Justo Señor, que estás por las ajenas
culpas que renacieron de pecados,
en esa Cruz con miembros tan llagados,
pagando su crueldad con propias penas.
Por esas carnes de furores llenas,
que están tendidas, por los pies clavados,
por los divinos soles ya eclipsados,
por la sangre vertida de esas venas.
Que con tu amor divino y soberano
porque puede guardarme del infierno
y al demonio vencer que me hace miedo.
Pues adoro tus pies, me des la mano,
porque sin tu favor, mi Dios eterno,
no puedo nada y hago lo que puedo.
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