Los
idus de Marzo presagian malos augurios para el próximo año 2013. Un estudio
comparativo de Cervantes y Shakespeare, publicado en 1954 por Nicolás González
Ruiz, en Editorial Cervantes, señalaba, entre otras muchas cosas, que existe
una diferencia fundamental entre ambos escritores pues la creación del de Stratford
es como un inmenso alarde de juventud, mientras que la de Cervantes acoge
una riquísima madurez. Es la característica de dos concepciones vitales
enfrentadas: en la España de Felipe II encontramos la cautela de un viejo
imperio mientras que en la Inglaterra de Isabel I predomina la ambición de la
juventud.
Esa
cautela corre el riesgo de acabar transformándose en pasividad, indolencia,
inercia, quietud, inacción. Así nos va en la sociedad que vivimos donde nada
esperamos y poco confiamos en un futuro nada halagüeño. Si a las tristezas cotidianas de estas fechas, algunas tal vez recientes, por la ausencia de los que ya
partieron, añadimos el temor por lo que se avecina, la sangre se hiela en las
venas sobrecogiendo el corazón.
Sabios
vendrán para buscar soluciones, mientras que tú, en tu sillón si lo tienes, te encierras
en la negrura de la imposibilidad por salir adelante. Puede que tengas razón,
pero debes concederme la licencia de tenerla yo también cuando afirmo que nadie
vendrá a salvarte. Esos sabios, elucubrarán tratados de salidas a corto, medio
o largo plazo, mas ninguno de ellos llenará tu mesa.
Esa
es la diferencia que deseo subrayar en este texto, la diferencia del que
ambiciona algo o del que permanece impasible esperando que llueva café. El que
todo tiene, todo teme, pero el que nada le queda, todo lo espera. Salir de la
crisis está en tus manos, en tu corazón, en tu alma. No hablo de la crisis
global, ni la nacional, ni la local, para esas ya hay duendes, filibusteros y gamusinos, pues quizás la crisis seas tú mismo.
Los
enemigos son poderosos y corremos el riesgo de pensar como aquel que ante la
Armada Invencible exclamó el célebre “no vine a luchar contra los elementos”.
Surgen de inmediato pensamientos negativos acechando en la sombra de cualquier
esquina, impuesto, o falta de consumo. Pero ¿quieres consumir o salir adelante?
En
estas fechas tan señaladas podríamos recordar aquello de que el Verbo se hizo
carne. Verbo implica acción, movimiento, esfuerzo. Si te quedas parado avísame para
abrir el ataúd. ¿Te has quedado sin trabajo? Busca otro. ¿No hay trabajo? Créalo.
¿En qué rincón del alma escondiste aquello que se llamaba imaginación? Hoy, más
que ayer y menos que mañana, hace falta imaginación. Sal a pelear que la batalla está a punto de empezar.
Aquí
tocamos un factor esencialmente cultural. La imaginación no es algo que se
favorezca por la economía, nada más lejos de la realidad. La capacidad de imaginar
está en la sangre, es una entelequia inmaterial que podrás considerar
espiritual, mental o psicológica. Allí donde se encuentre tu imaginación se
centrará tu corazón. Si de verdad eres capaz de imaginar serás capaz de crear y
la creación implica salir, por necesidad, adelante.
Puestos
en términos anglosajones me remito a cierta película americana (poco importan
las nacionalidades a una verdad), creo recordar Rocky 4, donde el entrenador
ayuda a Balboa mostrando cuál es la diferencia entre un perdedor y un
ganador. Quien tenga esa mirada del tigre, hambriento, con sed de superación,
será quien determine el combate.
Lucha por tus ideales, sean cuales sean, y levántalos en el estandarte del combate, que si caes nadie diga que fue por cobardía. Solo el que combate puede ganar la batalla, el que cede está perdido antes de empezar. Enfréntate al contrario, al paro, a la pobreza, a la pérdida de fe, con el ánimo dispuesto a conquistar las estrellas, pues estas iluminan tu camino y el de los tuyos. Si no luchas por ti piensa que siempre queda alguien que te sigue, alguien que podrás descubrir, o no, según las miopías de tu alma. Ellos merecen al menos que lo intentes. No importe caer en el fragor de la batalla, pues polvo somos y al polvo volveremos. Adelante, icemos nuestros aceros toledanos despachando a gusto mandobles a tanto pensamiento cretino y soez, cobarde y mediocre.
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