,
y podré guarecerme en las ajenas.
No todo se gobierna por tus manos,
que reinos tiene el mundo y reyes tiene,
y no todos injustos y tiranos,
y posible será que el cielo ordene
que alguno, de mis lástimas movido,
tu parecer y tu rigor condene.
Entonces podrá ser que, un ofendido,
a esta tierra, de ti tiranizada,
triunfante vuelva, como sale huido.
Entonces, Rey, verás desenvainada
la espada de justicia, cuando quieras
ver de tus tierras mi pujante armada.
Porque verás de naves y galeras
cubierto el mar, y tremolar al viento
flámulas, gallardetes y banderas.
Entonces, Rey, con miedo y con tormento,
les faltará valor a tus cuidados,
como ahora les falta sufrimiento.
Pues cuando desembarquen mis soldados,
dando su acero al sol luciente y puro,
tus campos talen, roben tus ganados,
en tu palacio no estarás seguro,
donde agora tu gusto se regala.
Cuando entre tu ciudad, rompiendo el muro,
y no bastando arrojadiza bala,
porque el mundo esta hazaña me atribuya,
yo subiré el primero por la escala.
Entonces, cuando el cielo te destruya,
esta espada verás, tan limpia agora,
manchada de sangre, derramar la tuya.
REY La tuya ha de
verterse, que es traidora,
y por ver declaradas tus cautelas
hasta agora esperé, pero ya es hora.
La vida he de quitarte, si no vuelas.
CELAURO Defenderéme,
infames, entre tanto
que no pongo a un caballo las espuelas.
Vase CELAURO, y el REY
le sigue luego.
REY Moriré de congoja,
cielo santo,
si yo mismo tras él no voy corriendo.
¡Llevad al Duque preso!
NÍSIDA De mi llanto
se duela el justo cielo.
REINA ¿Qué estoy
viendo?
De desdichada llevaré la palma.
DUQUE Mi honor, hija
del alma, te encomiendo.
NÍSIDA Y yo al cielo la
vida de mi alma.
Vanse todos.
Jornada segunda
Salen LEÓNIDO y ROSELA.
LEÓNIDO Y dime, Rosela
mía,
¿solos papeles te dan
para el galán que te envía?
ROSELA Lo que traigo te
diría,
mas ¿si me azotan?
LEÓNIDO No harán,
mi niña. Yo te daré
dos cintas para el trenzado.
ROSELA Leónido, sabrás
que
su misma cara me ha dado
para que le diese.
LEÓNIDO ¿A fe,
su retrato? Muestra, a vello.
ROSELA Malos años, no
haré tal.
LEÓNIDO Yo te mando de
coral
una sarta para el cuello.
ROSELA Y ¿otras niñas
me verán
con ella?
LEÓNIDO Y hermosa y
grave
por ella te llamarán.
ROSELA Y ¿si mi madre
lo sabe
y me azota?
LEÓNIDO Qué no harán.
ROSELA Tómala.
LEÓNIDO ¡Qué hermosa
dama!
¿Su nombre acaso sabrías?
ROSELA Nise o Nísida se
llama.
LEÓNIDO ¿La que anda ha
tantos días
en las lenguas de la fama;
por quien Celauro ofendido,
emprendió aquella jornada,
que tan infelice ha sido,
que en la mar perdió su armada
y en la tierra fue vencido?
¿Si es él el que está en su casa,
porque una infelice suerte
a mayores daños pasa?
ROSELA No lo sé,
lágrimas vierte,
y entre suspiros se abrasa;
de ordinario, el que le dije,
pobre infante, llora mucho.
LEÓNIDO Siempre el alma
se me aflige
cuando sus cosas escucho;
tú, niña, el hablar corrige.
ROSELA No dije palabras
tales.
Ya sé que este Bercebú
del Rey procura sus males,
y no todos dan corales
por saberlo, como tú.
LEÓNIDO Esta imagen
vuelvo a ver,
que sin duda es milagrosa.
Más es ángel que mujer.
¿Quieres hacer una cosa?
ROSELA ¿Tantas cosas he
de hacer?
LEÓNIDO Préstamele un
rato.
ROSELA ¿El qué?
LEÓNIDO Por tu fe,
hermosa zagala.
ROSELA Tanto harás, que
te diré
que te vayas noramala.
LEÓNIDO Rosela, yo te
daré
una patena y, colgada
de las sartas, te estará
muy bien.
ROSELA Y yo, desdichada,
iré a mi madre sin nada,
y azotaráme.
LEÓNIDO No hará;
no digas que te la dio
esa dama, y puedes ir;
y en volviéndotela yo,
dásela, y podrás decir
que el dalla se te olvidó.
ROSELA ¡Con qué de
cosas me obliga!
¿En efeto me has de dar
sarta y patena?
LEÓNIDO Sí, amiga.
ROSELA Voyme, pues lo
ha de pagar
el envés de la barriga.
Vase.
LEÓNIDO Dios te guíe.
Aquí sentado
contemplaré esta figura.
¡Oh soberano traslado!
¿Qué tienes en la hermosura,
que entretienes el cuidado?
Con un tierno sentimiento,
que gloria del alma es,
te ha cobrado el pensamiento
un amor sin interés
y una pasión sin tormento.
De suerte el alma le siente,
que este amor, aunque inmortal,
que tengo a tu dueño ausente,
le imagina natural,
pues no le causa accidente;
no el deseo de inquieto
le causa, y es peregrina
la que produce este efeto,
pues como a cosa divina
le tengo amor y respeto.
Pondréte en el corazón,
pues solemnizan sus alas,
mi Nísida, esta ocasión;
con tu nombre las regalas,
sin duda que tuyas son.
De hoy más tendré por mi dueño,
a tu retrato, en tu nombre.
Sueño me da y no pequeño;
mas venturoso es el hombre
que sólo se rinde al sueño.
Sale la INFANTA de
monte, sola.
INFANTA ¡Que una
corcilla herida
tenga ligereza tanta!
Corriendo vengo, y corrida,
más ligera que Atalanta,
y por ligera perdida.
Mi gente atrás he dejado
un cuarto de legua y más,
y un caballo he reventado,
que, de puro espoleado,
al viento dejaba atrás.
Allí está un hombre dormido.
Poca pena le darán
celos, ausencia ni olvido...
Y en su traje es muy galán.
El rostro no me ha ofendido,
ni erraré cuando le mire,
aunque a su esperanza aspire,
porque yo querría el hombre,
ni tan feo que me asombre,
ni tan bello que me admire.
Galán es, no hay que dudar.
Sus buenos hados le den
cuanto llegue a desear,
que yo no puedo negar
que me ha parecido bien.
Pero a mi valor, amor,
en esta ocasión le pones;
mas tú me le das mayor;
¿que quien no tiene ocasiones,
qué hace en tener valor?
Pero ¿qué en la mano tiene?
¿No es retrato aquello? Sí.
Burlarle ahora conviene,
pues uno que tengo aquí
tan al propósito viene.
Truécale el retrato.
Llamará mano cruel
la que le quitó el retrato,
y a su dueño poco fiel;
y yo tendré muy buen rato
si me conoce por él,
que sin duda a mí vendrá,
pues le dejo puerta abierta,
con la ocasión que le da
mi burla. Voyme, que ya
me parece que despierta.
Vase.
LEÓNIDO Tente, espera.
¿Puede ser?
¿No es muy bueno? Que soñaba
que el corazón me arrancaba
la mano de una mujer...
Y antes me daba contento
que pesar. En un abismo
de confusiones me siento.
O me engaña el pensamiento,
o es éste su rostro mismo,
o es verdad que siempre sueño,
o estoy loco. ¿No tenía,
habrá rato harto pequeño,
un retrato, a quien decía
que era esclavo de su dueño?
Y ¿no le tuve en mi palma,
como mi alma, aquel rato?
¿Quién me deja en esta calma?
¿Quién me ha trocado el retrato,
y con el retrato el alma?
Tuve un tierno sentimiento
sin interés ni disgusto;
pero ya en el pecho siento
el interés, para el gusto,
y para el alma el tormento.
Imaginar es mejor
que es permisión de los cielos:
tal es del pecho el ardor,
que sólo me faltan celos
para entender que es amor.
Sale la INFANTA y
cuatro o cinco CABALLEROS de acompañamiento.
CABALLERO 1º ...Y como
te vi volar,
quité el rigor a la espuela.
INFANTA Nunca alcanza,
si no vuela,
el que procura alcanzar.
Tenlo por averiguado:
a más de uno ha sucedido,
volando, quedar corrido
de nunca haber alcanzado.
LEÓNIDO ¿Qué gente es
ésta? ¿A qué, ahora,
me vinieron a estorbar?
INFANTA Allí está. Yo
he de gustar
de lo que me dice agora.
LEÓNIDO El rostro que
estoy mirando
¿no es el que en la mano tengo?
Casi a persuadirme vengo
que aun ahora estoy soñando.
Pero no. Imagino bien,
que estoy despierto. ¿No es cierto?
Mas, soñar y estar despierto,
suele suceder también.
¿Tengo sentido? ¿Estoy loco?
¡Con qué de ilusiones lucho!
¿No me hablo? ¿No me escucho?
¿No me miro? ¿No me toco?
Ni sueño ni estoy dormido,
cierta esta gloria será.
INFANTA Gusto de ver
cuál está,
elevado y suspendido.
CABALLERO 1º ¿Qué hace
aquí aquel villano?
INFANTA Dejalde, que
bien se emplea.
CABALLERO 2º Con la
vista se pasea
desde tu rostro a su mano.
CABALLERO 3º ¡Oh, qué
gentil bobarrón!
CABALLERO 4º Loco sin
duda será.
CABALLERO 1º ¿No le
miras cuál está?
Llega a dalle un pescozón.
Dale un pescozón.
CABALLERO 3º Señor
tonto, sobre amante,
ahora te volverás.
Que siempre caen atrás
los que no miran delante.
LEÓNIDO (Si el agravio
que me toca
no vengo con estos brazos,
arrojaré, hecho pedazos,
el corazón por la boca.
¿Cómo mi rabia infinita
con esta gente no cierra?
Pero las venganzas yerra
el que así las precipita.
Si espada no traigo al lado,
el matarme será cierto.
¡Qué bueno quedaré muerto,
y sobre muerto, afrentado!)
INFANTA ¡Que le den
esta ocasión,
y venganza no procura!...
Mal empleada hermosura.
CABALLERO 4º No
aprovecha la lición.
INFANTA Viendo un
cobarde ofendido,
más necia que él he quedado;
que no puede ser honrado
hombre que no es atrevido.
LEÓNIDO (¡Oh, que buena
traza es
la que a mi afrenta acomodo!)
¿Piensan que lo saben todo?
¡Si me conociesen, pues...!
Luego verán claro indicio,
si me quieren escuchar,
de que en todo este lugar
no hay hombre de más juicio.
¡No es tan agudo y tan pronto
el hijo del sacristán!
INFANTA. Él es tonto y
es galán,
que viene a ser galán tonto.
CABALLERO 1º Bello
animal ¿qué hacer sabes?
LEÓNIDO Si puedo, yo os
lo haré ver.
CABALLERO 1º ¿Qué sabes
hacer?
LEÓNIDO Sé hacer
cosas sutiles y graves.
Si me diesen una espada,
maravillas aquí haría.
INFANTA Dénsela, por
vida mía.
CABALLERO 1º Vesla aquí
desenvainada.
Debe ser volteador.
LEÓNIDO ¡Favor, cielo
soberano!
Pero no hay cobarde mano
si la gobierna el honor.
Agora que puedo, y pago
mi agravio y vuestro desdén,
veréis, pagándolas bien,
las maravillas que hago.
Y tú, que los acuadrillas,
toma el primero.
CABALLERO 3º ¡Ay de mí!
LEÓNIDO Maravillas
ofrecí,
y pienso hacer maravillas.
INFANTA Eso sí, muera
tu afrenta,
joven gallardo, en sus vidas.
Que yo pongo esas heridas,
pues tú las das, a mi cuenta.
(¡Qué gusto que da miralle!
Con razón me daba espanto,
ver que desdijese tanto,
el corazón con el talle).
Voces dentro.
VOCES ¡Sergio, Claudio,
Anteo!
CABALLERO 1º ¡Espera,
probarás nuestro rigor!
CABALLERO 3º ¡Muera el
villano traidor!
INFANTA No es traidor,
ni es bien que muera.
Muchos sobre él han cargado,
valdréle en esta ocasión.
CABALLERO 3º ¡Al león,
guarda el león!
Sale un león.
INFANTA ¡Ay Dios!
Sale LEÓNIDO, con la
espada desnuda.
LEÓNIDO ¿Sola te han
dejado?
Detente, espera.
INFANTA No puedo
dejar de dar a los pies.
Este miedo que en mí ves...
LEÓNIDO Espera, no
tengas miedo,
muestra el pecho descuidado;
que, pues me ha esforzado el verte,
al león daré la muerte
por el miedo que te ha dado.
Porque veas que soy hombre
que de león tengo el ser,
pues le viene a parecer
así el pecho como el nombre.
Éntrase el león, y
LEÓNIDO tras él.
INFANTA Gallarda
resolución,
desenvoltura extremada:
a tu amor, como a tu espada,
ha de rendirse el león.
¡Cuán sin miedo ni embarazo
furioso le ha acometido!
Por la boca le ha metido
toda la espada hasta el brazo.
¿Qué cielos fuerzas te dan,
y qué humanos no te adoran?
Si estas cosas no enamoran,
¿qué otras algunas podrán?
Vencida estoy, no hay dudar,
quiérote como al vivir;
mas ¿quién no se ha de rendir
viéndote herir y matar?
Y estimaré que me quieras,
esto está puesto en razón,
porque hombres de veras son
para queridos de veras.
Sale LEÓNIDO, y arrodíllase
ante la INFANTA.
LEÓNIDO Si alborotando
tu gente,
te ofendí, y no te ha quitado
aquel enojo pasado
este servicio presente,
la espada y el pensamiento
rendidos pongo a tus pies,
porque esta sangre que ves
les ha dado atrevimiento;
que ella tiene algún valor,
porque de un león ha sido,
y, por haberse vertido
por ti, le tiene mayor.
Y si, en empresa tan alta,
que a las mayores excede,
el que la tiene no puede
suplir al que ánimo falta,
mezclárase con la mía,
y algún valor le dará,
pues, contemplándote, ya
la siento en mis venas fría.
¡Qué soberana hermosura!
Pues los cielos soberanos
ponen mi vida en tus manos...
INFANTA Para tenella
segura.
LEÓNIDO Y aunque me
venga a faltar
la vida, el alma y el seso,
que estoy turbado confieso.
Pero ¿quién no lo ha de estar?
De verme así no te asombres,
pues fue tu belleza parte.
INFANTA Has vencido sin
turbarte
un león y tantos hombres,
y ¿una mujer pudo hacer
tanto en ti? Mucho me admiro.
LEÓNIDO Y si a todo el
cielo miro
cifrado en una mujer
bien quedaré disculpado,
pues viendo cosa tan rara,
menos discreción mostrara
si no me hubiera turbado.
Perdona, si mis razones
te ofenden.
INFANTA Puedes decirme
cuantas quieras, y pedirme
premios, en vez de perdones.
Póstrase a besarle los
pies.
LEÓNIDO Dame.
INFANTA Levántate,
amigo.
LEÓNIDO Dulce nombre,
Si lo fuera.
INFANTA (¡Quién
levantarte pudiera
hasta igualarte conmigo,
que no dudara en tenerte
por amigo verdadero!
Con todo, honor, yo le quiero,
aunque no para ofenderte).
Amigo...
LEÓNIDO ¿A qué gloria
vengo?
INFANTA ¿Cómo es tu
nombre?
LEÓNIDO Señora,
por el que me diste agora,
pienso en negar el que tengo;
pero solían llamarme
Leónido.
INFANTA ¿Y eso más?
¿No leónido serás,
sino venido a matarme?
Y ¿eres hijo? (¿Cómo asiento
a mi libertad daré?)
LEÓNIDO Lo que supe te
diré
de mi humilde nacimiento.
Tuve a la tierra por Madre,
y en este valle nascí,
y el valor que siento en mí
tengo, agora, por mi padre;
porque, según los alientos
tus favores me han dejado,
pienso que me han engendrado
de nuevo mis pensamientos.
Que aunque guardé en este llano
un ganado, quedar quiero
de sólo el nombre heredero,
pues de perdido me gano.
INFANTA ¡Discreto sobre
valiente!
¿Esto esconden paños tales?
Mas los bienes naturales
se alcanzan naturalmente.
Gusto de saber tu historia,
y más te hubiera escuchado,
mas el día apresurado
su curso acaba.
LEÓNIDO Y mi gloria.
INFANTA Habrásme de
acompañar
a mi casa de placer.
LEÓNIDO De fuerza lo
habrá de ser,
siendo tuya. (Preguntar
quise quién era y no osé).
INFANTA (Mi amor de
límites pasa).
LEÓNIDO (Pero, pues voy
a su casa
sin preguntar lo sabré).
Poco acompañada irás
con sólo mi compañía.
INFANTA Con menos gente
venía,
pues tú solo vales más.
Vanse. Sale CELAURO, de
noche.
CELAURO Confiésote,
noche escura,
con quien mil veces me alegro,
que, como tu manto negro
lo está más con mi ventura
agora de horrores vistes
mi afligido corazón.
¡Ay Dios, que agüeros tan tristes,
que anuncian mi perdición!
Con ellos me he tropezado:
de un perro los aullidos
me han turbado los sentidos,
y todo junto asombrado.
Para el ansia con que vengo
de recelar y temer,
confieso que he menester
de todo el ánimo que tengo.
Pues no suelo ser cobarde,
¿yo temores y yo espanto?
Mas el ver que temo tanto
me avisa de que me guarde.
Tal estoy, que si no fuera
que soy fiel amante en fin,
y la pared del jardín
he saltado, me volviera.
Pero de mí el temor huya;
que por Nísida querida
aventuraré una vida,
que la estimo por ser suya.
De las pruebas que su amor
ha hecho en mi pensamiento,
es ésta una, y no miento
si digo que es la mayor.
Sale NÍSIDA por otra
puerta.
NÍSIDA ¿Si habrá mis
ojos llegado?
CELAURO ¡Oh, agüeros!
No puedo veros,
que siempre sois verdaderos,
cuando un hombre es desdichado.
NÍSIDA ¡Qué escura
noche, qué fiera!
Siempre le espero con sustos.
¡Qué caro compra los gustos
quien, como yo, los espera!
CELAURO ¿Si es Nísida
la que oí?
NÍSIDA ¿Si es Celauro?
CELAURO Cierto, es
ella.
En viendo mi clara estrella,
todo es cielo para mí.
Ya el miedo quitó la venda
a mis temerosos ojos,
ya no temo sus enojos,
ya no hay cosa que me ofenda.
NÍSIDA ¿Es posible que
te veo?
Dame, amigo, mil abrazos
porque mueran en tus brazos
los temores y el deseo;
porque deseo y temores,
Celauro del corazón,
desde que ha que tuyos son,
nunca se han visto mayores.
CELAURO Pues ya me
tienes aquí,
y tan lleno de alegría,
deja la melancolía.
NÍSIDA Si ella me
dejase a mí.
¡Ay mi bien!
CELAURO ¿De qué
suspiras?
¿Cómo con tal desconsuelo,
después de mirar al cielo,
vuelves llorando y me miras?
Tú me quieres acabar.
NÍSIDA No, mi Celauro
querido,
una niñería ha sido.
CELAURO Y ¿ésa me
quieres negar?
Y ¿niñería entristece,
mi vida, tu rostro bello?
NÍSIDA Es lo peor que
hay en ello,
que a mí no me lo parece.
CELAURO Di lo que es,
de ti me quejo.
NÍSIDA De vergüenza te
lo callo;
tocándome sin tocallo,
se me ha quebrado el espejo.
CELAURO Pues ¿eso te da
cuidado?
NÍSIDA Y ¿no es justo
me aflija?
La piedra desta sortija,
sin dalle golpe, ha saltado.
CELAURO (¡Cómo dicen
con los míos Aparte.
estos agüeros, ay triste!)
No creas, si lo creíste,
semejantes desvaríos.
Toma esta sortija, y yo
ésa llevaré, señora.
¡Ay cielos!
NÍSIDA ¡También ahora
la piedra désta saltó!
CELAURO ¿Quién no
siente, como siento,
señales tan prodigiosas?
NÍSIDA Mira, amigo, si
estas cosas
bastan a dar sentimiento.
Celauro, ¡qué desventuras
mi suerte infelice ordena!
CELAURO ¿Quieres
matarme de pena?
¿En agüeros y en locuras
crees, y con tanto extremo
que te tienen dese modo?
NÍSIDA No las creo yo
del todo,
pero del todo las temo.
¡Soy desdichada!
CELAURO ¿También
con esto afligirme quieres?
Porque pienso que lo eres,
pues a mí me quieres bien,
que tengo culpa confieso
en que estés desa manera.
NÍSIDA Mi desdicha no
temiera,
a no ser dichosa en eso.
CELAURO Y el haberme a
mí culpado
ha sido ignorancia mucha;
porque hombre que tal escucha,
no puede ser desdichado.
¿Quién ha de romper los lazos
de nuestros dichosos cuellos?
NÍSIDA La muerte podrá
rompellos.
¡Bien haces en darme abrazos!
CELAURO ¿Qué dices?
NÍSIDA Que tus agüeros
no se cansan de acordarme,
mi Celauro, que has de darme
esta noche los postreros.
CELAURO Sin duda tu
voluntad
la muerte me da por paga;
daréme con esta daga,
y habránte dicho verdad.
Pero tú a matarme aspiras,
ofendiendo al corazón,
pues en cualquiera razón,
una saeta le tiras.
¡Vida que el alma regala!
¿Sola, quién puede mirar
estrella, que, a mi pesar,
tantas ruinas señala?
Si no quieres que estas vidas
venga la tierra a tragar,
o que las anegue el mar
de las lágrimas vertidas,
o que el fuego en que me quemo
suba donde el llanto subes
o engendren rayos las nubes
para que me arroje el cielo,
o que el pecho, al daño abierto,
despida la sangre roja,
o que muera de congoja,
que esto será lo más cierto,
no consientas ni permitas
que te vea como estás,
esta vida que me das,
que es la misma que me quitas.
No estés, ángel, desa suerte,
que es afligirme y morirte.
NÍSIDA No es deseo de
afligirte,
sino miedo de perderte.
CELAURO Deja ahora esas
porfías,
muestra claro tu arrebol.
Enjuga, pues eres sol,
tus lágrimas y las mías.
NÍSIDA ¡Ay Dios, qué
miedo me ha dado!
Hacia allá siento ruido.
CELAURO Las fuerzas, con
el sentido,
en un punto le han faltado.
A su aposento he de entrar,
-¡A cuántas desdichas llego!
pues de la noche el sosiego
me da ocasión y lugar.
¡Dichoso e infelice amante,
pues con suerte mala y buena,
soy infierno de mi pena,
como de mi cielo Atlante!
Éntrala en los brazos,
y sale LEÓNIDO de noche.
LEÓNIDO Atrevido
pensamiento,
que alcanzáis dichosa palma
¿por qué sois ingrato al alma,
pues volastes con su aliento?
Con las alas de mi fe
tan alto venís a estar
que ya no os puedo alcanzar
yo mismo, que os levanté.
Gente suena por allá:
tres hombres, si no me engaño,
se han parado. Caso extraño.
Y tan tarde, ¿qué será?
Sale el REY y dos
CRIADOS de noche.
REY ¡Qué inmortal
desasosiego
me aflige! Pero ¿qué ley
sufre que le quite a un rey
un rapaz desnudo y ciego?
LEÓNIDO Otro hombre
viene, ¿qué es esto?
Sale CELAURO
CELAURO De mis
desdichas me admiro.
REY ¿Es verdad que a un
hombre miro,
y a tal hora, en este puesto?
CELAURO Esta gente a mí
me espera;
mas ya en la ocasión estoy.
CRIADO 1º ¿Quién vive?
CRIADO 2º ¿Quién es?
CELAURO Yo soy.
REY ¿El Infante? Dalde,
muera.
CELAURO ¡Aquí, cielos
soberanos,
defended a un ofendido!
REY A mis manos has
venido,
y has de morir a mis manos.
LEÓNIDO ¿El Infante?
Ahora sí,
pues en serville me empleo,
he de lograr un deseo
que ha mucho que vive en mí.
Éntrase en seguimiento
de todos, y dice dentro.
¡Mueran, señor, los traidores!
CRIADO ¡Líbreme Dios de
tu furia!
Sale el REY, y cae, y
LEÓNIDO sale luego y va a darle.
REY Hasta la tierra me
injuria.
Son del cielo sus rigores.
Darme en tierra es villanía.
Sale CELAURO.
CELAURO No le mates, no
le des.
LEÓNIDO ¿Y acometer a
uno tres
fue gran prueba de hidalguía?
CELAURO Detente.
LEÓNIDO Por su vileza
ahora matarle quiero.
CELAURO Antes a tu
golpe fiero
daré el pecho o la cabeza.
El Rey es.
LEÓNIDO ¡El Rey!
Perdona,
a tus pies estoy rendido.
CELAURO Y yo, hermano,
aunque ofendido,
sé conservar tu corona.
Arrodíllase.
Permítelo el cielo santo,
porque en tan buena ocasión
ese duro corazón
se enternezca con mi llanto.
No quiero darte disculpa,
que no hará mi causa buena
pedir perdón de la pena
y estar negando la culpa.
Digo que soy un abismo,
que es la disculpa mayor;
aunque los yerros de amor
los disculpa el amor mismo.
Y si, a mi yerro pasado,
no hay disculpa que le cuadre,
basta ver que de tu padre
soy un hijo desdichado;
y, que así, a pedir vengo
de sus manos generosas
perdón, que por estas cosas
le merezco, si le tengo.
Y, cuando mi gusto apruebes,
dame a Nísida querida,
que es mi vida, por la vida
que, como has visto, me debes.
Y si no ofrece perdones
tu pecho, de endurecido,
por no haberte enternecido
lágrimas y obligaciones,
toma y viértase a porfía
esta sangre que deseas,
y verás, cuando la veas,
que es tan tuya como mía.
Y dirán que el pecho fuerte
de un tirano fratricida
porque le he dado la vida,
me ha pagado con la muerte.
REY Bien pudiera
perdonarte,
pues tu parecer apruebo,
mas confieso que te debo,
y que no puedo pagarte,
pues de tu ofensa maldita,
ese proceder honrado,
la obligación me ha quitado
y la rabia no me quita.
Ya sé que si se derrama
tu sangre por ti en mi mengua,
nadie negará la lengua
a la boca de la fama.
Pero aunque infame me llame
el mundo por no guardalla,
a trueco de derramalla,
tomaré el nombre de infame.
Dale a LEÓNIDO la
espada de CELAURO.
Dale tú, por vida mía,
la muerte con esta espada.
Será mi honra restaurada.
LEÓNIDO Harto villano
sería.
CELAURO ¿De qué Nerón,
o otros tales,
esto se escribió jamás?
Dame la muerte, y darás
fin con ella a tantos males.
LEÓNIDO Viendo que la
muerte ofreces
a quien la vida te ha dado,
aunque rey te hayan llamado,
a mí no me lo pareces;
y pues lo dudo, bien sé
que tu crueldad mereciera
que a ti la muerte te diera,
que me mandas que le dé.
Mas con ver tu injusto trato,
tan poco en él te parezco,
que a injusto rey no obedezco
y a rey en duda no mato.
¿Con qué corazón te plugo,
de dos que te dan la vida,
ser del uno fratricida,
y hacer al otro verdugo?
Honrado oficio me das
porque no te di la muerte.
Si tú pagas desa suerte...
¡fieles vasallos tendrás!
Si eres, como dices, rey,
¿es muy bueno que los reyes
nos pongan y quiten leyes,
y no sepan guardar ley?
Al que estas leyes pregona,
merecería por ello
que se le bajase al cuello,
a ser lazo, la corona.
Pero aunque yo te condene,
seguro puedes estar
que no te podrá ahogar,
porque muy ancha te viene.
Por ella puedes volver,
si a lo que es justo se ajusta;
porque no viniendo justa,
está cerca de caer.
Esto sí que es razón que apruebes,
y no ser tan inhumano
con un hombre que es tu hermano,
y el mismo a quien se la debes.
CELAURO (El cielo le
habrá enviado
a valerme).
REY ¡Oh fementido!,
pues entre ovejas nacido,
y en estos montes criado,
¿me vienes a reprender?
Si el oficio no te plugo
de verdugo, y soy verdugo,
tuyo y suyo lo he de ser.
Pasaré con esta espada
ese pecho.
LEÓNIDO Eso sería
a no tener yo la mía
a su defensa obligada.
Cobra CELAURO la
espada.
Tente, Rey.
REY ¿Tiénesme en poco?
CELAURO Pues ésta
volvió a mi mano,
¿mataré a este rey tirano?
LEÓNIDO Ni eso sufriré
tampoco.
Tú con el nombre le amparas.
CELAURO ¿Tú le
defiendes? ¡Afuera!
LEÓNIDO Nunca yo le
defendiera,
si nunca tú le nombraras.
REY ¿Que me sirva de
embarazo
un villano desta suerte?
CELAURO Déjame darle la
muerte.
LEÓNIDO Ninguno levante
el brazo
ni pretenda ser cruel,
mientras yo soy obligado,
como fiel y como honrado,
destas balanzas el fiel.
Y si alguna sin compás
más pesada viene a ser,
a la otra he de valer,
porque venga a pesar más.
Reportaos o, ¡vive Dios!,
que el que más fuere importuno
pensará reñir con uno,
y habrá de rendirse a dos.
CELAURO Yo con tu gusto
convengo,
y respeto tu valor;
que conozco harto mejor
la obligación que te tengo.
REY Siendo rey, no
puedo yo
ser de un villano homicida.
LEÓNIDO Si no te cansa
la vida,
por ser de quien te la dio,
toma el irte por partido:
que el furor que te importuna
da tientos a tu fortuna,
que favorable te ha sido.
REY ¡Que me afrenta un
hombre vil!
LEÓNIDO Contra ti está
la razón
y dos espadas, que son
en nuestras manos dos mil.
REY Iréme, y no porque
alcanza
mi valor miedo, eso no,
mas porque con irme yo
asiguro mi venganza;
pues de podella tomar
y no erralla, deste modo
mi reino y el mundo todo
en mi fuego he de abrasar;
porque será de manera
que nadie podrá estorballo.
LEÓNIDO Sube, Rey, en
tu caballo,
que atado a un roble te espera.
El consejo que te doy,
para tu remedio aplica;
sube en el caballo y pica.
REY Harto picado me
voy.
Vase el REY. Abraza
CELAURO a LEÓNIDO.
CELAURO Fiel reparo de
mis menguas,
dame los brazos, que en ellos,
mi gusto, más que cabellos,
quisiera abrazos y lenguas;
lograran mis esperanzas,
con esto, los cielos santos,
porque así te diera tantos
abrazos como alabanzas.
Extremo de honrado y fiel,
llégate más, que sospecho
que está deseando el pecho
que te metas todo en él;
toda la sangre se altera
entre alegres sobresaltos,
y el corazón, dando saltos,
darte las gracias quisiera.
LEÓNIDO Suelta, señor,
estos lazos,
que estoy corrido y turbado
de que, sin haber besado
tus pies, me dieses abrazos;
dámelos, mi gusto apocas,
que por tan alto interés,
para besarte los pies,
quisiera infinitas bocas:
esta merced has de hacerme.
CELAURO Basta; que la
fe te doy
de que lo poco que soy
es tuyo. ¿Quién a valerme
te trujo? Que a pensar vengo
que, a esto, del cielo vienes.
LEÓNIDO La mucha razón
que tienes
y el deseo que yo tengo,
que es de servirte, y ha mucho
que vive.
CELAURO ¿Tal bien
merezco?
LEÓNIDO Con lágrimas me
enternezco
cuando tus cosas escucho.
CELAURO Mucho debo a tu
valor,
¿también mis desdichas sabes?
LEÓNIDO Nunca se
esconden las graves,
mas, por sabellas mejor,
de ti querría sabellas.
CELAURO Porque gustas
de escuchallas,
y porque gusto contallas,
a ti, que te dueles dellas,
las diré.
LEÓNIDO Desa manera
pagarme hubieras podido,
cuando lo que te he servido
a tu valor no debiera.
CELAURO Cuando por
causas tan dichas
salí de Hungría por horas,
con tal peligro, que a mí
no me parecieron cortas,
fui a valerme de los reyes
de Ingalaterra y Escocia,
y de mis quejas movidos,
de sus gentes y a su costa,
juntaron tan grande armada,
que no fue menos famosa
que la que el griego ofendido
pasó desde Grecia a Troya.
Salí triunfando con ella,
pronosticando victoria,
con piezas de artillería,
cajas, clarines y trompas,
y tremolando a los vientos,
que apaciblemente soplan,
flámulas y gallardetes,
banderas y banderolas.
Navegamos quince días;
mas la fortuna invidiosa
sacó los contrarios vientos
de las cavernas más hondas,
de cuya furia incitadas,
se enfurecieron las olas,
y murmurando su agravio,
bramaron sus voces sordas;
vieras abrirse las naves,
dando en escollos furiosas,
y otras hacerse pedazos,
batidas unas con otras,
y las que hicieron más agua
que echar pudieron sus bombas,
enteras las traga el mar,
¡triste y miserable cosa!
Con esto, de las que quedan
los pilotos se alborotan,
suenan las confusas voces,
de mal entendidas, roncas.
Unos dicen: «Zía, zía».
Otros dicen: «Boga, boga».
Unos: «Esfuerza el timón».
Otros: «Afirma la escota».
Y los más dicen: «Amaina
las velas y las congojas».
Al tiempo piden clemencia,
y al cielo misericordia;
unos rendidos y humildes,
la muerte que esperan lloran,
y otros, de una tabla asidos,
furiosos al mar se arrojan,
quién promesas hace al cielo,
y quién muerto de congoja,
sus pecados dice a voces,
si hay alguno que los oiga.
Viendo desdichas tan grandes,
imposibles y forzosas,
mira yo cual estaría,
como la causa de todas.
Al fin, pasados tres días,
con sus noches tenebrosas,
san Telmo puso en la gabia
su señal maravillosa.
A mi nave general
pudieron seguilla pocas,
mas la mitad de la armada
recogí, perdida y rota.
Quise así probar mi suerte,
y fue tan poco dichosa,
que, de mi hermano vencido,
perdí la opinión en todas.
No escapó de muerto o preso
sino sola mi persona,
y tanto, que desde entonces
siempre la he tenido sola.
Probara otra vez ventura,
mas de mi Nísida hermosa
las lágrimas me entretienen,
y me entretienen las glorias.
En casa una muda triste,
ha un año que vivo a solas,
con ella y una hija suya,
tan niña como graciosa,
pues, con su ingenio y donaire,
entre flores y otras cosas,
lleva a Nísida papeles,
y con la respuesta torna
desta casa de placer,
adonde la Reina llora
sus pesares, porque el Rey
la aborrece hasta la sombra.
Aquí a mi Nísida veo,
que hubiera de verse agora
sin tal gusto, a no valerme
esas manos milagrosas.
Con esta gloria sin gusto,
con esta vida sin honra,
espero siempre los fines
de mi lamentable historia.
LEÓNIDO De tus lágrimas
es cierto
enternecerse una peña.
CELAURO Escucha, ¿oíste
la seña?
LEÓNIDO Una ventana han
abierto.
Salen a una ventana
NÍSIDA y la INFANTA.
NÍSIDA Mi Celauro
¿estás herido?
CELAURO No, mi bien, no
tengas pena,
que fue mi suerte tan buena...
¡y tan buena como ha sido!
NÍSIDA ¿Disimulas?
CELAURO No te pene,
bueno estoy.
NÍSIDA ¿Es cierto?
CELAURO Cierto.
INFANTA Bueno fuera
haberle muerto
las heridas que no tiene.
CELAURO ¿Es mi sobrina
querida?
INFANTA Y la que a
servirte vengo,
pues ha dos horas que tengo
casi sin alma tu vida.
LEÓNIDO Ya el sol para
mí ha salido.
CELAURO Hubiéranmela
quitado,
mas un ángel ha llegado,
y de mi guarda lo ha sido.
Mira si le debo a Dios,
señora, más que ninguno,
pues que todos tienen uno
y yo agora tengo dos.
NÍSIDA ¿Quién es, que
tanto consuelo
vino a darme?
CELAURO El que aquí lo
ves.
NÍSIDA Y ¿quién es?
LEÓNIDO Un ángel es,
que ha poco está en el cielo.
INFANTA ¿Es Leónido?
LEÓNIDO Soy tu esclavo.
INFANTA ¿Quién otro
hiciera tal cosa?
NÍSIDA Su hazaña
maravillosa
le agradezco yo y le alabo.
Con todo, amigo, sospecho
algún mal.
CELAURO No pienses tal.
¿Cómo puede tener mal
quien te tiene a ti en el pecho?
NÍSIDA Al fin no puedo
creello.
CELAURO Bueno estoy, no
hay que dudar.
NÍSIDA La pared vuelve
a saltar,
que yo misma quiero vello.
No fío de mi ventura:
adonde sueles me aguarda,
pues el ángel de tu guarda
las espaldas te asegura.
CELAURO Espérame, mientras
voy
a sacalla de cuidado.
LEÓNIDO Bien puedes ir
confiado,
y seguro que aquí estoy.
A la ventana se queda,
¿osaré hablalle? Sí haré.
El cielo esfuerzo me dé
si quiere que hablalle pueda.
INFANTA Pues ¿no me
hablas, Leónido?
LEÓNIDO Bien quedaré
disculpado,
pues parecí descuidado
por no pecar de atrevido.
INFANTA ¿Faltado te ha
atrevimiento?
¡Pues no te falta ventura!
LEÓNIDO A contemplar tu
hermosura
se levanta el pensamiento.
Envióle el alma esenta,
de merecimiento falto,
y desvanecido de alto,
vino a caer en la cuenta;
y como en ella ha caído
humilde a tan grande alteza,
llorando está mi bajeza,
de mi bajeza ofendido.
INFANTA Si es que mi
alteza te espanta,
antes, en vez de afligirte,
de consuelo ha de servirte
el imaginar que es tanta
y está en tan alto lugar,
que, cuando a tu humilde estado
mucha parte le haya dado,
le sobrará para dar;
a tu suerte te encomienda,
no desconfíes, pues vemos
que siempre de dos extremos
se hace un medio que no ofenda.
Si yo de mi calidad
la mitad te diese a ti,
¿sería posible así
merecer la otra mitad?
Mas mi libertad es poca,
¿cómo excusará mi mengua,
si amor me mueve la lengua?
LEÓNIDO Señora, ¿qué
desa boca
escucho razones tales?
¿Si es que estoy soñando agora?
¿Quién ha de igualar ahora
extremos tan desiguales?
Los que me dices entiendo
que un medio pueden hacer,
mas ¿qué importa si ha de ser
bajando tú, y yo subiendo?
Y lo que te oí decir
tanto me pudo obligar,
que por no verte bajar,
no me está bien el subir.
Pero ya el Infante siento,
que de la muerte me ampara,
porque si un poco tardara,
me hubiera muerto el contento.
INFANTA Pues adiós, y
ánimo ten.
LEÓNIDO Ya en otro ser
me conviertes.
INFANTA Pues tienes los
brazos fuertes,
séalo el pecho también.
Sale CELAURO.
CELAURO ¡Oh mi amigo
verdadero!
LEÓNIDO ¿Qué hay,
señor? De mí te fía.
CELAURO Ahora amanece
el día
que ha de ser en mí el postrero.
LEÓNIDO ¿Qué tienes?
¿Qué daño esperas?
¿No soy yo para estorballo?
CELAURO Gente de a pie
y de a caballo,
tres carrozas, seis literas,
llegaron en este punto.
Pues a tal hora han llegado,
de aquel enemigo airado
el mayor daño barrunto.
Para morir me aparejo,
que me acaba este cuidado.
Pues que la vida me has dado,
ven y me darás consejo.
LEÓNIDO ¿Ahora el valor
despides?
Gobiérnate de otro modo.
Si quieres romper con todo,
en mí tendrás otro Alcides.
Y en esta ocasión que toco,
con hartas cosas me fundo,
que oponerme a todo el mundo,
llevando tu lado, es poco.
Mira si desto te agradas,
ya que a tu lado me pones,
que, donde hay tantas razones,
harto habrá con dos espadas.
Jornada tercera
Salen cuatro GRANDES.
GRANDE 1º Tan sin
tiempo me he venido
a consejo.
GRANDE 2º ¿Qué ha de
ser?
GRANDE 3º Algún antojo
habrá sido,
para acabar de perder
el reino, como el sentido.
GRANDE 1º Él es mi rey
natural,
mas no me parece bien
su proceder.
GRANDE 2º Siendo tal,
¿a quién le agrada?
GRANDE 4º Y ¿a quién
no le parece muy mal?
GRANDE 3º ¡Perseguir
con tanto exceso
un hermano, sin razón!
GRANDE 2º ¡Pues tener
al Duque preso
tantos años!
GRANDE 4º Malo es eso,
y peor es la ocasión.
GRANDE 3º Ya ¿qué honra
habrá segura,
si es que es de todos cabeza,
por guardalla, la aventura?
GRANDE 1º Y ya de
nuestra tibieza
por las calles se murmura.
GRANDE 2º ¿Qué remedio
puede haber?
GRANDE 3º Siendo rey,
está en su mano
cuanto quisiere hacer.
GRANDE 4º El rey, en
siendo tirano,
luego lo deja de ser.
GRANDE 1º Calla ahora.
GRANDE 2º ¿Viene?
GRANDE 1º Sí.
GRANDE 3º Ya viene, y
algún misterio
encierra el venir así.
GRANDE 4º Quien no se
gobierna a sí,
mal gobernará a su imperio.
Salen el REY, la REINA,
la INFANTA, el DUQUE y NÍSIDA; siéntanse en tres sillas, y el REY en medio.
REY No os maraville el
ver que así os reciba,
en el mismo lugar, la misma alteza
que pudo coronar mi frente altiva,
dando el ligero peso a mi cabeza;
que, como sois pilares donde estriba
el supremo valor de mi grandeza
quiero con vuestro gusto, en quien confío,
dar nuevo ser al pensamiento mío.
Y para ver la causa si es bastante,
fundada en mi razón, pura y sencilla,
y porque el dalla oído no os espante,
como estar esperando os maravilla,
pues traigo prevenido lo importante
por si alguno me culpa antes de oílla.
Estadme atentos todos, que a millares
os daré las disculpas y ejemplares.
El que a Roma fundó, juez severo,
repudios en sus leyes consentía;
y así, Servilio Spurio fue el primero
que dellos se valió en dichoso día.
Pompeyo repudió, el Magno y fiero,
a Antístata y Mucía. Bien podía.
El César a Pompeya, Sila a Lelia,
Claudio César a Emilia, Plaucia y Elia.
A Pompeya, Nerón, y Constantino,
antecesor del fuerte Carlomagno,
de María dejó el ser divino,
sin dar por ello nota de tirano.
En Francia abrió Childerico el camino,
y Carlos y Luis le hicieron llano,
dejando, porque el mundo lo permita,
a Leonor, Aldoberta y Margarita.
A decir infinitos me obligaba,
mas porque no digáis que cito reyes
que, por su condición esquiva o brava,
no tuvieron o no guardaron leyes,
en la vieja el Señor licencia daba
que desde el rey hasta el que guarda bueyes
dejase su mujer honrada y bella,
con sólo que llegase a aborrecella.
Pues yo llegué a este punto, llegue el día
de mí con tantas veras deseado:
a mi mujer repudio. Ya no es mía.
Pues perdió mi valor, pierda mi lado.
Levántase la REINA de la
silla.
GRANDE 1º ¡Terrible
crueldad!
GRANDE 2º ¡Gran
tiranía!
GRANDE 3º ¡Extraña
cosa!
GRANDE 4º ¡Caso no pensado!
REY Ya Leonora también,
porque conviene,
quito el derecho que en mi reino tiene.
No os admiréis, que yo decir podría
lo que Emilio, persona valerosa,
que al senado, que culpa le ponía
por dejar su mujer cuerda y hermosa,
mostrando el pie y zapato que traía,
de una obra sutil, bella y hermosa,
les dijo: «Aunque os parece tan perfeta,
nadie puede saber lo que me aprieta».
Y agora, por seguir de mi albedrío
el bien nacido y acertado gusto,
y por dar sucesor al reino mío,
pues es tan convenible como justo,
vuelve, Nísida, en brasa el pecho frío,
y trueca en gustos míos tu disgusto.
Y tú y tu padre, como prendas mías,
ocupad estas sillas, ya vacías.
REINA Ya, Rey, en esta
ocasión,
aunque llore mis disgustos,
conozco bien tu razón,
porque son buenos tus gustos
y mis partes no lo son.
Pero el alma te asegura
que hubieran sido, señor,
iguales a la luz pura
de los cielos, si a mi amor
se igualara mi hermosura.
Pero aunque muchas tuviera,
llenas de belleza y gracia,
la tuya no mereciera;
que es tan grande mi desgracia,
que más que todas pudiera.
Aunque en suerte tan forzosa,
algo tengo de dichosa,
pues viéndome desta suerte,
si lo adviertes, en la suerte
te habré parecido hermosa.
En una cosa querría
que tu rigor se corrija,
pues ninguno merecía
este ángel desta hija,
que es tan tuya como mía.
Restitúyela en su estado,
que una madre desdichada
no le quita un padre honrado.
INFANTA No te ofrezca,
madre amada,
más dolor ese cuidado.
De ver el tuyo perder,
dolor en mi pecho reina;
que por mí ya echo de ver
que mal podré yo ser reina
pues tú lo dejas de ser.
Por volverte a tu contento,
oyera el Rey, mi señor,
a sus pies mi sentimiento;
mas quitándome el valor,
me quita el atrevimiento.
REY El mudarme es
excusado.
Subid, sentaos a mi lado.
¿Qué esperáis?
DUQUE Sólo esperaba
que te hablase quien te hablaba,
a su respeto obligado.
Mas, pues a obligarme vienes,
sabe, Rey, que mi opinión
no codiciara esos bienes
cuando tuvieras razón,
cuanto y más que no la tienes.
¿Qué honrados ejemplos fueron
los que a esto te animaron?
De reyes que no tuvieron
ley ninguna, o no guardaron
la de Dios, que merecieron.
Y si el mismo que la dio
en el Sinaí a Moisén
los repudios aprobó,
en aquélla estaba bien,
y en ésta de gracia no;
que ahora será violento
lo que entonces justo trato.
¿No advierte tu pensamiento
que entonces era contrato
lo que ahora es sacramento?
Deja tan ciegos antojos,
y da fuerzas al sentido,
volviendo el alma a los ojos;
que yo a mi reina he servido,
y me ofenden sus enojos.
Y cuando Dios soberano
no lo estorbara por eso,
saliera tu intento vano,
y, puesto a sus pies, la mano
mil veces la adoro y beso.
Arrodíllase delante la
REINA.
REINA Eres honrado y
piadoso.
REY Eres villano, eres
fiero,
pero, sin tu gusto, espero
la mano de un cielo hermoso.
NÍSIDA Cortáramela
primero,
pues de mi valor confío
y apruebo su parecer;
porque si el ser de mujer
es, por mi desdicha, mío,
también es suyo mi ser.
Ya no creer, como creo,
que tanto mi honor desdora
lo injusto de tu deseo,
por la Reina, mi señora,
a quien con lágrimas veo,
aunque mil reinos me des,
haré tus intentos vanos,
pues no hay humano interés
que me saque de sus manos
para besarle los pies.
Arrodíllase delante la
REINA, y ella la abraza.
REINA Consuelo de mi
tristeza,
abrazarme es lo mejor.
GRANDE 1º ¡Grande
hazaña!
GRANDE 2º ¡Gran valor!
GRANDE 3º ¡Gran
esfuerzo!
GRANDE 4º ¡Gran
nobleza!
¡Gran desdicha, gran rigor!
¿A esta pena me condena?
Por los cielos soberanos
que me deja el alma llena
de rabia. ¿Todos, villanos,
os alegráis de mi pena?
Esto miro casi ciego.
Mas que me ha de dar confío
la venganza algún sosiego,
cuando con aliento mío
salga de mi pecho el fuego.
Todo lo pienso abrasar.
Llevad al Duque cruel
adonde solía estar,
y llevad también con él
su hija al mismo lugar.
Cárguente, pues me condenas,
de cadenas y de hierros,
como me cargas de penas.
DUQUE Más me espantan
estos yerros
que el hierro de las cadenas.
REY Llevadlos luego,
que es justo.
NÍSIDA Eso quiero y
deso gusto.
REY Con tormentos
destruillos,
que luego pienso seguillos
para conseguir mi gusto.
Vase.
DUQUE Reina, consuélete
el cielo.
NÍSIDA Mejore tu gusto
y vida.
INFANTA ¡Nísida!
NÍSIDA ¡Infanta
querida!
REINA Con vosotros va
el consuelo
desta mujer afligida.
Abrázanse, y vanse el
DUQUE y NÍSIDA por una parte, y la REINA y GRANDES por otra.
GRANDE 1º Pon límite a
los extremos
de tu dolor.
REINA No podré.
GRANDE 2º Nuestras
vidas te ofrecemos.
GRANDE 3º Y consuelo te
daremos.
GRANDE 4º Cuando el Rey
no te lo dé.
Vanse. Salen LEÓNIDO y
un PASTOR viejo.
PASTOR Pues, como digo,
hijo, huyeron todos,
y dejaron al joven mal logrado
revolcando en su sangre, y en sus brazos
a ti cubierto della. Así me dijo:
«Dalde baptismo y estimalde mucho;
que es hijo...», y acabó con harta lástima
de todos los presentes. Sospechamos
que algunos bandoleros, por roballe,
le quitaron la vida; y enterrándole,
yo te llevé a mi casa, y parecías
casi recién nacido, donde luego
mi mujer te dio el pecho, y sobre el tuyo,
al quitarte mantillas harto ricas,
te halló una cruz, y en ella una sortija,
que es la mesma que llevas de ordinario
al cuello, por mi ruego y tu obediencia.
Neguéte esta verdad por no perderte,
pero, al fin, tus honrados pensamientos
a buscar nuevo estado te obligaron.
El cielo afable, poderoso y santo,
a ti suerte te dé y a mí consuelo.
LEÓNIDO De nuevo, padre
amado, te agradezco
la vida y la crianza que te debo;
y el ver que parto de tu humilde amparo
no te cause pesar, que yo esperaba
sólo tener edad para partirme
a buscar mi ventura, buena o mala;
que, aunque es verdad que sólo me dijiste
que en una peña, al sol, al aire, al hielo,
me hallaste, y lo demás callaste tanto,
nunca creí del pensamiento mío
que nacía de humilde y baja casta.
Dame tu bendición.
PASTOR Toma mis brazos.
Vase el PASTOR y sale
CELAURO.
LEÓNIDO Ya, mi querida
Infanta, más me animo
a esperar tus favores y mis glorias.
Tras ti me lleva el alma, que me tienes.
CELAURO ¡Leónido!
LEÓNIDO ¡Señor!
CELAURO ¡Oh, joven
fuerte,
oh, ángel de mi guarda, que te hallo
siempre presente a las desdichas mías!
Después que, como sabes, me llevaron
el alma, y me dejaste tan sin ella,
llevó cargo de darme aviso cierto
un criado del Duque, muy amigo,
y volver no le veo, con que he visto
volver al Duque preso a su castillo,
que es el que ves tan cerca de nosotros.
No sé qué novedad habrá obligado
a mi hermano cruel, o qué habrá hecho
de mi Nísida hermosa.
LEÓNIDO No te aflijas.
¿Qué nombre tiene el que llevaba el cargo
de avisarte?
CELAURO Celandino.
LEÓNIDO Iré a buscalle
a la corte y, no hallándole, posible
será informarme yo si algún suceso
te promete disgusto.
CELAURO Eres divino,
eres remedio de las penas mías.
Guíete el cielo mientras yo te aguardo
tan cerca del camino que no puedas
pasar sin que te vea.
LEÓNIDO Adiós, yo parto
a buscarte consuelo en pena tanta,
(y a ver también a mi querida Infanta).
Vanse y salen el REY, y
el DUQUE, maniatado y con una cadena, y NÍSIDA, y tres CRIADOS, con dos
fuentes, en la una, una daga, y en la otra un vaso de veneno.
DUQUE Ten respeto y ten
recelo,
que serán intentos vanos,
como me quitas las manos,
quitar la justicia al cielo.
¿Eres cristiano? ¿Eres hombre?
O... ¿he sido vasallo infiel?
NÍSIDA Si es tirano y es
cruel,
¿para qué le buscas nombre?
DUQUE ¿En qué Libia te
criaste?
¿Qué haces?
REY Calla, traidor,
que has de temer mi rigor,
pues mi favor no estimaste.
DUQUE ¿Temes tú al del
cielo justo?
REY Para darte más
pesar,
tú mismo le has de rogar
que te ofenda y me dé gusto,
o ese tu pecho importuno
pasará esta daga fiera.
DUQUE Aunque mil pechos
tuviera,
y cien mil en cada uno.
REY Y si ella el de mis
antojos
no aprueba y tiene por bueno,
ha de pagar con veneno
el que me dio por los ojos;
porque en este vaso está,
y tan cruel como cierto.
NÍSIDA El de oírte no
me ha muerto,
y ése ¿matarme podrá?
Inútiles medios trazas
contra mi honrada aspereza.
DUQUE Pues que es mía
su nobleza,
vencerá tus amenazas,
que es razón.
REY Que no hay razones.
Mueve en mi favor los labios.
DUQUE Para decir mis agravios
y contar tus sinrazones.
Pero acabe tu rigor
con esa daga esta vida,
que la boca de la herida
podrá decillas mejor;
que para decir tu mengua,
con mi agravio averiguada,
le dará mi sangre honrada
con cada gota una lengua,
y quizá con mis alientos
alguna te alcanzará,
y tocándote podrá
darte honrados pensamientos.
Pero no querrán los cielos,
porque, para hacerte honrado,
harto limpia te la han dado
tus bien nacidos agüelos.
Mas vence en esta jornada,
en un tirano homicida,
una maldad adquirida
a una nobleza heredada.
Destas injurias te venga.
¿Qué esperas? Dame la muerte,
que mi lengua ha de ofenderte
todo el tiempo que la tenga.
REY ¡Dalde!
DUQUE Dame, no repares.
REY Pero no, dejalde
estar;
que pues mata con pesar
ha de morir con pesares.
Y tú, rigurosa, exenta.
DUQUE Ahora sí, el alma
siente
penas.
REY O bebe, o consiente
con mi gusto y en su afrenta.
Aquí el escoger te toca:
mira cuál tienes por bueno,
el ardor deste veneno
o el aliento desta boca,
que reina te puede hacer,
como tu valor merece.
DUQUE Mira, hija, que
te ofrece
lo que imposible ha de ser,
pues la ley, que vive en ti,
de Cristo, no da lugar.
REY Mira que puedes
ganar
dos vidas con sólo un sí.
DUQUE Precia el alma, y
no la vida.
REY Sé con entrambos
piadosa.
NÍSIDA Si del uno estoy
quejosa,
por el otro estoy corrida.
Déjame, padre y señor,
que contra tales intentos
me esfuerzan mis pensamientos,
que son hijos de mi honor.
Y tú, demonio infernal,
que das en desierto voces,
pues que tan bien me conoces,
¿por qué me tratas tan mal?
¿De tu aliento he de gustar,
enemigo, cuando fuera
tal que subirme pudiera,
como me puede bajar?
Y, pues me le ofreces, di,
¿por qué me diste a escoger?,
¿qué veneno puede haber
menos fiero para mí?
Dame el que está en ese vaso,
que a darme salud te inclina,
porque será medicina
a las desdichas que paso.
Pues que con él me darás,
como tú, enemigo, sabes,
la purga de los jarabes
que ha mil siglos que me das.
DUQUE ¡Oh, hija, más que
dichosa!
Muere, y mi muerte dilata.
REY Eres extremo de
ingrata,
con ser extremo de hermosa,
y pues por mi desventura
tan mal a tratarme vienes,
que ya aborrezco desdenes,
como adoro tu hermosura,
y con este presupuesto,
bebe el veneno.
NÍSIDA Aquí estoy.
REY Con mi aliento te
lo doy,
porque te mate más presto.
Dale el veneno, y
aliéntale.
NÍSIDA Eres del todo
cruel,
pues por venir desa suerte
le temo más que la muerte
que viene escondida en él.
Pero ya. (Mas ¡ay de mí!,
que esta desdichada empresa
por ti, Celauro, me pesa,
porque al fin te pierdo a ti.
De que soy tuya me acuerdo,
y que en morir te destruyo,
mas también mi honor es tuyo,
y te ofendo si le pierdo).
Está dudando.
DUQUE ¡Cielo justo!
REY ¡Cielo santo!
NÍSIDA (Viva, pues por
ti le estimo...)
REY Con lo que duda me
animo.
DUQUE De lo que duda me
espanto.
NÍSIDA (...Y muera yo,
pues abona
tan buen parecer mi suerte).
REY Toma, en lugar de
la muerte,
mis reinos y mi corona,
pues tú sola la mereces.
DUQUE En tu intento
persevera,
que otra corona te espera
del martirio, a que te ofreces.
REY Deja tu injusta
porfía,
ocasión de mis enojos.
DUQUE Hija mía de mis
ojos,
sé honrada, pues eres mía.
¿Qué dudas? ¿Dó está el valor?
¿Quién te detiene y demuda?
La que su honor pone en duda,
harto pierde de su honor.
REY Calla, infame.
NÍSIDA Padre, espera;
que ya...
DUQUE En tu valor
espero.
NÍSIDA ¡Ay, Celauro,
por ti muero,
y por ti vivir quisiera!
DUQUE ¿Aun ahora dudas
más?
REY Vuelve, mi bien,
por los dos.
NÍSIDA Padre, adiós;
Celauro, adiós.
DUQUE Pues por él
mueres, a él vas.
Haz, hija, lo que te toca.
NÍSIDA ¡Ay, Celauro!
REY ¿Qué hacer quieres?
Espera un poco.
DUQUE No esperes.
REY ¡Tapalde la infame
boca!
Que hace eternos mis enojos,
esforzando su querella.
DUQUE Cuando no pueda
con ella,
su lengua pondré en mis ojos
y entenderáme.
REY ¡Traidor!
¡Y aun ésos te sacarán!
DUQUE Mis agravios le hablarán,
que son lenguas de mi honor.
El REY está tapándole
la boca y los ojos al DUQUE.
NÍSIDA ¡Ah, Rey! ¿No
basta el efeto
que hace tu crueldad en mí,
sino en mi padre?
REY Por ti
se le guarda algún respeto.
NÍSIDA Y tú, de mi
pecho fiel
confía, padre y señor,
que ofendes a mi valor
pues tan poco fías dél;
pero verás mis aceros...
Va a beber el veneno, y
detiénela el REY.
REY Detente. ¡Extraños
rigores!,
¿que son mis brazos peores
que los de la muerte fieros?
¿Cómo a ser tan malo vengo?
Pero ¿cómo puede ser?
Que algo bueno he de tener
por el buen gusto que tengo.
¿Por qué a la muerte te ofreces,
y no a mi amor inmortal?
NÍSIDA Porque escojo el
menor mal,
y tan malo me pareces,
que el morir tengo por justo,
porque imaginando estoy
que no soy buena, pues soy
tan agradable a tu gusto.
REY ¿Tanto a aborrecerme
vienes?
NÍSIDA Tanto, que te
estoy mirando
y mil muertes me estás dando
por una que me detienes.
REY Mucho mi paciencia
pruebas.
¡Bebe el veneno, traidora!
NÍSIDA ¡Jesús mil
veces!
REY Señora,
espérate, no lo bebas.
Mas ¿qué digo?, ¿por qué no?
La vida quisiera darte,
mas ¿mi hermano ha de gozarte,
ya que no te gozo yo?
De vosotros soy vencido,
celos: muera mi enemiga,
que a mayor daño se obliga
un celoso aborrecido.
Ya, ingrata, el morir es cierto,
bebe el veneno.
NÍSIDA Sí haré.
REY Aunque la muerte me
dé
el pesar de haberte muerto.
NÍSIDA Padre, adiós.
DUQUE Hija, serás,
Bebe NÍSIDA el veneno.
de honor puro, claro espejo.
NÍSIDA Ya, mi Celauro,
te dejo.
REY ¡Espera, no bebas
más!
Para poderme matar
deja la mitad siquiera.
NÍSIDA Porque favor
pareciera,
no te lo quise dejar.
REY ¿Que, aun envuelta
en un favor,
la muerte no quiso darme?
Conoció bien que el matarme
hubiera sido el mayor.
DUQUE Hija, yo, que te
animaba,
te seguiré donde vas;
que siempre se siente más
la muerte que más se alaba.
NÍSIDA ¿Tú lloras,
padre querido,
cuando tu honor se asegura?
DUQUE No soy de piedra
por ventura,
aunque de toque lo he sido.
REY Pero rabio, estoy
de modo
que de mí mismo no sé;
pero, pues esto acabé,
ya pienso acabar con todo.
Daré a mi hermano la muerte
que él ha dado a mi esperanza.
Sea larga la venganza,
pues fue tan corta la suerte.
Habla aparte con los
CRIADOS.
Oíd: Celauro vendrá
aquí, donde pierdo el seso,
obligado del suceso,
que yo sé que lo sabrá.
Si a muerte no le condena,
si no le quita el vivir
el pesar de ver morir
a su gloria y a mi pena,
esperalde a la salida
para que podáis matalle,
donde el más oculto valle
tenga su muerte escondida.
Esto haced, imaginando
que yo por su causa muero
y en mi palacio os espero,
(donde os mataré en llegando).
Alto, por el DUQUE.
Matad ese infame, abismo
de su maldad y mis penas,
o quitalde las cadenas,
para que se mate él mismo.
Quitan las cadenas al
DUQUE.
Que, pues a tal punto llego,
por los cielos soberanos,
que, cuanto alcancen mis manos,
verá su sangre y mi fuego.
Todo lo pienso acabar,
pues mi esperanza acabó,
para al fin morirme yo
de cansado de matar.
Vanse el REY y los
CRIADOS.
DUQUE Mi hija, mis ojos
bellos,
pues ya pienso darte abrazos,
dame tus divinos brazos,
y llévame al cielo en ellos.
NÍSIDA ¡Padre mío!
DUQUE ¡Hija mía!
Acompañarte imagino,
que es muy áspero el camino
y has menester compañía.
NÍSIDA No, señor.
DUQUE Penas son éstas
para no hacerse mortales.
¡Ay santo honor, mucho vales,
pero a mí mucho me cuestas!
Por justo precio te das
a mis pensamientos buenos;
que, al fin, si no vales menos
no pudieras costar más.
NÍSIDA ¡Ay Celauro! ¡Ay
triste suerte!
¡Ay padre amado! ¡Ay de mí!
Adorándote viví,
y vengo a morir sin verte.
Amigo dulce ¿qué harás,
muerta el alma que te adora?
Más siento mi muerte agora
por lo que tú sentirás.
(¿Diré a mi padre mi empleo?
Ocúpame la vergüenza;
mas no hay cosa que no venza
el ansia deste deseo.
Yo se lo quiero decir;
mas ¿si me querrá escuchar?
¡Si lo pudiese obligar
a que lo hiciese venir!)
DUQUE ¿Hace el veneno
su efecto?
NÍSIDA Aún no tiene
tanto brío.
Cierto pensamiento mío
me tiene el pecho inquieto.
El cielo justo lo ordena
para que en esta ocasión...
DUQUE Descansa tu
corazón,
dame parte de tu pena.
NÍSIDA ¿Y si es culpa?
DUQUE Si la has hecho,
viendo que la pagas ya,
¿adónde, hija, estará
más secreta que en mi pecho?
Descansar puedes conmigo,
que mi palabra te doy
que honrado padre te soy,
y he de serte fiel amigo.
NÍSIDA Consuelo y ánimo
das
a esta triste.
DUQUE Hija querida,
quisiera darte la vida.
NÍSIDA Oye, para darme
aún más:
por tu gusto me crié,
de tres años no cabales,
con la Reina, mi señora,
y deste tirano, madre.
Permitió el cielo que fuese,
dando principio a estos males,
cuando de la misma edad
era Celauro el Infante;
y como, padre del alma,
siempre en ocasiones tales
suele hacer los gustos unos
el ser unas las edades,
tanto fuimos desde entonces
el uno al otro agradables,
que nuestras almas conformes
vieron efetos notables;
pues las amas, en llorando
tiernos de niños y amantes,
iban a buscar al uno
para que el otro callase.
Muchas cosas te dijera
de ternezas semejantes,
que a enternecerte bastaban,
y pudieran disculparme;
que aunque ha tanto que pasaron
no fuera mucho acordarme,
pues tan presentes las tengo,
como si ahora pasasen.
Con ellas y con los años
crecieron las voluntades,
y tanto, que el niño amor,
con nuestra edad, se hizo grande.
Pues, como grande, en efeto,
pudo a Celauro obligalle
a más fuertes sentimientos
y a mayores libertades.
Palabra me dio de esposa
para que yo le otorgase
la prenda más deseada
y difícil de alcanzarse.
Aquí me acaba la pena
que, con esto, pienso darte,
porque, rendida a su gusto,
ninguno pude negalle.
Un año le tuvo, y cuando
fue a padecer en la cárcel,
a mí me dejó en el mes
donde la muerte esperase.
Libróme Dios de sus manos,
sacando a su luz un ángel
a quien escondió la tierra;
el cómo, el cielo lo sabe.
Lo que agora te suplico,
si es posible, amigo, padre,
que quien me quiso en la vida,
en la muerte venga a honrarme,
dándome mano de esposo,
pues estando tú delante,
harás con tu bendición
que la del cielo me alcance.
Mas ya ha rato que el veneno
se esfuerza por acabarme;
¿qué mucho, pues ha tenido
mil cosas que le ayudasen?
Mortales bascas me aprietan
de su ardor incomportable.
Ya, padre, pues te ofendí,
es muy justo que lo pague.
Ya el consuelo que te pido
vendrá tarde, aunque le llames;
que siempre a los desdichados,
no llega, o llega tarde.
DUQUE Hija mía... Mas
de modo
llega furiosa la muerte,
que no puedo responderte
sino que es desdicha todo.
Sale, CELAURO y
CELANDINO, criado.
CELAURO Pues no ha sido
menester,
para hallarte, poca dicha.
DUQUE Llega, y mira tu
desdicha
para podella creer.
CELAURO ¡Cielo! ¿Qué
humano albedrío
a esto fue poderoso?
¡Eclipsado sol hermoso!
¡Luz del alma!
NÍSIDA ¡Amigo mío!
CELAURO ¿Que esto la
suerte permita?
NÍSIDA Y yo lo permito
ya,
por este bien que me da,
esta vida que me quita.
Ahora la muerte venga,
que no me hallará quejosa;
pero has de hacer una cosa
para que entero le tenga.
Mi padre, de nuestro amor,
sabe lo más importante;
dame la mano, bastante
a darme gusto y honor.
¿Eres mi esposo?
CELAURO Sí soy.
NÍSIDA Y yo soy tuya
también;
dame la mano.
CELAURO Mi bien,
ya era tuya, y te la doy.
NÍSIDA ¡Alegre y
dichosa palma!
¡Esposo amigo!
CELAURO ¡Señora!
NÍSIDA No me la dejes
ahora
hasta que me deje el alma,
¿Que ya eres mío de veras?
CELAURO Y ¿cuándo tuyo
no fui?
NÍSIDA ¡Qué gloria
hubiera en mí
si largos años lo fueras!
Pero es tan corta mi suerte,
que vengo a pagalle parte
de la gloria del ganarte
con la pena del perderte.
CELAURO ¿Perderme?
Contigo irá
al cielo un alma, que fuera
tras la tuya, aunque supiera
que era cierto el ir allá.
Pues ¿habías de morirte,
y yo no morir de enojos?
Desangrado por los ojos
moriré para seguirte.
DUQUE ¿Quién no muere
contemplando
suceso tan lastimero?
Yo, de enternecido muero,
y de muerto estoy callando.
NÍSIDA ¡Ah Señor! No
llores tanto...
CELAURO Llorando,
quiero morir.
NÍSIDA ...Porque yo
venga a sentir
más que mi muerte tu llanto.
Ya muero.
CELANDINO ¡Infelice
hombre!
NÍSIDA ¡Ay esposo! ¡Ay
muerte! Espera.
¿Cómo es posible que muera
quien puede darte ese nombre?
CELAURO ¡Mi bien, mi
bien! ¡Suerte esquiva,
tu inclemencia ha sido mucha!
DUQUE Quien esto mira y
escucha,
¿cómo es posible que viva?
NÍSIDA ¿A quién daré
mis querellas?
El Rey...
CELAURO ¿Para qué le
nombras?
NÍSIDA El Rey entre
oscuras sombras,
líbrate, Celauro, dellas.
Padre, Celauro, ¿qué has hecho?...
el furor al Rey aplaca,
que de tus brazos me saca,
pues no puede de tu pecho.
Tuya soy.
DUQUE ¡Hija querida!
CELAURO Ese temor no te
asombre.
DUQUE En la muerte
muestra el hombre
las costumbres de la vida;
y esto bien claro se vio
en el ángel que estoy viendo,
pues muere agora temiendo
lo que viviendo temió.
Virgen del cielo piadosa,
ayudalde. ¡Hija querida!
¿no me respondes?
CELAURO Mi vida,
¿óyesme, querida esposa?
¿Sordos, amiga del alma,
a mis voces tus oídos?
DUQUE Ya de todos los
sentidos
llevó la muerte la palma.
CELAURO Y ¿no la lleva
de mí?
DUQUE ¡Jesús mil veces,
Señor!
¡Favor aquí!
CELAURO ¡Aquí favor!
DUQUE Ya es muerta.
CELAURO ¿Ya es muerta?
DUQUE Sí.
Ya al cielo te levantas,
ya sus claras estrellas
con inmortales pies pisas y mides.
Ya entre las almas santas
escuchas mis querellas,
y a todo el Cielo mi consuelo pides.
Si con mi gusto mides
el tuyo, pide al cielo
que me lleve tras ti, y tendré consuelo.
En penas tan notables,
por mi mano arrancadas
.....................................
.....................................
......................................
no cubre el cielo vuestra blanca nieve,
que aunque este cielo llueve,
con mortales desmayos,
no arroja nieve, porque engendra rayos;
serán mi venganza,
iguales con mi mengua,
pues acude al dolor mi sangre fría
con tan justa esperanza.
CELAURO ¡Ah, cielo! Dame
lengua,
o quítame la vida, ya no mía,
pues ha llegado el día
que al alma triste asombra,
viendo su claro sol trocado en sombra.
Si sueño o devaneo,
¿es verdad o es engaño?
¡Muerta Nísida! Cielo, dulce esposa...
Pero ¿cuál es el daño?
Que es mío y no lo creo.
Mas tu mano es injusta y poderosa,
que a mi Nísida hermosa
me llevas, ciclo amigo.
¡Mil veces de lo dicho me desdigo!
Ya sé que en un cristiano
fue loco pensamiento;
mas pagaráme el alma, que he perdido,
aquella injusta mano
que ha sido el instrumento
de mi justo castigo; si lo ha sido,
de mí fue merecido.
Mas ¿es bien empleado
que pague un ángel lo que yo he pecado?
Mas ¿qué estoy esperando?
Págueme el Rey y el mundo
el triste eclipse de mis luces bellas,
tantas almas sacando,
que al cielo, y al profundo,
le faltará lugar donde ponellas;
pero, si estoy sin ellas,
¿qué vitoria o qué palma
has de poder llevar, brazo sin alma?
Si tú fuiste alimento,
mi bien, del alma mía,
si en todas mis acciones te invocaba,
si con tu dulce aliento
volaba, si quería
alcanzar los favores que alcanzaba
¿cómo no imaginaba
que, siendo en flor cogida
tu beldad, acabase así mi vida?
Pero ¿fue por ventura
Píramo más amante?
¿Tengo menos valor o menos daños?
En mayor desventura
¿seré menos costante?
.................................
Saca la espada para
matarse, y le detiene el DUQUE.
DUQUE ¡Oh sucesos
extraños!
¡Hijo!
CELAURO Ya me corrijo,
padre del alma, pues me llamas hijo.
Dame tu honrado ejemplo,
pon tus pies en mi boca,
llega tu pecho al mío, ya difunto.
Con cuanto en ti contemplo,
me regala y me toca;
que en efecto tomó de todo punto,
en infelice punto
su ser divino aquella
que fue mi sol y la eclipsó mi estrella.
DUQUE No ha de estar
desa suerte
un pecho como el tuyo.
¡Yo le consuelo, mísero cuitado!
¿No ves que con tu muerte
más mi vida destruyo?
CELAURO Moriré, pues
que me quieres, consolado.
¿Quiéresme, padre amado?
DUQUE Pues en tus
brazos muero,
y te estoy consolando, bien te quiero.
CELAURO Pero ¿Nísida
muerta,
y yo, muriendo, vivo?
Y ¿no voy a vengar en un tirano
afrenta que es tan cierta,
dolor que es tan esquivo?
Muera a mis manos mi enemigo hermano,
que el cielo soberano,
pues voy furioso y loco,
si de mí le defiende, no hará poco.
DUQUE Hijo querido,
espera.
CELAURO No me des ese
nombre
hasta vengar mi afrenta y tus enojos.
DUQUE Mejor lo
considera;
que siempre yerra el hombre
que se deja llevar de sus antojos.
CELAURO No llevará en
despojos
la tierra tu hija bella
hasta que yo, vengado, venga a vella.
Cortaré la cabeza
al Rey en su palacio.
DUQUE Mira que es
imposible, cobra acuerdo.
CELAURO De mi mal la
aspereza
no sufre más espacio.
Dirás que estaba loco, si me pierdo;
que fuera no ser cuerdo,
si al insufrible peso
destos pesares no perdiera el seso.
Comienza, espada mía,
a ser, como imagino,
rigor del cielo, y de la tierra espanto.
Vase CELAURO con la
espada desnuda.
DUQUE Estorbarle
querría
su loco desatino,
si me diese lugar mi amargo llanto.
Llevaréisme entretanto
ese ángel, prenda amada,
por mil causas dichosa y desdichada.
Llévanse los CRIADOS a
NÍSIDA, y vanse todos y salen los tres CRIADOS a quien mandó el REY matar a
CELAURO.
CRIADO 1º Que me pesa
te confieso,
mas sirvo a mi rey.
CRIADO 2º No hay duda.
CRIADO 3º La espada
lleva desnuda.
CRIADO 1º O trae
perdido el seso,
o su desdicha adivina.
CRIADO 2º Sus acciones
son de loco:
ya camina poco a poco,
ya corre, y ya no camina,
ya voces y ojos levanta
al cielo, ya los compone
y ya en la tierra los pone
callando.
CRIADO 3º Por Dios, que
espanta.
CRIADO 1º Ya llega.
CRIADO 2º El lugar
mejor
es para darle la muerte.
CRIADO 3º Ya es
costumbre de la suerte
a traiciones dar favor.
Todo esto dicen como
que ven venir a CELAURO, y pónense a un lado del tablado, y sale CELAURO.
CELAURO Esposa, dame la
mano,
y recibe estos abrazos.
Mas ¿qué hacéis, cansados brazos?
Todo es señas y aire vano.
¿No vi tu hermosa figura
y tus espaldas después?
La muerte sin duda es
el envés de la hermosura.
¿Huyes? Seguirte no puedo,
porque ya el pecho desmaya.
Para que a vengarte vaya
dame valor, y no miedo.
¿Qué horror es éste? ¡Ay de mí!
Que a espantarte no te obligo...
O llévame allá contigo,
o no me dejes sin ti.
Oye ¿conmigo rigores?
Éntrase como que va
tras aquella sombra que finge representalle la imaginación, y síguenle los
CRIADOS.
CRIADO 1º Ahora va
descuidado:
dale tú por ese lado
y yo por éste.
CELAURO ¡Ah traidores!
Vuelve a salir por la
otra parte.
¿No veis que mi brazo fuerte
para vengarme no es malo?
Pero ¡en mi sangre resbalo,
y tropiezo con mi muerte!
El cielo justo y benigno
a esta muerte me condena,
aunque esta muerte no es pena,
pues consuelo la imagino.
Mas por áspero camino
este consuelo me envía,
Nísida; que bien podía
hacer como entonces fuera,
porque en tus brazos muriera
quien en tu pecho vivía.
¿Dónde está, querida esposa,
aquel acertado empleo,
aquel llegar con deseo
de mirar tu cara hermosa,
el verte alegre o quejosa,
el beber tu dulce aliento,
el celar mi pensamiento
del viento, porque pensaba?...
Pero todo al fin se acaba,
resuelto en ceniza, al viento.
Por vengarte, gloria mía,
quisiera ser de importancia;
.........................................
hubiera sido en Hungría.
Pero, loca fantasía,
no es bien que así te remontes.
No hay cristianos Rodamontes.
Nísida, al cielo pedilde
que me dé la muerte humilde
entre estos soberbios montes.
Cristiano en efecto soy;
procuradme allá la palma,
porque ya, esposa del alma,
a veros con Cristo voy.
¡Ay, cielo!
Sale LEÓNIDO.
LEÓNIDO Del todo estoy
sin sentido, o estas voces
son lastimeras y atroces.
¿Qué es lo que mis ojos ven?
¿Qué veo? ¿A quién miro?
CELAURO ¿A quién?
Tu amigo, ¿no me conoces?
LEÓNIDO Señor, ¡qué
gran desventura!
¿Cúya es la mano cruel?...
CELAURO ¿Cúya
preguntas? De aquel
que ha tanto que lo procura.
Mas, pues el cielo te envía
siempre a que me des favores,
pues ahora los mejores
quiero para el alma mía.
Soy en efecto cristiano,
y aunque malo pude ser,
quisiera ahora tener
la cruz bendita en la mano.
LEÓNIDO ¿Cómo a mi
dolor resisto?
CELAURO Hazla de palo
siquiera;
que la cruz es la bandera
de los soldados de Cristo.
LEÓNIDO Una traigo aquí
harto bella,
que no la aparto de mí;
creo que con ella nací,
porque murieses con ella.
Saca la cruz de
esmeraldas y zafiros y tómala en la mano CELAURO.
CELAURO Para mi bien la
trujiste.
LEÓNIDO Misterios del
cielo son.
CELAURO Casi muerto el
corazón
me salta. ¿Qué me dijiste?
¿Qué sentidos me enseñaron?
¿Con ella naciste, amigo?
Dime.
LEÓNIDO Que con ella,
digo,
recién nacido me hallaron;
que yo de mi nacimiento
no pude más alcanzar.
CELAURO Del todo vuelvo
a cobrar
el casi perdido aliento.
De desangrado moría,
y con la alegre ocasión,
va acudiendo al corazón
la sangre que antes salía.
LEÓNIDO Con tus muertas
alegrías
consuelas mi pecho fiel.
CELAURO Lee, amigo ese
papel,
que ha que guardo muchos días.
Dale el papel, y léele
LEÓNIDO.
LEÓNIDO «Amigo, de las
señas que han de llevar los que tienen cargo de buscar a nuestro perdido hijo,
es la más esencial, que llevaba al cuello una cruz de esmeraldas y zafiros, y
en ella una sortija de un diamante».
¿Qué es lo que mirando estoy?
¿Qué he ganado y qué he perdido?
CELAURO Hijo del alma
querido,
tu padre, aunque muerto, soy.
LEÓNIDO De nuevo ahora
naciera,
cobrando valor profundo,
cuando la opinión del mundo
por tu hijo me tuviera.
Mas con el dolor crecido
cerca de la muerte estoy.
Desdichado soy, pues soy
antes muerto que nacido.
CELAURO No, hijo mío,
eso no;
que otra fénix has de ser,
pues vienes a renacer
cuando quedo muerto yo.
LEÓNIDO Sola tu
desdicha heredo.
CELAURO Paga por mí tus
abrazos;
pon en tu cuello mis brazos,
que aun abrazarte no puedo.
LEÓNIDO El pecho sangre
despida,
que sólo lágrimas llora.
CELAURO ¡Ay, hijo!, y
¿qué diera ahora
por una sola hora de vida?
Mas, pues tan corta es mi suerte,
que mucha menos espero,
mirar por tu vida quiero
antes que llegue mi muerte.
LEÓNIDO Mira, señor,
por el bien
del alma, y déjame a mí.
CELAURO Pues ¿no ves,
hijo, que así
miro por ella también?
¿Qué
medio hallaré mejor
con que deje averiguado
que es mío el ser que te he dado,
y que es tuyo mi valor?
Mas ya imagino y confío
que todo el mundo, y Hungría,
en viendo una firma mía,
te tendrán por hijo mío.
¿Con qué escribiré? ¡Ah, cruel!
LEÓNIDO ¿Eso ahora te
congoja?
CELAURO Mas ¿no es esta
sangre roja?
Y ¿no es blanco este papel?
Entrad, valerosa mano,
y estimad mi buen acuerdo,
pues de la sangre que pierdo
sale el remedio que gano.
Metiéndose la mano en
el pecho y sacando sangre de la herida, escribe en las espaldas del papel, y
déjese caer en los brazos de LEÓNIDO.
Tenme.
LEÓNIDO ¡Valor
extremado!
¿Qué pecho de duro acero
no se enternece?
CELAURO Ya muero,
hijo, con menos cuidado.
Agora, mi prenda amada,
para que a tu honor acudas,
si con tu mano me ayudas,
yo te ceñiré mi espada.
Pues a tu lado la pones,
recibe mi bendición,
y espera mi maldición
si la empleas en traiciones.
LEÓNIDO En mi mano ten
por cierto
que ha de ser honrada y fiera.
CELAURO Otra cosa te
dijera:
hijo mío, el Rey me ha muerto.
Tu eres honrado y podrás...
mas, por ser del cielo amigo,
que te vengues no te digo,
sino que ofendido estás.
LEÓNIDO Ninguna pena,
señor,
esos cuidados te den;
que tú me lo dices bien,
y yo lo entiendo mejor.
CELAURO Abrázame; que
la palma
ofrezco ya.
LEÓNIDO Moriré
de pesar.
CELAURO Y cuando esté
del todo el cuerpo sin alma,
adonde el Duque, tu abuelo,
está, llevalle podrás,
y junto le enterrarás
de mi Nísi...
LEÓNIDO ¡Justo cielo!
¡Qué! ¿Me dejas y te vas?
¡Padre tan presto perdido!
Sin duda te he conocido
para perderte no más.
Ya partiste ¡Cielo santo!,
si me queréis consolar,
no me escuchéis el llorar
hasta convertirme en llanto.
Porque se acaben los días
que han de hacerme eterna guerra,
haced, ojos, en la tierra,
un mar de lágrimas mías.
¡Ay, ojos, qué bien hacéis!,
pues con sangre la mezcláis,
porque así me consoláis,
creyendo que la veréis.
Pero la tierna tristeza
suspended, fiera esperanza,
y lo que ha de ser venganza
no se convierta en terneza.
Y así juro y prometo, en este punto,
por todo cuanto bueno habita el cielo,
de por sí cada cosa, y todo junto,
a la sangre heredada de mi agüelo,
por quien es bien que mi valor remonte,
y a la que riega y entristece el suelo,
poniendo por testigos a este monte,
campos, árboles, plantas y espesura,
con que adorna y compone su horizonte,
de no mirar del cielo la luz pura,
ni a la tierra, ni a mí, que puedo hacello,
ocupado en mirar mi desventura,
ni mirar de Leonora el rostro bello,
ni ponerme vestido más honrado,
ni cortarme la barba y el cabello,
de ir ardiendo al calor, al frío helado,
y de nunca el acero desta espada
en vaina se ha de ver, ni yo en poblado,
de no llevar la cara levantada,
de no comer sino silvestre fruta,
con los dientes cogida y arrancada,
como bruto animal y bestia bruta,
y si mi tierno llanto y mi querella
me viniese a dejar la boca enjuta,
de no buscar el agua y no bebella
sin primero enturbiar su claro hermoso,
quitando la ocasión de verme en ella,
de no ofrecerme al sueño o al reposo,
sino al tronco de un árbol arrimado,
vigilante de mi agravio, y no medroso,
hasta que el brazo ahora levantado,
tan lleno de valor y de osadía,
me saque de ofendido y de obligado,
hasta poder beber helada y fría,
enjugando estas lágrimas que bebo,
del Rey la sangre, injustamente mía,
para vengar entonces, como debo,
ofensas hechas al valor altivo
deste segundo Aquiles, a quien llevo
muerto en los hombros, y en el alma vivo.
Vase LEÓNIDO,
llevándose a su padre muerto en los brazos, y sale el REY.
REY Injusta mano mía,
de ti salió el rigor que me tormenta;
quité la luz al día,
y agora, en las tinieblas de mi afrenta,
me consume y me asombra,
del muerto sol, la imaginada sombra.
Quien tal hizo, ¿qué espera?
¿Es verdad que maté mi prenda amada?
¡Ay, alma injusta y fiera,
de algún demonio entonces incitada!
¡Ay, corazón! ¿Qué has hecho?
Salta a pedazos de mi airado pecho.
Ya rabio, ya me admiro,
ya lloro, ya me aíro, ya recelo.
Desde la tierra miro
la espada, a tu justicia, impíreo cielo,
y que la pide aquella
que fue mi sol, y la eclipsó mi estrella.
¿Cómo perdí el sentido?
¿Qué culpas cometí a mi pena iguales?
Vosotros habéis sido
causa de todo, celos infernales;
que tan penosos duelos
¿quién pudiera causarlos, sino celos?
Sale un GRANDE.
GRANDE Sabe, señor, que
en tu palacio tienes
casi todos los grandes de tu tierra,
y de gente de lustre hay infinita,
y del vulgo, hasta niños y mujeres.
REY Y ¿qué la causa ha
sido?
GRANDE Haber llegado
unos hombres villanos en el traje,
y en los hombros traían unas andas,
que, cubiertas de luto y de tristeza,
dieron admiración, y así los siguen
con el deseo de saber la causa.
Ellos, callando a todo, aquí han llegado,
y dejando las andas a la puerta
desta sala, licencia pide el uno
para hablarte en presencia de tu corte.
Dime tu gusto ahora.
REY Extraños modos
de proceder; ve y diles que entren todos.
Vase el GRANDE.
¿Qué habrá sido la ocasión
desta novedad? Sin falta
que es en mi daño, pues salta
en mi pecho el corazón.
Salen cuatro GRANDES y
el PASTOR viejo, y LEÓNIDO, en hábito de villano, con la espada desnuda, y otra
gente.
LEÓNIDO (Valedme, pecho
alterado). Aparte.
Pues aquí obligado llego
de vuestro acero, en el fuego
de mis agravios templado,
aunque honrado, de ofendido
hice, Rey, esta jornada,
con esta desnuda espada
y este vestido, vestido.
Porque así se representa
a la razón. Que me ayuda,
aquí, mi verdad desnuda,
y aquí, vestida, mi afrenta.
Y así pide, en la presencia
de tu corte, mi esperanza,
a tu justicia venganza,
o para hacella licencia.
También con la causa vengo
que me obliga a pretendella,
porque gustando de vella,
veas la razón que tengo.
Mas licencia me has de dar,
porque si hecho de ver
que no lo quieres hacer,
me la pueda yo tomar.
REY Sea así, que tal
estoy,
y tal me contemplo aquí,
que aun para matarme a mí
licencia también te doy.
Corre una cortina
LEÓNIDO, y parecen en unas andas CELAURO y NÍSIDA muertos, y el DUQUE a sus
espaldas.
LEÓNIDO Mira, pues.
REY ¡Ay, cielo airado!
Dale, y cae a los pies
de CELAURO y NÍSIDA; llegan los grandes y gente a querelle matar, y el DUQUE le
ampara.
LEÓNIDO ¡Toma traidor!
REY ¡Ay rey triste!
LEÓNIDO La licencia que
me diste
para matarte he tomado.
REY Justo castigo me
envía
el cielo.
GRANDE ¡Muera el
traidor!
DUQUE Matadme a mí, que
es mejor,
pues que la venganza es mía.
¿Es posible que os altera,
deudos míos, pueblo amado,
que quien hizo este pecado
le pague desta manera?
GRANDE 3º ¿De un
villano el desatino
mata al Rey? Muerte merece.
DUQUE En el traje lo parece,
y es mi nieto y su sobrino.
Hijo es éste del Infante
y de mi hija y su esposa.
Su suerte maravillosa
es muy cierta, no os espante.
Sosegaos, y aquesta firma
ved que afirma esta verdad,
y estotras señas mirad,
que del todo lo confirma,
Toma de manos de
CELAURO el papel que escribió lleno de sangre y de las manos de NÍSIDA la cruz
que llevaba al cuello.
que esta cruz que aquí se ve
es la que al cuello traía.
Yo la conozco por mía,
como de mi hija fue.
PASTOR Y yo digo que
con ella
lo hallé, y lo puedo jurar,
y muchos testigos dar
de que pudo merecella.
GRANDE 4º ¡Gran secreto
el alto cielo
nos descubrió en este día!
GRANDE 2º Sin duda el
cielo lo envía,
y ha de ser nuestro consuelo.
GRANDE 4º Pues que
vimos sus extremos,
gobernará nuestra grey.
¿Queréisle por vuestro rey?
TODOS Por nuestro rey
le queremos.
DUQUE No pronunciará mi
boca
lo que dijisteis agora;
que a la Infanta, mi señora,
de derecho el reino toca.
GRANDE 4º ¡Dueño
queremos varón!
TODOS. Todos lo mismo
decimos.
GRANDE 1º Por nuestro
rey lo elegimos.
DUQUE No consiento en
su elección.
Y tú, ¿lo admites?
LEÓNIDO Señor,
sí admito.
DUQUE ¡Gran desatino!
Traidor eres.
LEÓNIDO Ya imagino
el cómo no ser traidor.
Calle, que yo seré fiel.
GRANDE 4º Reciba, pues,
tu persona
deste reino esta corona,
que si ahora es de laurel,
con mayor solemnidad,
que yo por todos lo juro,
llevarás la de oro puro
que otorgó su santidad
del pontífice romano,
en aquel dichoso día,
a Esteban, que fue en Hungría
el primero rey cristiano.
Ahora con voz altiva
digan todos, como es ley:
¡Viva nuestro nuevo rey!
TODOS ¡Nuestro rey mil
años viva!
Sale la REINA, y la INFANTA,
cubiertas de luto.
REINA Si, mis húngaros
valientes,
fue vuestro valor profundo,
con ser asombro del mundo,
ejemplo de extrañas gentes,
si en vosotros puede tanto
ley, justicia, ¿qué razón...?
LEÓNIDO Sosiega tu
corazón
y pon riendas a tu llanto.
Atajarte quise ahora
por satisfacerte más,
y tú, Leonora, verás
si es constante quien te adora.
De mi mano has de gustar
que esta corona te dé;
que yo sólo la tomé
para podértela dar.
Quítase la corona y
pónela a la INFANTA.
INFANTA Oblígame tanto
el vella
de tu mano en esta parte,
que no te pago sin darte
a mi persona con ella.
Y tanto en mi pecho está,
esto, estimado por justo,
que daré licencia al gusto,
si mi madre me la da.
REINA No te la puedo
negar.
Pues es justa, yo la doy.
DUQUE Y yo, hijos, tal
estoy,
que casi pierdo el pesar...
LEÓNIDO Pues doy
principio a esta gloria...
INFANTA Por hacer, sin
fin, mi bien.
LEÓNIDO Y para dalle
también,
alegre, a tan triste historia.
Fin de
la comedia del Amor constante.
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