Bienaventurado el sol de la mañana,
que alegra mis días
y olvida mis penas.
Bienaventurados los ojos azules,
que me atrapan en sus encantos,
y me ayudan en mis trabajos.
Bienaventurado el sol del mediodía,
que mis fuerzas renueva
y la esperanza eleva.
Bienaventurada la primavera,
que mi corazón sana
y me fe repara.
Bienaventuradas sean las flores del campo,
que rebosantes de rubor
nos regalan su canto.
Bienaventurados los sueños perdidos,
hallados y recuperados,
escondidos en el bolsillo.
Bienaventuradas las palabras rotas,
que llenas de amargura
nos devuelven la cordura.
Bienaventuradas las aves del cielo
que rompen el firmamento
sin penas ni lamentos.
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