¡Hay que vivir! Y él me
enseñó a vivir, él nos enseñó a vivir, a sentir la vida, a sentir el sentido de
la vida, a sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el
alma del pueblo de la aldea, a perdernos en ellas para quedar en ellas.
Él me
enseñó con su vida a perderme en la vida del pueblo de mi aldea, y no sentía yo
más pasar las horas y los días y los años, que no sentía pasar el agua del
lago. Me parecía como si mi vida hubiese de ser siempre igual. No me sentía
envejecer. No vivía yo a en mí, sino que vivía en mi pueblo y mi pueblo vivía
en mí.
Miguel de Unamuno
(San Manuel Bueno, Mártir).
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