La verdad no es relativa, es única, polifacética,
poliédrica. La mentalidad pragmática de la sociedad en que vivimos nos induce a
pensar que la verdad no existe con esencia propia independiente de las
circunstancias que la rodean. Cada individuo selecciona el criterio que le
parece más adecuado para estimar lo que es cierto según su parecer individual y
el alcance de su contenido. Incluso los políticos la manipulan a su antojo para
sacar beneficio al respecto.
Caben muchas posibilidades para interpretar un hecho, un
pensamiento o una verdad universal que nos llevan a dudar de su propia
existencia y rotundidad. Cada cual nos transmite su verdad de un modo diferente
a pesar de que siempre subyace la esencia de esa verdad que no podemos obviar.
Pongamos por ejemplo la muerte de un torero en una tarde
soleada, cuando los aplausos del público se tornan en oscuros lamentos. Este
hecho trágico podría dar lugar a múltiples interpretaciones. Encontraríamos
periodistas de la crónica de sucesos dieran una información detallada de lo
sucedido, mientras que para el médico forense la muerte se redactará
esforzándose por recoger con precisión las causas del fallecimiento. Tal vez
algún poeta amigo, aún no estando presente en la tragedia, le dedicaría un
sentido poema. El sacerdote en su homilía intentaría desde la perspectiva
cristiana el sinsentido del óbito. Tal vez una novela inspirada en su biografía
alcanzase el premio Planeta. Tampoco faltarían los críticos antitaurinos que,
desde una perspectiva poco ética, criminalizasen la acción del torero y le
responsabilizaran de su propia muerte.
Sin embargo, la muerte está ahí, el suceso es inevitable y
en el trasfondo de la historia se encuentra el torero y su verdad. Quizás
caigamos en la tentación de considerar la visión más acertada la del periodista
por describir los hechos con neutralidad. Un error aceptar esa visión pues cada
uno, desde su posicionamiento, iluminan el sentido de lo sucedido.
Nadie será dueño de la verdad, pero la verdad sigue
latiendo otra vez más allá de nuestras interpretaciones. Sería ridículo pedirle
un planteamiento unitario, negar la implicación vital del poeta o la
profundidad teológica del sacerdote. La
verdad sigue estando ahí, viva, inexorable, absoluta, polifacética y
poliédrica. Un poliedro cuya esencia se guarda en su interior.
La Verdad es real y, parafraseando la cita evangélica, nos
hace libres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario