Guardaba mi vida en un bolsillo cuando en su interior descubrí una flor marchita. Era la rosa de mis sueños, que un día tuve y otro la perdí. Su semilla la he plantado en el jardín de las palabras, la he regado con el agua de la esperanza y la he abonado con los deseos de mi corazón. Puede que algún día la perdiese y puede que vuelva a vivir, quizás no esté yo para verla, pero aun así la sentiré feliz.
No creo en los sabios, ni en los ricos, ni en los fuertes, cuyos labios saben a muerte. Ni creo en los poderosos incapaces de comprender el sueño de una estrella, el calor de una luciérnaga, el color de una amapola o el suave beso de tu mirada. Quiero bailar al son de las golondrinas, acompañado por las olas y silbando una nana al sol de la mañana.
Hoy he escuchado el canto de la cigarra, el rumor de las estrellas al amanecer, el latir de tu corazón.
Si la vida es el camino hacia la muerte, prefiero morir en tus brazos a vivir una eternidad sin tí.
Hoy he decidido saltar al vacío, desplegar mis alas bajo el lucero de tus ojos. Quiero descubrir un mundo nuevo con el sol de tu mirada. No tengas miedo a las nubes, vuela alto y deja atrás tristezas pasadas
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