Oda a la toma de Larache

En los años 1610 – 1611, es decir hace cuatrocientos años, don Luis de Góngora y Argote difunde en la Corte la “Oda a la toma de Larache”. Este poema es un punto de inflexión en la obra del autor cordobés. Hasta ese momento su estilo sigue la norma de los escritores del barroco español donde el conceptismo se preocupará esencialmente por el contenido, por el fondo. Buscaría la sutileza, la profundidad o la densidad. Sus recursos más característicos serían los juegos de palabras, los dobles sentidos.
Sin embargo en Góngora se desarrollan otras características que se entremezclan desde sus primeras piezas: se preocupará por la “forma”, buscará la belleza, la riqueza sensorial, la ornamentación exuberante, la brillante dificultad. Para ello será necesario el uso del léxico culto, el retorcimiento sintáctico y las metáforas audaces. Esto es lo que se convertirá en “culteranismo”, también conocido como “gongorismo”.
Hay que recordar que en esta época, escritores de uno u otro bando utilizarán muchos recursos comunes y coinciden en dos características esenciales: la dificultad y cierto aristocratismo cultural. Tan difícil y “oscuro” puede resultar Quevedo como Góngora. También Gracián decía que “conviene la oscuridad para no ser vulgar”. Es notoria y común la voluntad de distanciarse del “vulgo” y de dirigirse a un lector selecto, culto.
Pues bien con la “Oda a la toma de Larache”, empieza a intensificar la tensión estética y el barroquismo. Góngora da un inmenso salto, por la audacia y densidad de sus artificios de todo tipo, y en particular por la renovada complejidad de su sintaxis (con hipérbatos extremos) y de su léxico (abundancia de latinismos, etc.)
Su intento era el de establecer una máxima distancia entre la comunicación poética y la comunicación habitual, dotar a la poesía de un lenguaje radicalmente distinto del lenguaje ordinario; y su modelo, en buena parte, era la libertad, la flexibilidad de la lengua latina. Antes de Góngora nadie había ido tan lejos por ese camino de experimentación poética.
Poco después, en 1613, año crucial en la poesía barroca, aparecen Fábula de Polifemo y Galatea y las incompletas e incomprendidas “Soledades (la primera compuesta antes de mayo de 1613). Obras que causaron un gran escándalo por su atrevimiento estético y su oscuridad hiperculta; las atacaron Francisco de Quevedo, Lope de Vega, el conde de Salinas y Juan de Jáuregui, entre otros muchos ingenios, pero también contó con grandes defensores y seguidores, como Francisco Fernández de Córdoba (Abad de Rute), el conde de Villamediana, Gabriel Bocángel, Miguel Colodrero de Villalobos y, más allá del Atlántico, Juan de Espinosa Medrano, Hernando Domínguez Camargo y sor Juana Inés de la Cruz. Con las Soledades, la lírica castellana se enriqueció con nuevos vocablos y nuevos y poderosos instrumentos expresivos, dejando la sintaxis más suelta y libre que hasta entonces.
            La “Oda a la toma de Larache”, podría ser considerada como un panegírico a la política internacional de Felipe III de España y II de Portugal, con motivo de la toma de la ciudad Marroquí de Larache. De poco le valió al cordobés pues en la pobreza murió.
            Esta conquista en realidad fue un regalo del sultán Muley Sayj, que derrotado  por su rival Muley Zaydán, dio la ciudad al monarca español Felipe III a cambio de su ayuda para recuperar el trono saadita. Sin embargo su posición estratégica junto al Atlántico, zona portuaria de piratas, entre Tánger y Tetuán, siendo el principal acceso a las sierras interiores de Beni Gorfet, contrafuertes laterales del Rif, separadas por el valle del río Makhasen, el mayor afluente del Lucus, la convierten en merecedora de la oda.
Larache, localizada al noroeste de Marruecos, en el estuario del rio Lucus, donde en sus proximidades se encuentran las ruinas de la antigua Lixus, fue un asentamiento fenicio, más tarde cartaginés y acabó convirtiéndose en colonia romana.
Cambió el nombre por el de San Antonio de Alarache, permaneciendo en poder español hasta 1689, cuando fue conquistada por el segundo sultán alauita, Ismail de Marruecos.
Pasaron más de 200 años cuando Larache, a causa de la Guerra del Rif, fue recuperada (en 1911 - hace cien años) con el desembarco de las tropas españolas. Fue en esta acción donde murió heroicamente el teniente coronel de la Legión Española Rafael Valenzuela Urzáiz,.
En el periodo de su pertenencia al Protectorado Español, años 1911 y 1956, la imagen de Larache cambió mucho en todos los aspectos: se abren colegios, se establecen comunicaciones ferroviarias, el puerto se abre al comercio internacional; modificaciones urbanísticas sustanciales como, por citar ejemplos, sucede con la plaza de la Liberación, antigua plaza de España, el Balcón Atlántico, las nuevas avenidas y arterias de la ciudad.
Desde de 1956 hasta la actualidad, Larache reinicia el declive y empieza a perder muchas de las adquisiciones que tenía como capital de provincia y región del Lucus. Tienen lugar la desaparición de la línea ferroviaria Larache – Alcazarquivir, la marginación de su puerto, la desaparición paulatina del legado hispano – marroquí y el estancamiento de la ciudad.
            Regresando a nuestra Oda, y a la importancia que tiene en la poesía barroca, el mejor homenaje que se le puede hacer en estos cuatrocientos años es su reproducción íntegra:

DE LA TOMA DE LARACHE.

En roscas de cristal serpiente breve,
por la arena desnuda el Luco yerra,
el Luco, que, con lengua al fin vibrante,
si no niega el tributo, intima guerra
al mar, que el nombre con razón le bebe

y las faldas besar le hace de Atlante.
De esta, pues, siempre abierta, siempre hiante
y siempre armada boca,
cual dos colmillos, de una y de otra roca,
África (o ya sean cuernos de su luna

o ya de su elefante sean colmillos)
ofrece al gran Filipo los castillos
(carga hasta aquí, de hoy más militar pompa);
y del fiero animal hecha la trompa
clarín ya de la Fama, oye la cuna,

la tumba ve del Sol, señas de España
los muros coronar que el Luco baña.
Las garras, pues, las presas españolas
del rey, de fieras no, de nuevos mundos,
ostenta el río, y gloriosamente

arrogándose márgenes segundos,
en vez de escamas de cristal, sus olas
guedejas visten ya de oro luciente.
Brama, y menospreciándolo serpiente,
león ya no pagano

lo admira reverente el Océano.
Brama, y cuantas la Libia engendra fieras,
que lo escuchaban elefante apenas,
surcando ahora piélagos de arenas,
lo distante interponen, lo escondido,

al imperio feroz de su bramido.
Respóndenle confusas las postreras
cavernas del Atlante, a cuyos ecos,
si Fez se estremeció, tembló Marruecos.
Gloriosa y del suceso agradecida,

dirige al cielo España, en dulce coro
de sacros cisnes, cánticos suaves
a la alta de Dios sí, no a la de un moro
bárbara majestad, reconocida
por las fuerzas que le ha entregado: llaves

de las mazmorras de África más graves,
forjadas, no ya donde
de las fraguas que ardiente el Etna esconde
llamas vomita, y sobre el yunque duro
gime Bronte y Stérope no huelga,

sino en las oficinas donde el belga
rebelde anhela, el berberisco suda,
el brazo aquél, la espalda éste desnuda,
forjando las que un muro y otro muro
por guardas tiene, llaves ya maestras

de nuestros mares, de las flotas nuestras.
Al viento más opuesto abeto alado
sus vagas plumas crea, rico el seno
de cuanta Potosí tributa hoy plata.
Leño frágil de hoy más al mar sereno

copos fíe de cáñamo anudado,
seguro ya sus remos de pirata.
Piloto el interés, sus cables ata,
ovando ya en el puerto
del soplo occidental, del golfo incierto.

Pescadora la industria, flacas redes
que dio a la playa desde su barquilla
graves revoca a la espaciosa orilla.
La libertad, al fin, que, salteada,
señas o de cautiva o despojada

dio un tiempo de Neptuno a las paredes,
hoy bálsamo espirantes cuelga ciento
faroles de oro al agradecimiento.
Vuestra, oh Filipo, es la fortuna, y vuestra
de África será la monarquía.

Vuestras banderas nos lo dicen, puesto
duro yugo a los términos del día
en los mundos que abrevia tanta diestra;
que si a las armas no, si no al funesto
son de las trompas (que no aguardó a esto),

Abila su columna
a vuestros pies rindió, a vuestra fortuna;
Calpe desde su opuesta cumbre espera,
aunque lo ha dividido el mar en vano,
el término segundo del tebano

complicado al primero, y penetrada
la ardiente Libia vuestra ardiente espada,
que el Nigris no en su bárbara ribera,
el Nilo sí con militar decoro
la sed os temple ya en celada de oro.
   
Verás, canción, del César Africano
al nieto augusto, armada un día la mano,
hacer, de Atlante en la silvosa cumbre,
a las purpúreas cruces de sus señas
nuevos calvarios sus antiguas peñas
(1611)







1 comentario:

  1. me parecio mui lindo el domingo fui a su firma de libros i me cayo genial super simpatico i majisimo me firmo una copia de su mejor poema: me gusta cuando callas

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