Las dos Españas

Venceréis pero no convenceréis, dice una máxima unamuniana que alcanzó el don de la eternidad. Sigo pensando que el rumbo que están tomando los acontecimientos en España es demasiado negativo como para quedarse al margen de ellos. Los lamentables hechos de Valencia, el uso desproporcionado de la violencia contra los manifestantes, la ineptitud de algunos mandos policiales para enfrentarse a un grupo, la mayoría menores, algunos profesores y bastantes padres, verifican el grado de descomposición, más bien la putrefacción de un cadáver viviente.
Digo putrefacción porque los hechos no vienen nuevos, sus orígenes se encuentran en la dejadez, por un lado de la sociedad, inconsciente de ello, y por otro de los poderosos empeñados en negarla, que nos conducen por los caminos del enfrentamiento y el rencor.
Lo que más preocupa de esta situación es que no pretenden resolverla sino más bien ocultarla, maquillarla o ignorarla. Resulta patético que en los noticiarios tenga mayor protagonismo el partido de futbol entre el Puturrú de Fuá contra el Meningítico de Sinsentido, que el aumento del malestar social.
Algún iluminado, por cierto los iluminati son más peligrosos de lo que imaginamos, manifestará que se trata de algaradas callejeras, aisladas, con ocultos intereses políticos de carácter electoralista. Reafirmarán que los manifestantes se desacreditan a ellos mismos con el daño de mobiliario urbano, con los trastornos que ocasionan a las personas que nada deben, con lo que ha pedido la mayoría de los votantes (Sancta Sanctorum – ya está todo dicho).
Aquí caen en varios errores de consideración. Los daños en mobiliarios urbanos, e incluso en algunos organismos oficiales, jamás serán deslegitimados por el número, cada vez mayor, de personas que viven en la pobreza, por el aumento implacable del paro, por los innumerables embargos bancarios, por las injusticias cada vez más numerosas, que se están produciendo en nuestra sociedad. Si a estos ingredientes le añadimos una pizca de incultura, auspicia por recortes en educación, tenemos el caldo de cultivo necesario para las revueltas callejeras.
Por desgracia las revueltas no son buenas, si no se atajan con medidas inteligentes, no represivas, acabaran en verdaderos enfrentamientos sociales, en revoluciones, por un lado veo cada vez más necesarias, en las que, me reitero, también por desgracia pagaran los más inocentes, los débiles, los que nada deben y todo lo pagan.
¿Quiénes son los culpables? Aquí tenemos ensalada para todos los gustos. Son tan culpables los unos como los otros, los sordos como los que gritan interesadamente. Estamos dejando escapar una oportunidad histórica para regenerar España y ocultamos, creo que con premeditación, la España profunda, la de la pandereta y la siesta. Mantenemos instituciones inoperantes como el Senado o las Diputaciones, son intocables las comunidades autónomas con sus marcos legislativos propios y diferenciados, dejamos sin castigar trajes, entramados financieros irregulares, o gasolineras, incluso nos permitimos el lujo de prescribir algunos delitos pues con cierto castigo mínimo ya están los culpables condenados.
No, aquí olvidamos algo muy sencillo y que se resume en un solo pueblo, una sola ley. Una ley igual para todos, sin distinciones de ser jueces, honorables o yernos de quién sabe quién. Es necesario regenerar éticamente la sociedad para evitar situaciones tan lamentables como las que se avecinan.
Son también culpables, aquellos que tienen tan trágicos errores. ¿En qué se diferencia la brutal represión policial de Valencia, con la de Barcelona donde eran otros quienes gobernaban. ¿Por qué ahora se convierten en salvadores aquellos que recortaron los salarios de los funcionarios, nos engañaron con sus jornadas de 35 horas, no reconocieron los malditos vientos del Norte que han hundido este país? Esos mismos altos cargos ahora encabezan manifestaciones cuando ellos hubiesen realizado la misma legislación que sus adversarios.
Por salvadores que no quede, porque en esta nación nuestra siempre los ha habido y los habrá. Eso sucede con los sindicatos mayoritarios. ¿Por qué reclaman ahora esos señores que no vieron los atropellos que se estaban cometiendo en el gobierno socialista, esos señores que llevan a sus hijos a colegios pago mientras defienden la educación pública, esos relojes andantes imposibles de alcanzar por los trabajadores, esos parásitos de subvenciones y legajos pseudohistóricos? ¿Quizás sea porque no les llegan las migajas de las alturas? ¿Tal vez porque los famosos liberados van a ser tirados de patitas a la calle?
Maldita sea, una y mil veces, malditos sean esos engendros que de un lado a otro envenenan la sociedad para luego salvarnos con sus medidas y no con las que el pueblo necesita. Ambos, gobernantes y opositores que una vez estuvieron en el gobierno, actúan no bajo sus principios sino por dictados y presiones extranjeras ajenas a los verdaderos intereses de la patria. Sí señores, esa es la realidad, desde fuera desmantelaron nuestra economía prometiéndonos un paraíso etéreo que ha acabado convirtiéndose en una agonizante pesadilla. Para que ellos se salven tenemos que caer nosotros, no te olvides de esa premisa querido lector. No íbamos a entrar en la OTAN, pero estamos, no íbamos a tolerar los controles extranjeros, pero somos su conejillo de indias. La zona geográfica del Mediterráneo debe ser arrasada y, te lo advierto, nosotros estamos allí.
Mientras los necios buscan el enfrentamiento, y los malvados el provecho, es la gente de a pie quien paga las consecuencias, pues los enfrentamientos traen mayor pobreza, mayor miseria, mayor corrupción, en definitiva, mayores injusticias.
Reconozco que existen personas íntegras, decentes, capaces en ambos partidos para detener esta locura que se avecina (¡Ojala me equivoque! – Por favor demuestra que estoy en un error), pero son silenciados, apartados, oscurecidos pues no interesan en estos momentos.
No me importa que ustedes, se golpeen, se destrocen, se maten, pero no metan en su locura al pueblo español que lo único que busca es trabajo y progreso. Quizás también sea locura mi siguiente afirmación pero creo que no andaré demasiado desencaminado: hasta el dictador Franco se convierte en alguien de izquierdas comparado con la política que se ha llevado a cabo, tanto por los socialistas como la que ahora pretenden los gobernantes. Durante la nefasta guerra civil, cierto político dijo: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades”
Zapatero alcanzó el poder por un atentado político y no olviden los actuales gobernantes que han obtenido el beneplácito del pueblo, no porque sean más guapos, o su doctrina sea la mejor, ni sus teorías económicas las más acertadas; han conseguido el poder por rechazo al socialismo.
Son justas las reivindicaciones del pueblo, sobre todo cuando se recortan los derechos civiles, léase por ejemplo la ley electoral según la cual solo pueden presentarse en los comicios electorales aquellos partidos que reúnen determinados requisitos; se recortan los derechos en educación, con el aumento, por cierto creciente, que no nuevo, de la incultura en España; el tijeretazo económico con un nivel de vida que aumenta de forma alarmante inversamente proporcional a los salarios de los trabajadores.
España necesita cultura, educación, sanidad y, sobre todo, poder comer, el resto son cuentos de viejas que trasnocharon en una borrachera ilusoria. Ir contra esos principios es  ir contra la convivencia, contra la estabilidad y eso, a quién más le interesa es a ciertos gobernantes no españoles.
La paz construye, el dialogo beneficia, pero hay paz y dialogo cuando las dos partes escuchan, comparten, ceden y levantan nuevas soluciones. No quiero que veas que unos son mejores que otros, ni aquellos mejores que estos; son, simplemente, iguales. En España necesitamos verdadera memoria histórica, no la de unos ni la de otros, y descubriremos que siempre hemos acabado enfrentándonos entre nosotros para beneficiar a los de fuera. Quijotes locos en una noche de verano, Sanchos Panzas que solo llenan su saca.
Termino con Antonio Machado.

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

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