Si un día la tristeza te aflige,
si una pesadilla te persigue
y si un demonio te maldice,
no temas, ni huyas, ni des la espalda,
que todo aquel que la espalda da,
perdida tiene la batalla.
No dudes, desenvaina la espada,
vuelve, ríe, alza la mirada,
y, en fiero combate,
abre con fuerza tu alma
para que por ella entre
el sol de la mañana. Miguel Navarro
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