Entre los años 711 y 726 se produce en el reino hispano
visigodo (también llamado Reino Visigodo de Toledo cuya capital se encontraba
en dicha ciudad) la invasión islamista del norte de áfrica que puso en grave
peligro a Europa durante varios siglos atenazándola por diversos frentes.
religiosidad cristiana y política goda pudo haber desaparecido en aquel
momento y nos encontraríamos con Al Ándalus formando parte de la comunidad islámica
de naciones junto con Libia, Egipto y Pakistán.
Desde
Guadalete hasta Granada, los habitantes de la península fueron incansablemente
de batalla en batalla hasta que uno de los contendientes se impuso
definitivamente sobre el otro. Como definió Claudio Sánchez-Albornoz, "lo
español nació no de la cópula sino de la batalla entre islamismo y cristiandad
en nuestro suelo". De este simple dato se infiere que la coexistencia en
un mismo territorio no significó convivencia, por mucho que las palabras se
parezcan. Este territorio, de cultura romana,
El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas
en la batalla de Guadalete(Museo del Prado)
Es decir, nuestra legislación debería estar sometida a la sharía
o ley islámica donde entre otras cosas el hombre puede tener derecho a varias
esposas, estas deben ir debidamente cubiertas y caminar diez pasos por detrás
del varón y dudando si tener o no derecho a tener permiso de circulación.
Reconozco que es extremo pero un ejemplo de la aplicación de la sharía radical se
encuentra en la nueva legislación, aprobada recientemente, del sultanato de
Brunei, donde, por cierto, ya comienzan a castigar con lapidación la
homosexualidad. ¿Qué pensaran los de la LGTB que tanto critican al
cristianismo?
Regresemos a España, el contacto
durante siglos de estas dos comunidades religiosas, la cristiana y la
musulmana, más la judía, produjo un trasvase cultural notable que ha dejado
huellas indelebles en nuestra cultura, lengua e historia, pero no puede
olvidarse que todo ello se produjo en el marco de un enfrentamiento bélico
permanente que implicó violencia, intolerancia y compartimentación de la
sociedad, y que sólo terminó con la derrota total de los musulmanes.
A comienzos del siglo VIII
desembarcaron las tropas de Tarik y, aparte del continuo batallar, el destino
de los cristianos en territorio musulmán y el de los musulmanes en territorio
cristiano, así como el de los judíos en cualquier sitio, fue el de súbditos de
segunda, víctimas de todo tipo de discriminaciones legales y expuestos a los
incontrolables desmanes populares.
Las leyes musulmanas prohibían a sus fieles vivir en
comunidad con cristianos y judíos, considerados "gentes viles", o
sacrificar reses para ellos, o comprar sus ropas, o vestir como ellos, o
servirlos para darles masajes o sujetarles el estribo. Los musulmanes disfrutaban
de derechos y estaban exentos de obligaciones que les distinguían de cristianos
y judíos, carentes de los primeros y sujetos a las segundas. Estos derechos y
estas exenciones fueron, además, el principal motivo de conversión para muchos
que desearon mejorar sus condiciones de vida.
Un ejemplo del siglo XII, el Tratado del juez Ibn Abdun:
“Debe prohibirse a las mujeres musulmanas que entren en las
abominables iglesias, porque los clérigos son libertinos, fornicadores y
sodomitas (…) No deben venderse ropas de leproso, de judío, de cristiano, ni
tampoco de libertino, a menos que se haga conocer al comprador el origen (…) No
deberá consentirse que ningún judío ni cristiano lleve atuendo de persona
honorable, ni de alfaquí, ni de hombre de bien; al revés, habrán de ser
aborrecidos y huidos (…) Tampoco se les saludará con la fórmula "La paz
sea sobre ti", porque constituyen el partido de Satán (…) Deberán llevar
un signo por el que sean conocidos, para humillarlos (…) Lo mejor sería no
permitir a ningún médico judío ni cristiano que se dedicase a curar a los
musulmanes, ya que no abrigan buenos sentimientos hacia ningún musulmán, y que
curen exclusivamente a los de su propia confesión, porque a quien no tiene
simpatía por los musulmanes, ¿cómo se les ha de confiar sus vidas?
En el lado cristiano las cosas no fueron muy distintas,
incluso durante el reinado que suele presentarse como la cima de la llamada
España de las Tres Culturas, el de Alfonso X. Pues en sus Siete Partidas, entre
otros muchos preceptos, se estableció para judíos y moros la incapacidad para
atestiguar en juicio contra cristianos, así como la de tener siervos o
empleados cristianos, bajo pena de muerte. El proselitismo de la fe judaica
estaba castigado con la muerte, igual pena que la que recibía el cristiano que
se convirtiese al judaísmo, mientras que la situación opuesta, la del judío
convertido al cristianismo, estaba permitida. También se establecieron una
serie de reglas sobre la vida cotidiana, como la prohibición para los
cristianos de comer o beber con los judíos, de beber vino hecho por judíos, de
bañarse en compañía de judíos o de recibir medicina o purga hecha por judíos.
Éstos, además, tenían que ir en todo momento identificados como tales mediante
alguna señal cierta sobre sus cabezas, bajo pena de multa o azotes. La
situación religiosa de los musulmanes fue aún más grave, pues quedaron
prohibidas las mezquitas y el culto musulmán en público.
En cuanto a las relaciones entre los sexos, se estableció
la pena de muerte por apedreamiento para el moro que yaciera con cristiana. Y
para ella también. En cuanto a la pena para el judío que yaciera con cristiana,
se establecía también la muerte, mientras que para la cristiana que yaciera con
judío la pena era "que se dé a todos".
Tras la reconquista llegó la repoblación, proceso
multisecular que llevó a los cristianos desde el Cantábrico hasta Gibraltar expulsando
en su camino a sus enemigos. Un solo ejemplo: la Crónica General de Alfonso X,
escrita en aquellos mismos días por los protagonistas de los hechos, nos dio
cuenta del vaciamiento de Córdoba y Sevilla tras su conquista por Fernando III.
Como excepción, en el reino de Valencia permaneció una numerosa población rural
musulmana sobre todo en las comarcas montañosas del interior, población que no
desaparecería hasta su expulsión definitiva por Felipe III.
El simple hecho de que las poblaciones judías y moriscas
continuasen existiendo como comunidades separadas –y discriminadas– hasta su
definitiva expulsión prueba que la fusión que hoy se desea con efectos
retroactivos nunca existió, al menos a gran escala.
Si no entendemos lo que está en juego pondremos en serio
peligro lo que conocemos como civilización occidental.
Fragmento
Romance de Sayavedra (anónimo)
-Calles,
calles, Sayavedra,
cese
tu melancolía;
tórnate
moro si quieres
y
verás qué te daría:
darte
he villas y castillos
y
joyas de gran valía.
Gran
pesar ha Sayavedra
de
esto que oír decía.
Con
una voz rigurosa,
de
esta suerte respondía:
-Muera,
muera Sayavedra
la
fe no renegaría,
que
mientras vida tuviere
la
fe yo defendería.
Allí
hablara el rey moro
y
de esta suerte decía:
-Prendedlo,
mis caballeros,
y
de él me haced justicia.
Echó
mano a su espada,
de
todos se defendía;
mas
como era uno solo,