En
los últimos días estamos sacando los conceptos de sitio y lugar. Así es el caso
de algunos partidos políticos que miran
la paja en el ojo ajeno y ocultan la viga en el propio. Ahora llega el
Vicesecretario y portavoz del PSPV, Francesc Romeu, abogando para España "un sistema más democrático como la
República" ante una monarquía que, según defiende en su blog, "aparte
de no ser transparente, está ensombrecida por la corrupción y el descrédito". En esas opiniones se entremezclan conceptos
como sistema de gobierno y gobernantes.
Se puede defender la República o la Monarquía pero no bajo el prisma del
descrédito y, quizás me aventurase, con el de la manipulación.
Veamos
pues algún caso histórico: La antigua República Democrática Alemana era un
gobierno “
republicano” y “demócrata”, en apariencia, cuando en realidad se trataba de una dictadura atroz bajo los dictados de la ex Unión Soviética, que poco tenía que ver con la idea que pretende ofrecer el señor Romeu. Por otro lado existen Monarquías como la Noruega o la del Reino de Suecia (este es su nombre oficial) que son un claro ejemplo de transparencia, progreso y libertad.
republicano” y “demócrata”, en apariencia, cuando en realidad se trataba de una dictadura atroz bajo los dictados de la ex Unión Soviética, que poco tenía que ver con la idea que pretende ofrecer el señor Romeu. Por otro lado existen Monarquías como la Noruega o la del Reino de Suecia (este es su nombre oficial) que son un claro ejemplo de transparencia, progreso y libertad.
Descubrimos
con esto un error conceptual en las palabras del portavoz del PSPV al pretender
mimetizar un sistema político (la República) con una forma de gobernar (la que
se está llevando a cabo por los partidos políticos españoles).
Un
gobernante, con independencia del sistema político al que pertenezca, puede ser
considerado como un “buen” gobernante cuando su actitud es la defensa del
pueblo, los derechos de las mayorías o garantice el libre albedrío de sus
súbditos. Tal vez estemos buscando responsabilidades fuera de lugar en vez de
sanear los partidos políticos que deciden nuestros destinos.
Para finalizar una sentencia lapidaria de Quevedo que expresa la preocupación fundamental del pueblo con independencia del régimen político: "Donde hay poca justicia es un peligro tener razón". Por tanto, preocupémonos más de la justicia, de la equidad y del progreso, y menos de los formatos políticos.
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