Unamuno.-Para salvar el yo del anonadamiento. (4)


Resumen de la conferencia de D. Esteban Escudero en el curso de verano de la UCV: Dios o la nada en la antropología de Miguel de Unamuno. Julio 2018.


4.- PARA SALVAR EL YO DEL ANONADAMIENTO.

                Unamuno no podía resignarse a la idea de tener que desaparecer un día.

               Sabía que tenía que morir y la razón presagiaba la aniquilación de la conciencia, al igual que su cuerpo. Pero, aun así, se resistía al destino del hombre y quería luchar con todas sus fuerzas contra su peor enemigo: el anonadamiento. En esta sesión vamos a hablar de las varias facetas de la lucha constante de subida contra la nada futura de su ser.
                En primer lugar, hablaremos del comentario de Unamuno a la sentencia que dejó escrita Sénancour, un discípulo de Rousseau, en su poema “Obermann”: “El hombre es perecedero. Es posible; pero perezcamos resistiendo, y si la nada nos está reservada, no hagamos que sea justo”. Esto tiene implicaciones éticas para Unamuno. Nuestra vida ha de ser una protesta contra la nada, sin resignarnos a nuestra suerte.
                Una forma de perpetuarse es por el nombre y la fama. Unamuno quería que se le recordase tras su muerte y que así, por lo menos, su nombre fuera conocido por las gentes. El tema de la fama lo trató
extensamente don Miguel en su “Vida de Don Quijote y Sancho”. El famoso caballero era, en su opinión, el prototipo de los que van en pos de la gloria.
                Igualmente, Unamuno quería pervivir en su obra literaria. Quería dejar al mundo su espíritu, plasmado en unos libros y en unos artículos de periódico. Mientras hubiera gentes influencias por sus ideas, algo de sí seguiría viviendo. Cuanto más decisiva sea la aportación de un autor al patrimonio espiritual de la humanidad, más eficazmente habrá contribuido a enriquecerlo y por lo tanto su “alma” seguirá perviviendo en la historia.
                Otra forma de perpetuación son los hijos. En ellos hay algo de los padres que pervive, no sólo fisiológicamente, sino también espiritualmente. A los hijos pasa, a la  par que la propia vida corporal, una forma de pensar y de vivir, y así los progenitores siguen en cierta manera viviendo en ellos. En el hijo, se trasciende la atracción mutua de los padres y, según el pensamiento unamuniano, dos conciencias que viven en la inseguridad ontológica se perpetúan en el mundo. La búsqueda afanosa del complemento sexual obedece por tanto a un poderosísimo deseo de inmortalidad por la carne, prolongándose la propia vida más allá de su muerte. Y, sobre todo en la mujer, cuando la maternidad no puede lograrse carnalmente, se sustituye por la maternidad espiritual, descrita magistralmente por Unamuno en su novela “La tía Tula”.
                Otra forma de perpetuación son las autobiografías de autores muy profundos, en las que la riqueza de la vida íntima de la persona no se pierde definitivamente, sino que perdura en el ánimo de los lectores. Además, cuando se ama profundamente a una persona, aunque esté lejos de nosotros o haya muerto, sigue perviviendo en nuestro recuerdo mientras dure nuestra vida.
                Una última forma de perpetuación, típicamente unamuniana, es la pervivencia a través de los personajes de ficción de las novelas o de las obras de teatro. Estos personajes, como no tienen una existencia eral, no pueden morir, por lo que son, en cierto modo, superiores al autor que les dio vida.
                Ahora bien, como reconocerá el propio Unamuno, todas estas formas de perpetuación son insuficientes. En efecto, el hombre quiere sobrevivir por el nombre o la fama, por su aportación a la cultura o por los hijos, o bien por el recuerdo de las personas que lo aman. Pero, si la conciencia se anonada, lo demás no ha servido para mucho. Y que la nada terrena será nuestro final inexorable es patente para quien reflexiona sobre el destino de toda la humanidad, pues, cuando muera la última conciencia viviente, morirá también nuestro espíritu derramado en el mundo. ¡Hasta los muertos morirán un día!, como termina un bello soneto unamuniano.
                Para Unamuno, sólo la inmortalidad tal como la predica la fe cristiana, una inmortalidad del alma en Dios y una resurrección de la carne en el último día, puede satisfacer el ansia de pervivencia que tiene el hombre.


TEXTOS.

Poesía sobre una cita del “Obermann”.
                “Tendido en la yerba corta
de los Alpes Obermann:
Ah, si hubiéramos vivido…
sollozaba al contemplar
cómo pasaban las nubes
a sus pies mientras la paz
del cielo –silencio trágico–
le henchía de vaciedad
El hombre es perecedero;
-y tal vez –y vuelta a soñar–
y si es la nada cabal
lo que nos está guardado
no hagamos por nuestro mal
que ello sea una justicia…
y se sintió desmayar”.
(Miguel de Unamuno, Cancionero, nº 143. OC VI, 993)

Un fundamento para la ética.
                Cambiad en positivo este precepto negativo obermanniano, diciendo: “Si nos está reservada la nada, hagamos que ello sea una injusticia y tendréis uno de los más robustos fundamentos de la ética, el más robusto acaso, una base de acción. Hagamos que sea una injusticia nuestro aniquilamiento, es decir, merezcamos la inmortalidad, aunque no la alcancemos.
(Miguel de Unamuno, Una base de acción. OC IV, 1237)

Obrar por pasión de los demás.
                “¡Poner pasión! Poner pasión es poner padecimiento; es dar nuestra sangre, corporal o espiritual, a los demás; morir una vez o poco a poco, en servirlos. Y morir así por no morirse, por apasionada ansia de no morirse, por no merecer la muerte, por hacer que sea nuestro anonadamiento, si es que nos está reservado, una injusticia.
(Miguel de Unamuno, Una base de acción, OC IV, 1240)

Superarse en el servicio al prójimo.
                El sentimiento de hacernos insustituibles, de no merecer la muerte, de hacer que nuestra aniquilación, si es que nos está reservada, sea una injusticia, no sólo debe llevarnos a cumplir religiosamente, por amor a Dios y a nuestra eternidad y eternización nuestro propio oficio, sino a cumplirlo apasionadamente, trágicamente si se quiere. Debe llevarnos a esforzarnos por sellar a los demás con nuestro sello, por perpetuarnos en ellos y en sus hijos.
(Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida. OC VII, 272)

Don Quijote buscaba la fama.
                “En esto de cobrar eterno nombre y fama estriba lo más de su negocio; en ello el aumento de su honra primero y el servicio de la república después. Y su honra, ¿qué era? ¿Qué era eso de la honra de que andaba entonces tan llena nuestra España? ¿Qué sino ensancharse en espacio y prolongarse en tiempo la personalidad? ¿Qué es sino darnos a la tradición para vivir en ella y así no morir del todo?”
(Miguel de Unamuno, Glosas al Quijote. La causa del quijotismo. OC VII, 1206)

El erostratismo.
                “Y de camino disertó Don Quijote sobre Eróstrato y el deseo de alcanzar fama, raigambre de su heroísmo. Y no dejó entonces de abismarse Don Quijote en los abismos de la cordura de Alonso el Bueno, observando la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza, la cual fama, por mucho que dure, se ha de acabar con el mismo mundo, que tiene su fin señalado.”
(Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho. OC III, 156)

La fama, sucedáneo de la inmortalidad.
                “Cuando las dudas nos invaden y nublan la fe en la inmortalidad del alma, cobra brío y doloroso empuje el ansia de perpetuar el nombre y la fama, de alcanzar una sombra de inmortalidad siquiera. Y de aquí esa tremenda lucha por singularizarse, por sobrevivir de algún modo en la memoria de los otros y de los venideros, esa lucha mil veces más terrible que la lucha por la vida y que da tono, color y carácter a nuestra sociedad, en la que la fe medieval en el alma inmortal se desvanece. Cada cual quiere afirmarse siquiera en apariencia.”
(Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida. OC VII, 140)

Inmortalidad sustancial o sombra de ella.
                “A medida que se amengua o apaga la fe en la inmortalidad sustancial del alma, enciéndase un furioso anhelo de salvar siquiera una sombra de ella.”
(Miguel de Unamuno, Discurso en Orense. Junio de 1903. OC IX, 83)

Sobrevivir en la cultura y en la historia.
                “La historia es la vida del espíritu humano colectivo. Y sabe que vivir históricamente es sobrevivir, es eternizarse, es crear valores para siempre.”
(Miguel de Unamuno, Vida e Historia. OC III, 1195)

El espíritu objetivado en la historia.
                “El fin de la vida es hacerse un alma, un alma inmortal. Un alma que es la propia obra. Porque al morir se deja un esqueleto a la tierra, un alma, una obra, a la historia. Esto cuando se ha vivido, es decir, cuando se ha luchado con la vida que pasa por la vida que se queda.”
(Miguel de Unamuno, La Agonía del cristianismo. OC VII, 309)

El patrimonio espiritual de la humanidad.
                “Si lo enriquezco, por poco que ello sea, el alma de mi pueblo, y aun la de otros pueblos que no sean el mío, el alma de la humanidad, con alguna idea más, o con alguna nueva expresión de viejo ideal, o con una metáfora, o con algún giro, o con un acento, o con un deseo, o con un ensueño, habré salvado mi alma en el alma de mi pueblo, en el alma de la humanidad.”
(Miguel de Unamuno, Salvar el alma en la historia. OC VII, 1002)

Todos contribuimos a la historia.
                Si contribuyéramos a una victoria sangrienta de nuestro pueblo en una guerra por la libertad y la cultura, o con nuestro voto a que venciese en unas elecciones quien representara la libertad y la cultura, habríamos también salvado nuestra alma, en más o en menos.”
(Miguel de Unamuno, Salvar el alma en la historia. OC VII, 1002.1003)

Más importante que el nombre.
                “Y si un día se incorpora mi labor al legado de los siglos, de tal modo que se borre como gota en el mar, y mi nombre se olvida, ¡bien olvidado estará! Mientras suena mucho el nombre de su autor, es que su obra, no incorporada a la obra social, necesita firma. Cuando todos piensan con su pensamiento, ¿qué importa el nombre de quien lo formuló?
(Miguel de Unamuno, Carta a Luis Contreras).

Perpetuarse por los hijos.
                “(Hablando a Don Quijote) De las íntimas entrañas de la carne te acosaba el ansia de perpetuarte, de dejar simiente tuya en la tierra; la vida de tu vida, como la vida de la vida de los hombres todos, fue eternizar la vida. Y como no lograste vencerte para dar tu vida perdiéndola en el amor, anhelaste perpetuarla en la memoria de las gentes. Mira, Caballero, que el ansia de inmortalidad no es sino la flor del ansia de linaje.”
(Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho. OC III, 202)

Perpetuación por el amor sexual.
                “En el amor a mujer arraiga el ansia de inmortalidad, pues es en él donde el instinto de perpetuación vence y soyuga al de conservación, sobreponiéndose así lo sustancial a lo meramente aparencial. Ansia de inmortalidad nos lleva a amar a la mujer.”
(Miguel de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho. OC III, 98)

Vivir también en los descendientes.
                “El hombre que en toda la novela obra y siente y trabaja y aspira, pero apenas piensa, se pone a pensar que ha dado a sus hijos y a su mujer algo más que vida, que les ha dado una parte de su propia persona y que esto vivirá en ellos cuando de él no quede rastro, y que acaso dentro de sí llevaba migajas –engrunes– vivas de sus antepasados. Y una parte del hombre que soy –acaba pensando a los espolazos del cáncer– vivirá también en mis descendientes tanto como haya mundo, tanto como sobre la tierra queden hombres. Una cierta inmortalidad material, como se ve.”
(Miguel de Unamuno, La muerte de Jorge Fraginals. OC III, 1342)

El ansia de maternidad.
                “(Exclama la protagonista de la obra Raquel encadenada): ¡Pues, mira, Simón: necesito un hijo, un hijo, un hijo! Dámelo, dame un hijo, dámelo como sea; trae a ese niño. Lo prohijaremos. Tráelo…, dame un hijo, dame vida. ¡Si no, me muero, Simón, me muero!”
(Miguel de Unamuno, Raquel encadenada. OC V, 558)

La paternidad espiritual.
                “¡El placer de crear, de sentirse poeta, sobre una u otra materia, con unos u otros medios! Y la materia pueden ser hombres. ¡Hacer hombres! ¡O ya corporalmente, como un padre, o ya espiritualmente, como un maestro! ¡Hacer un pueblo!”
(Miguel de Unamuno, Cartas al amigo, OC VII, 1016-1017)

La autobiografía, otra forma de pervivencia.
                “Y esa experiencia no puede acabar sino con su vida. ¿Con su vida? ¡Ni con ella! Porque su vida íntima, entrañada, novelesca, se continúa en la de sus lectores.”
(Miguel de Unamuno, Cómo se hace una novela. OC VIII, 764)

El recuerdo de la persona amada.
                “A uno que me decía: Mi alma es un camposanto en que duermen cuantos quise y se me murieron, le respondí: la mía, un vivero en que viven y reviven todos ellos.”
(Miguel de Unamuno, Algo y algos. OC VIII, 1237)

Hasta los muertos n os moriremos del todo.
                “No siento tanto tener que morir –me decía en sus últimos días–, como que conmigo se muere otro pedazo del alma de Don Manuel. Pero lo demás de él vivirá contigo. Hasta que un día hasta los muertos nos moriremos del todo.”
(Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir. OC II, 1151)

Un ente de ficción es inmortal.
                “(Habla Augusto, el protagonista de Niebla) Pero ¡no, no! Yo no puedo morirme; sólo se muere el que está vivo, el que existe, y yo, como no existo, no puedo morirme… ¡soy inmortal! No hay inmortalidad como la de aquello que, cual yo, no ha nacido y no existe. Un ente de ficción es una idea, y una idea es siempre inmortal.”
(Miguel de Unamuno, Niebla OC II, 672)

El artista inmortaliza a sus personajes.
                “Un ser que nace de esa facultad creadora que reside en el espíritu humano está destinado por naturaleza a una vida superior que le falta al mortal ordinario nacido del seno de una mujer. Cuando se nace personaje, cuando se tiene la dicha de nacer personaje vivo, se ríe uno de la muerte. ¡No se puede ya morir! El artista, el escritor, el mezquino instrumento de esta creación morirá, enhorabuena; pero su criatura no muere ya.”
(Miguel de Unamuno, Pirandello y yo. OC VIII, 502)

Vanidad de estos medios de perpetuación.
                “Y todo eso de que viviremos en nuestras obras, en nuestros hijos y en la memoria de las gentes, y que todo se renueva y se transforma y que contribuiremos a hacer una sociedad más perfecta, todo eso me parecen miserabilísimos subterfugios para escapar a la honda preocupación.”
(Miguel de Unamuno, Materialismo popular. OC III, 366)

Una inmortalidad de orden superior.
                “Pero… ¿qué quiere ese pobre Unamuno? ¿Lo sabe él mismo? Parece que dice que no quiere más que vivir, pero… ¡para siempre! Vivir en su obra, y ¿si pudiera ser más? No quiero seguir porque el corazón me ahoga.”
(Miguel de Unamuno, Carta a Jean Cassou)

2 comentarios:

  1. El ser humano no es más que un eslabón en la larga cadena evolutiva ,un eslabón vital ..ya que sin el se rompe la continuidad ,desconocemos la información que dejamos en nuestros genoma ..quizás solo seamos sondas del tiempo ,donde se recopila información ; Venimos de la larga noche de los tiempos y vamos hacia el futuro desconocido como el mismo pasado ..."quien sabe ..tal ves ..solo seamos eso ...simples sondas de recopilación de datos que siendo nosotros mismos ..desconocemos..."Quien sabe "

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  2. Sí señor, somos todo y nada, sondas, vibraciones, sueños, aliento de Dios, sueño de un ser superior... ¿Quién sabe?

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– Contra hidalguía en verso -dijo el Diablillo- no hay olvido ni cancillería que baste, ni hay más que desear en el mundo que ser hidalgo en consonantes. (Luis Vélez de Guevara – 1641)

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