Fuentes Wikipedia y Tendencias
XXI
La joven
productora Barco Pirata, bajo el compromiso de Sergio Peris-Mencheta, aborda la
obra con creatividad escénica y borbotones de ingenio humorístico. Intensidad
en todas las escenas, uso imaginativo de los elementos materiales o espléndida
introducción de la música en vivo acaban ejerciendo un hipnótico sortilegio
sobre el espectador. Una función imprescindible para la formación de seres
humanos.
Cuando
hablamos de Shakespeare da la sensación de que el imaginario
colectivo tiene omnipresente aquellos monólogos lapidarios de sus
tragedias, e incluso esos finales sanguinolentos donde muere hasta el
apuntador, sin pararnos a pensar en la enorme trascendencia que siguen teniendo
las comedias mágicas, “El sueño de una noche de verano” y “La tempestad”, donde
están ocultas las cargas de profundidad más efectivas de todo el teatro
shakespeariano.
Además de la
belleza poética y del universo fantástico donde el Bardo de Avon ubica sus
textos, gran parte de la virtud de ambas obras reside en lo que ocultan.
Aquello que, por razones coyunturales, subyacía entre los hermosos alardes
líricos del genial dramaturgo.
Bajo la
apariencia de una comedia de enredo amoroso estructurada en forma planos
superpuestos y aderezada con oportunas apariciones de trasgos, hadas y duendes,
“El sueño de una noche de verano” contiene una verdad terrible: el amor es
producto del azar.
De esa manera,
y dadas las posibilidades combinatorias en lo que al sentimiento se refiere, no
ocurre
con la deseada frecuencia que amemos a la criatura que más nos conviene.
Y eso, que parece cuestión baladí, suele acabar mal en la mayoría de las
ocasiones.
De igual
manera, “La Tempestad” es un bellísimo cuento sobre el perdón y la
reconciliación en un ambiente mítico, que en realidad desliza una fuerte
autocrítica hacia la actitud despótica de la metrópoli con respecto a sus
colonias. Pertenece al conjunto de lo que algunos autores han llamado
"Romances tardíos" de Shakespeare.
Entre sus personajes encontramos a:
Próspero, el
legítimo Duque de Milán y protagonista de la historia que cumple su exilio en
una isla perdida junto a su hija Miranda, sojuzgando sin la menor piedad a
Calibán, legítimo propietario de aquel trozo de tierra, además de esclavizar a
Ariel, el duende mágico del cual se vale para ejercer su poder sobre todo lo
que le rodea.
La etimología
del nombre de sus personajes no es casual, pues Ariel sugiere el elemento
"aire", en oposición a Calibán, quien está asociado a la tierra por
Próspero. Ariel significa "león de Dios" en hebreo por lo que es
interesante constatar que la voz de Ariel era interpretada en ocasiones como el
rugido de un león.
Calibán, el
esclavo salvaje y deformado, podría provenir de "Carib(be)an", con el
posible significado implícito de "caníbal". Ambas implicaciones
sugieren que representa a los nativos del Nuevo Mundo y una referencia a una de
las fuentes de Shakespeare: Des Cannibales de Montaigne.
Miranda, hija
de Próspero y denominada "maravilla". Su nombre proviene de la raíz latina
"mira-", admirar.
Trinculo, cuyo
nombre está asociado al verbo italiano "trincare" de significado
"beber"; apropiado ya que se trata de uno de los personajes borrachos
de la obra.
Stefano, cuyo
nombre significa "Corona" en griego (Basileus es rey) y es un nombre
apropiado ya que la obra trata el tema de la realeza y el gobierno y Stefano
odia a la realeza en la obra.
Otro dato que
se ve reflejado en la tarea shakespeariana, es el interés del rey Jacobo I por
cuestiones relacionadas a la magia
y a la brujería. Estas prácticas eran consideradas un tabú en la época que nos
ocupa, y fe de ello nos brindan algunos documentos en los que constan la quema
de mujeres, generalmente en hogueras, entre los siglos XVI y XVIII. En este
sentido, Jacobo I sentenciaba a muerte a todas aquellas personas que estuvieran
bajo sospecha de llevar a cabo tales acciones. La temática de La Tempestad no
podría menos, entonces, que manifestarse en un monarca—Próspero— interesado en
acabar con el maleficio de una vieja bruja, que acechaba con irrumpir en el orden
social de la isla.
El soberano
disfrutaba además, del exhibicionismo y de las alegres danzas teatrales—más
conocidas como mascaradas—, en donde tenía lugar una serie de cortejos,
movimientos escénicos, aparición de figuras mitológicas, cantos, niños disfrazados
de moros y aborígenes de Virginia, y otros tantos que encuentran su correlación
con numerosos pasajes de la obra de Shakespeare.
Porque,
efectivamente, el poder de Próspero, se basa en el uso arbitrario de la magia;
una magia que podría ser metáfora de la ciencia y el progreso occidentales
aplicados para la explotación de ese tipo de recursos tan frecuentemente
ubicados en predio ajeno.
Shakespeare
exploró como ningún otro dramaturgo en los vericuetos de la condición humana; tanto en su lado perverso como en sus pequeñas
grandezas (que haberlas haylas). El personaje central, Próspero, encarna aquí
el lado más oscuro de los imperios, envuelto en una apariencia magnánima, y
relativizado por su condición de víctima de las maquinaciones políticas de sus rivales.
Próspero, el
hombre entregado a la magia del saber, es al mismo tiempo un arquetipo
necesario del mundo civilizado, que insiste en domesticar al resto de la
humanidad aunque eso suponga la total extinción de pueblos, culturas y formas
de vida que, por lo general, solían desarrollarse en armonía con la naturaleza.
Su existencia real está en nosotros mismos.
Porque
nosotros somos trasunto de Próspero en la medida que a todos nos convienen esas
mismas alambradas donde se desangran los desposeídos y se ahogan los
desesperados.
Para
centrarnos en la historia Próspero
ha sido expulsado de su posición por su hermano y se encuentra en una isla
desierta tras naufragar su buque. La obra comienza con una fuerte tormenta,
desatada por Ariel (a mandato de Próspero), cuando adivina que su hermano
Antonio viaja en un buque cerca de la isla en la que se encuentra. En ella,
Próspero, en compañía de su hija Miranda, descansa con sus numerosos libros
dedicándose al estudio y el conocimiento de la Magia. Próspero entra en
contacto con espíritus como Ariel. Con su ayuda, desde el caos y la locura,
Próspero tejerá un encantamiento que le permitirá iniciar su venganza. Al final
Próspero renunciará a su magia perdonando a sus enemigos y permitiendo el
matrimonio entre su hija Miranda y Fernando, hijo del rey de Nápoles.
En cuanto al contexto y la ambientación de
los hechos, es menester puntualizarlos en la atmósfera de una nueva era de
viajes y descubrimientos. Ya hacia el reinado de Isabel I, tumultuosas
embarcaciones emprendían su viaje rumbo a América. Al arribar al Nuevo Mundo,
los colonos ingleses se encontraban con un pueblo primitivo enclaustrado en una
poderosa sociedad de costumbres “bárbaras“, que siempre se interponían a sus
pretensiones imperialistas. A todo esto, una gran porción de aventureros y
hombres de letras solían sumarse a la empresa, con fines puramente
ilustrativos, y a modo de mantener informada a la corona británica de los
movimientos de un entorno inexplorado.
Los famosos
libros de viaje sirvieron a muchos autores que partieron de la base de una
tierra pagana, incivilizada y abierta a un sinfín de mitos y leyendas que
hablaban de la existencia de monstruos feroces y caníbales que practicaban la
magia negra para arrasar con los blancos europeos que ostentaban sus dominios.
Es este el motivo por el cual, quizás, “La Tempestad” supo adaptarse a las
intrigas del momento, y diferenciarse, en consecuencia, del resto de la
producción dramática shakespeariana. El papel de la esclavitud y el dominio que
ejercían los colonizadores sobre las tierras que descubrían se tradujo al mundo
del teatro y, como no podía menos, al universo de Shakespeare.
A menudo se
asocia la isla de la obra con las islas de las Bermudas. Esto es bastante
probable porque en el siglo XVII naufragó el barco inglés Sea Venture en las
aguas de las Bermudas, obligando a los supervivientes a vivir en dichas islas.
Los parecidos que algunos críticos han encontrado entre el relato de William
Strachey, uno de los supervivientes del naufragio, y la obra de Shakespeare les
ha llevado a concluir que ésta influyo a Shakespeare en la descripción del
naufragio y de la isla.
El
romanticismo, que tendría su mejor partida en el siglo XVIII, gozaba de
popularidad y prestigio durante el reinado de Jacobo I y sus sucesores. Ante la
inminente situación de un país que buscaba extender sus alas y competir con
España, la ganancia y el usufructúo de tierras americanas se presentaba como la
mejor opción a las pretensiones monárquicas británicas.
En la creación
literaria, en cambio, esta era de hallazgos y apropiamientos dio lugar a
dimensiones alternas, islas embrujadas, terribles caníbales, bestias indomables
y paisajes exóticos que contrastaban con los de Gran Bretaña.
Esta obra se
escribió cuando comenzó la colonización británica de Norteamérica. Una de sus
lecturas críticas observa a Calibán como el amerindio colonizado y esclavizado.
Aquel a quien privan de sus tierras y le imponen una lengua extraña. Es este
paralelismo que sugiere dicho personaje el que provoca muy distintas reacciones
en la audiencia, dependiendo de la época en que se ha interpretado. Si bien,
hoy en día, la audiencia tiende a simpatizar con Calibán, por el maltrato
injusto que padece; es muy difícil que le ocurriese lo mismo a la audiencia que
tuvo Shakespeare en su tiempo. Entonces los ingleses tenían una imagen muy
distinta de los pueblos indios. Era común ver a los amerindios como salvajes
primitivos, poco más que animales. A pesar de dicho cambio de apreciación en el
público, éste no ha provocado un rechazo de la obra en la audiencia, sino
nuevas interpretaciones de la misma.
Además, el
asentamiento de las primeras colonias suscitó una inquietud literaria en
autores como Tomás Moro o Montaigne. Tal es el ejemplo de Utopía, donde Moro
describe una sociedad ideal. Estas mismas ideas de Moro ansía Gonzalo en “La
tempestad” cuando dice a sus compañeros de viaje lo que él haría si fuera rey.
Luis Astrana
Marín, en el prólogo a las Obras completas de William Shakespeare de la
editorial Aguilar (1960), menciona el ambiente «claramente "indiano"
americano» de la isla y ofrece una explicación de los nombres de Sebastián y
Miranda. Según Astrana, Shakespeare debió conocer alguna de las historias que
corrían, a mediados del siglo XVI, sobre el secuestro por parte de un cacique
timbú en 1526 de Lucía Miranda, esposa del capitán Sebastián Hurtado, en Sancti
Spiritu, uno de los primeros establecimientos españoles en el Río de la Plata.
Añade también que Calibán habla de Setebos, el «dios de su madre», al que en
Los viajes de Magallanes se describe como diablo mayor de los patagones;
Shakespeare pudo leer el libro original o incluso en inglés (Eden's History of
Travaile, 1577), donde aparecen otros nombres españoles como Ferdinando,
Sebastián, Alonso y González (que Shakespeare habría transformado en Gonzalo).
“La Tempestad”,
si bien no es ajena al momento histórico en la que fue compuesta, tampoco se
ajusta en su totalidad al paradigma romántico de la época. Su trama, la
estructura y los personajes son confusos, dando lugar a un gran número de interpretaciones por parte de la
crítica tradicional. Veamos algunos casos:
Tomás Cartelli
en su libro titulado “Próspero en África: La Tempestad como un texto y pretexto
colonialista”, presenta una rica síntesis de hipótesis que subyacen a la
producción literaria y buscan su correspondencia con la ideología del momento.
En otras palabras, más que enfocarse en el estudio de la obra de Shakespeare,
lo que se considera es el uso del texto en su función discursiva con otra de
diferente semblanza. Cartelli sostiene que en “La Tempestad” se nos presenta la
relación entre el colonizador y el colonizado, con Próspero y Calibán como sus
respectivos íconos.
Para Ngugi wa
Thiong’o, ningún texto puede considerarse aislado del entorno que lo ha inspirado
y, consecuentemente, de la influencia que ha ejercido en el discurso cultural.
En 1898, Rubén Darío se decantaba por el indígena
en su trabajo “El triunfo de Calibán”, para denunciar la barbaridad
materialista de Estados Unidos. Nueva York era, para este autor, la capital
salvaje de una sociedad adquisitiva.
El uruguayo
José Enrique Rodó, en un ensayo titulado “Ariel”, identificaba a este personaje
con el refinamiento, el arte y la belleza, por oposición a la vida materialista
norteamericana simbolizada por Calibán. Ariel se vinculaba a la espiritualidad
iberoamericana, y Calibán al impulso expansionista norteño del siglo XX.
En 1969, tres
autores caribeños aludían a La Tempestad en un intento por eludir su
eurocentrismo. Una revisión de Próspero en este aspecto nos trae a un europeo
ilustrado, racional y frío en sus estrategias de conquista. Calibán es asimismo
un producto de la imaginación británica, un primitivo al que había que instruir
en la cultura anglosajona, absorbiendo la suya en detrimento de una fuerza
invasora que imponía sus propias reglas sobre un pueblo asentado y constituido.
África, tierra
nativa de Sycorax, es el terreno en el que más se ha abordado el análisis de Calibán.
El ugandés Taban lo Liyong apuntaba al tema de la lengua como instrumento para
hacerse entender con el colonizado y lograr controlarlo; visión que compartiría
el novelista George Lamming.
La academia
feminista se concentró en el análisis de Miranda como instrumento del hombre
colono para acaparar la atención del aborigen y someterlo a su poder. También
se mantiene abierta la posibilidad de una negociación entre Próspero y Calibán
para ejercer el control sobre la única mujer de la isla. El matrimonio de
Claribel, reducida al páramo del silencio, con el rey de Túnez vuelve a retomar
la cuestión de la figura femenina como objeto de transacción política y
comercial, algo muy recurrente en casi todas las obras de Shakespeare.
La crítica
hacia las publicaciones de este dramaturgo es, una vez más, muy espaciosa y
abierta a especulaciones y puntos de vista que irán variando conforme al
transcurso del tiempo y al ojo social que las enfoque.
En lo
referente al perdón de Próspero, la
decisión final de perdonar a sus enemigos rompe la tensión dramática de la
obra, aportando un final romántico. Teniendo en cuenta el control que ejerce
Próspero sobre todo lo que ocurre en la isla, este cambio inesperado provoca
que la audiencia se pregunte si esto que parece un cambio en Próspero también
estaba planeado y, todo lo que ha hecho, no ha sido más que jugar con los
náufragos. Tampoco queda claro el motivo por el que les perdona.
Hay quien ha
afirmado que Shakespeare era católico justificándolo con la última línea de su
epílogo. En el epílogo, en el que Prospero se dirige sólo al público y se
despide de la audiencia, éste dirá «Let your indulgence set me free»
solicitando al público su indulgencia para poder ser absuelto, algo que era
propio de la tradición católica.
Se representó por primera vez en 1611 y
tuvo una segunda puesta en escena hacia febrero de 1613, con el motivo de
celebrar la boda de Isabel Estuardo, hija del rey Jacobo I, con el príncipe
Frederick de Heidelberg. Muchos paralelismos encuentran su correspondencia con
las personalidades más destacadas del período jacobeo. Así, la máscara nupcial
que Próspero crea para el disfrute de Miranda y Fernando, con las figuras
divinas de Iris, Ceres y Juno asegurando un dichoso porvenir si la feliz pareja
prometía guardar castidad hasta después del matrimonio, podría haberle sentado
muy bien al monarca, bien conocido por su arte disciplinario con respecto a los
súbditos de su corona.
Representaciones en España.
La obra se
representó en el Teatro Español de Madrid en 1963, con dirección de Cayetano
Luca de Tena, escenografía de Emilio Burgos e interpretación de Carmen
Bernardos, Maite Blasco, Carlos Lemos y Armando Calvo.
En 1983, sobre
el mismo escenario, la actriz Nuria Espert protagonizó la adaptación de Terenci
Moix, dirigida por Jorge Lavelli y acompañada por Mireia Ros, Carles Canut, Pep
Munné, Miguel Palenzuela y Juanjo Puigcorbé.
Otras puestas
en escena posteriores incluyen:
La Cubana en
1986.
Calixto Bieito
en el Festival de Almagro en 1997 con Fermí Reixach, Alexis Valdés y Hermann
Bonnin.
Helena Pimenta
en 2004, con Pepe Viyuela, Ramón Barea y Álex Angulo.
Lluís Pasqual
en 2006, con Jesús Castejón, Eduard Fernández, Iván Hermés, Aitor Mazo, Helio
Pedregal y Joseba Apaolaza.
En la actualidad el texto de
Shakespeare alcanza un alto contenido escénico de la mano de la joven compañía
de teatro Barco Pirata, bajo el compromiso del creativo Sergio
Peris-Mencheta, cuya propuesta nos sumerge en los entresijos de la creación teatral
por medio de un ritmo vertiginoso y la efectiva superposición de planos
metateatrales.
Quizá esa
mismo ritmo -en ocasiones virtuosamente enloquecido- sea el factor que deja en
evidencia la falta de acción dramática de los pasajes centrales. Porque, a
diferencia de “El sueño de una noche de verano”, esta “Tempestad” no basa su
eficacia en el entrecruce de pequeñas historias que van a confluir en un final
común.
En este caso
-también basado en una estructura coral- la acción queda en suspenso en
beneficio de las motivaciones individuales de cada uno de los personajes. No
hay aquí un compendio de historias cuya interdependencia estimula la atención
del respetable. En “La Tempestad” los personajes confluyen únicamente en el
imaginario de Próspero, y solo a él corresponde la responsabilidad de desfacer
su propio entuerto.
Una fantástica
puesta en escena de uno de los mejores equipos que pisan y agitan nuestros
escenarios. Pues la intensidad de todas y cada una de las escenas, el uso
imaginativo de los elementos materiales, la sutil ósmosis entre la realidad del
trabajo actoral y la ficción de la obra, así como la espléndida introducción de
la música en vivo, llegan al punto de ejercer un hipnótico sortilegio sobre un
espectador, que apenas dispone de espacio para el distanciamiento.
Una función
imprescindible para aquellos padres y docentes que todavía creen en la
idoneidad del teatro para la formación de seres humanos que, el día de mañana,
deberían ser mucho más que buenos profesionales, eficaces usuarios y leales
contribuyentes.
Referencias:
OBRA: La tempestad
AUTOR: William Shakespeare
DIRECTOR: Sergio Peris-Mencheta
COMPAÑÍA: Barco Pirata
PRÓXIMAS REPRESENTACIONES:
Las Palmas de
Gran Canaria, 16 y 17 Mayo de 2014;
Tenerife, 26 y
27 de septiembre;
Teatro Guimerá
de Gijón, 26 de octubre de 2014.
Enlace del artículo en Tendencias 21: http://www.tendencias21.net/La-tempestad--de-William-Shakespeare-llega-con-Barco-Pirata_a31109.html
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