La Cuaresma es el momento ideal para confesar los pecados por lo que no puedo dejar pasar la ocasión de reconocer que, entre mis muchas faltas, debilidades y dependencias, se encuentra la de ser adicto a un programa de radio, que se emite de lunes a viernes, a las tres de la tarde, en Radio Nacional de España, Radio 3. Advierto que es peligroso para los diabéticos, pues hay tanta poesía en torno al dial que puede provocar altos grados de bienestar.
Para algunos puede ser un suplicio soportar treinta kilómetros de autovía en obras, con la velocidad limitada a ochenta, sin embargo, poco después de las tres montó en mi cabalgadura, léase coche, para disfrutar de su agradable compañía, dejarme arrastrar por un mundo diferente, quizás más real que el de un trabajo poco atrayente.
Soy pecador, con agravante y alevosía, pues no me arrepiento de mi pecado y además soy reincidente desde hace más de dos años. Bendito pecado que libera el alma con mágica sensación. En ocasiones, cuando me siento delante del ordenador, como en estos momentos, entró en alguno de sus Podcasts y sigo deleitándome escuchando algún programa que no he podido oír, o tal vez para reescuchar aquellos memorables momentos, que son tantos y tan numerosos como las estrellas del cielo, con los que se elevó mi espíritu. Cuando los elefantes sueñan con la música, de las flores se desprenden bellas melodías que embriagan el alma.
El programa en cuestión es “Cuando los elefantes sueñan con la música” autodefiniéndose como: “Latinidad y negritud para a partir de la música brasileña, acercarse a ritmos antillanos, sonidos africanos o el arte del jazz.” En sus maravillosos sesenta minutos de duración, Carlos Galilea y sus colaboradores, geniales también, nos conducen hasta ritmos como la bossa nova, samba, jazz, ritmos misteriosos de lugares donde no podía sospechar, sigo reconociendo mis culpas, hubiese música de tanta calidad.
Por sus ondas han pasado, siguen pasando, genios como Joao Gilberto, Diana Krall, Nina Simone, Caetano Veloso, Milton Nascimiento o la divina Elis Regina. Los pianos de Omar Sosa o de Ryuichi Sakamoto, saxofonistas como Ike Quebec, polifacéticos como Kyle Eastwood, guitarras como la de Misja Fitzgerald Michel, constituyen un firmamento de estrellas en el universo de los sueños.
Canta Ella Fitzgerald algo similar a cosas difíciles de nombrar con palabras en “Two marvellous for words” y eso es lo que ocurre en estos momentos. El programa se merece mejores palabras que las que ofrece este pobre y osado hidalgo, no por pobre menos osado, para mostrar su agrado. En fin, recomiendo el programa por su buena música, por la profesionalidad de quienes lo preparan y para cambiar de sintonía despegándonos del mundo que nos rodea. Un compañero me pregunta muchas veces cómo puedo ser feliz y, entre otras muchas cosas, también estoy tentado de responder que lo soy cuando los elefantes sueñan con la música.
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