El
silencio de los corderos es una película magistral del director Johnatan Demme,
para paladares intelectuales exquisitos, que da pie al análisis de la situación
actual de la mayoría de la población. A raíz de lo que ha pasado a denominarse
como Memoria Histórica, se ha condicionado la actitud “inocente” de algunos
sectores frente a la actitud “culpable” de los contrarios incrementada por la
actual situación coyuntural.
El
hecho es que el 14 de abril conmemoran la proclamación de la república española
bajo diversas reivindicaciones sociales, como si esta hubiese sido la única en
nuestra historia, así como identificándola con una posición ética adecuada y
única posible para la salud estatal.
Muchas
manifestaciones republicanas se conmemorarán durante este fin de semana
mientras que las autoridades las minimizaran y sus organizadores la
incrementarán. Ninguna de ambas cifras puede que sea la
real, mas es cierto que el número de participantes es cada vez mayor atraídos por esa situación grave que atravesamos así como la búsqueda de una alternativa al caos en que vivimos. Cierto es que vivimos en una situación caótica, tal vez lamentablemente kafkiana a la vista de los últimos acontecimientos.
real, mas es cierto que el número de participantes es cada vez mayor atraídos por esa situación grave que atravesamos así como la búsqueda de una alternativa al caos en que vivimos. Cierto es que vivimos en una situación caótica, tal vez lamentablemente kafkiana a la vista de los últimos acontecimientos.
El
silencio de los corderos es el de aquellos que callan mientras los demás
proclaman. Cuando callan los corderos aúllan los lobos. La inmensa mayoría del
pueblo español es ajena a estas manipulaciones interesadas y, si únicamente
escuchan los cantos de sirenas que lanzan desde esos sectores corren el riesgo
de acabar, como se menciona en la mitología griega, estrellados contra los
arrecifes y devorados.
Veamos
varios conceptos fundamentales. Una república no equivale a un posicionamiento
ético. Una república es una organización
del Estado cuya máxima autoridad es elegida, en teoría, por los ciudadanos o
por el Parlamento para un período determinado. Sin embargo este concepto no
puede generalizarse pues existen repúblicas sucesorias (¿?) como en Corea del
Norte, o familiares, véase Cuba cuya Jefatura del Estado pasa de un hermano al
otro. Paradójico, pero real, el hecho de que la República es tan susceptible de
interpretación como los políticos del lugar quieran llevarlo a cabo.
Otro
factor a tener en cuenta es el hecho de la identificación democracia/república
que resulta también ficticia pues si dudoso es el procedimiento democrático
cubano, nadie puede objetar que las “repúblicas democráticas” como la URSS, China,
las antiguas repúblicas de Europa del Este, representan, o representaban, tiranías que han
costado la vida a demasiados inocentes.
Analicemos
el movimiento republicano español que olvida la existencia de los antecedentes
históricos marcados por un tremendo fracaso además de origen de discordias
civiles que provocaron un retroceso social, económico y cultural, en nuestra
nación. El 14 de abril fue el inicio de una sangrienta contienda civil,
manipulada desde el extranjero (en ambos bandos) y que ocasionó un retraso
histórico que nos lanzó a la cola de Europa. Recordemos que Europa padeció una
Guerra Mundial y se recuperó a pasos agigantados superándonos con creces.
Vaya
por delante que, desde mi humilde posicionamiento, considero que existen buenos
y honestos políticos en todas las tendencias políticas que colorean nuestro
Estado. La honradez de las personas no es virtud política sino humana. En
cambio los republicanos, o mejor dicho, quienes dirigen los intereses
republicanos, se afanan en asimilar ética a república y nada más lejano de la
realidad.
El
posicionamiento ético de estas personas se encuentra ubicado en antiguas
posturas anticlericales, algo que pienso desfasado en pleno siglo XXI, con
alegatos anticapitalistas y antisistema pretendiendo que el actual régimen es
una posición caduca, involucionista y proclive a las desigualdades sociales.
La
actual situación procede de un conjunto de factores tanto internos como
externos que nos ha pillado desprevenidos o, en términos vulgares, fuera de
juego por torpeza de nuestros gestores públicos. Una burbuja inmobiliaria que debía
haberse controlado, favorecer los créditos bancarios (incluidos entre las mismas
administraciones públicas), una crisis financiera internacional, la cultura del
pelotazo, la falta de desarrollo moral en la educación pública, la inversión en
obras públicas carentes de sentido, el uso y abuso de los privilegios políticos
(remarco el término de políticos), las dobles administraciones y otras
variopintas causas nos conducen irremediables al camino del desierto. Los
causantes de estas tremendas fallas de nuestro sistema han sido políticos de
uno y otro bando, personas concretas con nombres y apellidos.
Cuando
las cosas van mal surgen los agoreros que todo pretenden derribar. Olvidan que
esos mismos factores se producen en repúblicas como la italiana o la griega y
que por tanto el origen ultimo de la enfermedad no se encuentra en el paciente
sino en el virus que hemos dejado crecer en nuestro organismo.
Toda
república que se precie (también existen esas repúblicas “menores” que en términos
coloquiales definimos como “bananeras”) posee una Jefatura de Estado que
coordine la independencia de los tres poderes fundamentales: el ejecutivo, el
legislativo y el judicial. Si por medio se meten los partidos políticos, como
ha sucedido hasta ahora, salen aberraciones que sufrimos los españoles. Por
ejemplo tenemos Francia, con un Presidente (Jefe de Estado) François Hollande y
un Primer Ministro (el equivalente a nuestro Presidente) Jean-Marc Ayrault.
Todo sistema democrático necesita un ente superior que equilibre y vigile el
buen funcionamiento de esas tres piezas claves del Estado de Derecho.
En
España, desde la aceptación de la Constitución Española, recae la Jefatura del
Estado en la Monarquía Parlamentaria personificada en SM el Rey D. Juan Carlos.
Una Monarquía que no implica un estatismo parasitario, como algunos pretenden, sino que ha sido quien
promovió profundos cambios sociales, que nos han permitido vivir holgadamente
durante las últimas décadas, y que si ha venido a menos ha sido por el egoísmo de
esos intereses partidistas que se han centrado en políticas a corto plazo,
demagógicas y casi bananeras.
En
realidad la Monarquía Constitucional Española ha actuado como ese “ideal
republicano” garantizando la convivencia y libertad de todos los españoles. Es
por tanto, la Monarquía un elemento fundamental, no sólo en nuestra Historia,
sino también en el progreso social y económico, y que estoy convencido ha sido
manipulada su interpretación por esos sectores determinados.
Reconozco
que las diferentes disposiciones legislativas, económicas y políticas pueden
implicar un retroceso grave de nuestro país, más la Monarquía respeta, ha
respetado y sigue respetando la voluntad popular. Es la institución clave que
algunos pretenden eliminar y que sigue manteniendo la garantía de la
continuidad, promoviendo reformas que beneficien al pueblo, la libertad de los
españoles, y la convivencia social.
No
callemos las cosas por temor o por falsa modestia. Pongamos los puntos sobre
las íes y reconozcamos dónde queremos ir y lo que pretendemos hacer. El
silencio de los corderos es el de los que se dejan llevar al matadero sin
oponer resistencia, sin reconocer las evidencias.
Falta
cultura para curar algunas veleidades de la moda. En “Rebelión en la granja”,
de George Orwell, un grupo de animales expulsa a los humanos para acabar
convirtiendo la granja en una dictadura atroz.
Tal
vez estos sectores tan bondadosos pretendan llevar a cabo hasta sus últimas
consecuencias su ideal revolucionario para construir un mundo feliz, similar al
de Aldous Huxley, que para conseguir sus propósitos extermina todo atisbo de
naturaleza humana como la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia,
la literatura, la religión y la filosofía.
Puede
que no tengan razón los que se lanzan a la calle manipulando reivindicaciones
justas con ideales republicanos, pero tampoco tienen razón quienes callan, por
cobardía o comodidad, silenciando la realidad de España.
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