Para Aristóteles lo que caracteriza al régimen político es lo que caracteriza la clase de hombres que lo gobiernan. Por tanto, con independencia de República o Monarquía, Democracia o Tiranía, son los seres humanos que dirigen los destinos colectivos quienes caracterizarán el sistema que los gobierna. Un sistema corrupto lo será en tanto y cuanto quienes lo dirijan estén implicados en asuntos diferentes a los de cumplir con su vocación de servicio a la comunidad, o bien porque tal vez se encuentren sometidos a intereses de otras naciones, como pudiera ser el caso de la relación entre España y Alemania, eje central de un sistema de recortes para beneficiar su propio interés siendo necesario para ello el sometimiento de otras naciones, léase España. Los últimos gobiernos que han regido nuestros destinos tal vez reúnan los dos requisitos anteriores ajenos completamente a su destino común lo que al final conduce a la ruina social, moral, cultural, política y económica de una nación.
Es por ello que coincido en su mayoría con el mensaje navideño de S.M. el Rey. Solo un necio o un fanático puede coincidir en la totalidad lo que expone otra persona. El sistema político español necesita profundas reformas institucionales, sigo preguntándome para qué sirve el Senado, o la duplicidad de competencias entre Diputaciones y Autonomías, o la aberración de que cada territorio establezca una legislación diferente y diferenciadora del resto de los españoles. Mea culpa, reconozco que para mí un pueblo merece una ley, el resto genera discriminaciones y por tanto injusticias.
El monarca reconoce que la grave crisis que atravesamos ha alcanzado una intensidad que nadie imaginaba con unas inciertas perspectivas de futuro y un deterioro del clima social. Es necesario encontrar nuevos modos y formas de hacer algunas cosas que reclaman una puesta al día. La clase política, esto lo añado yo, se ha atrincherado en viejas formulas, más propias de caciques que de gobernantes, encerrándose en sus privilegios frente a un pueblo que agoniza por diversas causas. Leamos que estas causas son listas políticas cerradas, mantenimiento de privilegios políticos, oscura legalidad que conduce a cierta inmunidad judicial por sus acciones, sometimiento a intereses foráneos (insisto en el sometimiento a Alemania), recortes a los demás, y estoy seguro que me dejo cosas en el tintero.
Vuelvo a lo dicho por el Rey al afirmar la necesidad de nuevos modos y formas de hacer algunas cosas. La austeridad y el crecimiento deben ser compatibles. Se debe garantizar el bienestar del mañana en un plazo razonable de tiempo de manera que se asegure la protección de los derechos sociales. Los poderosos, banqueros y políticos, se encuentran bajo el estado febril del recorte incesante, hay que recortar derechos sociales, educación, cultura, salarios, asistencia médica, y olvidan que en su día, antes de la gran hecatombe, ya se les advertía de algunos gastos innecesarios. Me pregunto, sin ánimo de represalias, ni juicios, ni semejantes, si alguna vez saldrá a la luz qué mente iluminada gestó la idea de un aeropuerto como el de Castellón, y tantas otras cosas que no solo afectan a la Comunidad Valenciana. Bajo el pretexto de recortar, incluyendo algunos grandes empresarios que se han subido al carro, se están cometiendo graves injusticias contra el pueblo español.
Tiene razón el Rey cuando dice que hay que generar estímulos para la creación de riqueza. Recuerdo el programa de algún partido político partidario, valga la redundancia, de que el dinero debía estar en circulación, que se debían cumplir esos objetivos de rebajar impuestos, agilizar trámites y muchas otras cosas, interesantes y no tan descabelladas, pero, ¡qué olvidadiza es la naturaleza humana!. Un antiguo refrán dice que donde dije digo, digo Diego y así es como nos va a los españoles.
Siguiendo con el mensaje, tenemos que el primer estímulo que nos sacará de esta crisis se llama confianza, pero el pueblo ya no confía en sus gobernantes (incluyendo opositores), pues todos se encuentran en el mismo barco de intereses y oscuridades. En esta ocasión el monarca quiere estar más cerca del pueblo que de las castas políticas y económicas. Somos nosotros quienes tenemos que salir adelante sin aquellas castas, y podemos hacerlo con talento y creatividad, sin dejarnos llevar por voces mesiánicas, populistas o demagógicas, arrastrando con valentía nuestro futuro para conquistar nuevos horizontes.
Su Majestad reclama una política grande, y le doy la razón, una política con mayúsculas. Insisto en aquello de que me importa un carajo el color de los políticos, son las personas quienes construyen el futuro, lo que lamento es la falta de imaginación de nuestros políticos, la falta de miras políticas, de grandeza en sus decisiones fijando su atención en el interés general y en el bienestar de los ciudadanos. Se necesita esa voluntad que, lejos de provocar enfrentamientos integra lo común para sumar fuerzas, no para dividirlas. La que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social.
Me remito a lo dicho unas líneas más arriba, estoy de acuerdo, en líneas generales, con lo expuesto por el Monarca y que en definitiva, desde mi entender, se convierte en la necesidad de regenerar la sociedad española en su conjunto (difícil empresa y a mayor dificultad, mayor admiración me produce), recortando a recortadores, renovando ilusiones.
Advertencia antes de finalizar, cuando me refiero a banqueros, políticos y demás, no me dirijo sobre aquellas personas que están trabajando en una sencilla oficina bancaria o políticos “de a pie” que intentan conseguir de forma honesta lo mejor para todos.
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