Doctores
tiene la iglesia y que sean ellos quienes hablen sobre los fundamentos
teológicos del domingo de Ramos, mas hay unas palabras que gritan en mi
interior. “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al
abatido una palabra de aliento.” (Is. 50, 4), así de contundente es una de las
lecturas del día y que podría asumir cualquier escritor consciente de su labor
social, de la gran tarea que representa para el resto de los mortales. Callarse
es desobedecer el mandato divino de encarnar la palabra.
Hay
quien habla de la película del año o de la boda del siglo, pues bien, la semana
que empieza en el
Domingo de Ramos es la semana que escribió la Historia, nuestra historia, guiando el rumbo de la humanidad durante los últimos dos milenios. Apenas cuatro días para concentrar en su interior un proyecto de salvación apto para todos los consumidores. Siete días que transcurren desde la Entrada Triunfal hasta la Crucifixión y posterior Resurrección.
Domingo de Ramos es la semana que escribió la Historia, nuestra historia, guiando el rumbo de la humanidad durante los últimos dos milenios. Apenas cuatro días para concentrar en su interior un proyecto de salvación apto para todos los consumidores. Siete días que transcurren desde la Entrada Triunfal hasta la Crucifixión y posterior Resurrección.
El
Jesús “histórico”, el hombre que vivió y murió en un momento concreto, definido
y material, de nuestra era, ha marcado, y sigue marcando, la existencia de
millones de almas: San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Lope de Vega,
Calderón, Fray Luis de León, Unamuno, botones de una preocupación por un hombre
eterno, por un Dios hecho Hombre, por un Hombre elevado al rango de Dios. La misma intelectualidad atea necesita tener
en él un punto de referencia para definir su espacio vital.
Rehúso
centrarme en polémicas religiosas, tan solo pretendo dar dos pinceladas, unos
rasgos coloridos y abismales entre sí, sobre un hombre que será el centro del
Universo durante los próximos días.
Admitiendo
que cada cual le da la interpretación que le venga en gana, lo cierto es que
sigue ahí, latente, presente, en la vida cotidiana de nuestra
civilización. Ortodoxos, católicos,
anglicanos y un sinfín de variantes son las que podemos reflejar en nuestras vidas,
múltiples puntos de vista bajo un Denominador Común.
Estamos
hablando de un rabino judío que tiene que entrar en Jerusalén para celebrar la
obligada Pascua Judía. Sin embargo, ese hombre, inspirador de los más bellos
poemas, reflejo del drama existencial, pie tangible de cualquier doctrina
teológica, punto de referencia del sentimiento humanista, no fue uno de tantos
aunque pasó por uno de tantos.
Este
hombre, el ser humano llamado Jesús, tuvo además una capacidad intelectual
digna de consideración. Debió conocer y hablar cuatro idiomas diferentes.
Empezando por el arameo, siendo este idioma lo que hablaba todo el mundo en la Galilea
de su época y, por tanto, era el lenguaje normal. Cuando la gente iba a la sinagoga
los sábados y les leían la biblia en hebrero, tenía que salir un hombre y traducírselo
al lenguaje popular que era el arameo. Probablemente Jesús de Nazaret conocía
el hebreo porque las discusiones sobre la Biblia, entre los eruditos, se hacían
citando en hebreo. Se tata además de un rabino, una persona con “estudios
elevados en su época” que hace juegos de palabras con las posibles
interpretaciones bíblicas.
Por
otro lado, si era un carpintero, un
artesano, alguien que se dedicaba en hacer todo lo necesario para construir una
casa en la parte que afecta a la madera, tendría clientes griegos con los que
debería relacionarse, para hacer encargos o sacar cuentas, en su idioma que era
el griego. La otra lengua que debía conocer era el latín de los conquistadores
romanos. Resulta obvio señalar que era una lengua necesaria para evitar salir
mal parado ante unos individuos que, si bien han sido difusores de cultura, en
ocasiones actuaban como salvajes.,
Por
último, e independiente de lo anterior, señalar que Jesús murió en la cruz y
tengo entendido que los antiguos cristianos se negaban a reflejar la Cruz,
plasmar su imagen con devoción. Eso vino después, sobre el siglo II, pero en fechas
anteriores, era insoportable adorar una cruz pues tal era la angustia que
representaba para los que conocían lo que era esa condena, que les resultaba
antinatural.
No
se trata únicamente del sufrimiento que representa para el condenado sino que
los ajusticiados quedaban expuestos a las alimañas durante días y no era raro
observar perros o buitres, arrancando partes de sus cuerpos. De ahí la
importancia bíblica de enterrar el cuerpo de Jesús tras su óbito, pues temían
un destino nauseabundo.
Permitidme
la licencia de identificarme con los versos de Machado, a través de la famosa
interpretación de Serrat:
¡Oh
la saeta, el cantar
al
Cristo de los gitanos,
siempre
con sangre en las manos
siempre
por desenclavar!
¡Cantar
del pueblo andaluz
que
todas las primaveras
anda
pidiendo escaleras
para
subir a la cruz!
¡Cantar
de la tierra mía,
que
echa flores
al
Jesús de la agonía,
y es
la fe de mis mayores!
¡Oh,
no eres tú mi cantar!
¡No
puedo cantar, ni quiero,
a
ese Jesús del madero,
sino
al que anduvo en el mar!
Adjunto
un enlace de los muchos que se multiplican en Youtube para que os acompañe
estos días de reflexión, de entierro y resurrección.
Gracias por la información
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario.
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