En
aquel tiempo el verbo volvió al sustantivo con la fuerza de la acción y su
fuerza se extendió por toda la oración. Enseñaba el sentido que necesita la
comunicación.
Fue
a la escuela, donde se había criado, entró en el aula, como era costumbre en
día escolar y se puso en pie para hacer la lectura. Abrieron el libro por las hazañas
de la literatura y surgiendo de su interior las palabras, encontró los poemas
de la creación.
– La
fuerza de la acción está sobre mí, sin mí la oración no tiene sentido pues no
hay frase sin acción, ni adverbio sin movimiento, tiempo, lugar o modo.
Me
han enviado para dar la libertad a los esclavos, la aventura a los aventureros,
el conocimiento a los ignorantes, el poema a los silenciados.
Cerrando
el libro lo devolvió al que ayudaba y se sentó. El aula tenía los ojos fijos en
él cuando les dijo:
–
Hoy se cumple la Escritura cuando su uso lo ejercitáis.
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