Fragmento del capítulo XXIV de mi nueva
novela “Cojuelo corre”.
“La vejez es un tirano que prohíbe bajo pena
de muerte, todos los placeres de la juventud.” Duque de La Rochefoucauld
Amaneció un nuevo día, sobre la flor del
azahar con aromas de cañas y brea, con salitre en el paladar, cuando Críspulo
alzase de la cama para desayunar, no eran antes de las ocho, ni las nueve tampoco,
pues el sueño es pesado después de tanto viajar, por caminos dispares, por
aventuras sin par. Vacía parecía la casa y se sirvió al paladar un buen café
para desayunar, mientras alguien diera señales de vida o se dignara despertar.
Mayte Bona caracterizada como el Diablo Cojuelo en "La escuela de los vicios" |
Al poco un ruido alteró su estado de
percepción y, sin más diligencias, al pasillo salió, para ver quien amanecía,
para pillar a quien salía, a hurtadillas, como ladrón que se desliza en la
sombra, furtiva sombra de belleza seductora, que de la habitación de invitados
a la calle huía. Considerando las trastadas de su camarada, no concibió más que
algo agradable para quien dormir no podía, más todo se vino abajo, cuando de
reojo, la muchacha dijo:
– Hasta mañana sobrino.
Un huracán tremebundo, una furia
desencadenada, un chispazo raudo, salió al pasillo, a la calle, mas no quedaba
nadie. ¿Sueño? ¿Ilusión? Obra del diablo será pensar con buena razón. Sin
tardar, a la habitación de Cojuelo se dirigió en el momento que este se
revestía y salía a su encuentro.
– Tengo sospechas –dijo Cris.
– ¿Ciertas o inciertas? Lo que hay en la
tierra damos por cierto, aun cuando es producto de nuestros sueños, mientras
que lo que no vemos damos por incierto, cuando es tan necesario como el aire
que respiramos.
– Deja de guasas Cojuelo. ¿Era mi tía abuela
esa que por la puerta salía?
– Buena vista tienes mozalbete, que ella era
cual lozana flor primaveral, que al calor del estío su vida vuelve a gozar.
Antes de una hora, un moreno encontrará y juntos pasarán hasta mañana el alba
clarear.
– La vas a matar –sentenció el sobrino
preocupado–. A su edad no debería abusar. ¿Qué magia has hecho?
Cojuelo giró el rostro hacia su amigo y sus
ojos alargados, profundos, lejanos y oscuros, agudizaron la mirada con su
entidad oculta, con su alma eterna sobre la mesa.
– Ella sabe que poco queda ya y que el cuerpo
no responde, que pronto partirá. ¿Piensas que los ancianos, por ser viejos son
trastos inútiles, sin sentimientos ni ganas de vivir? Los dejáis abandonados,
arrinconados en salas asépticas donde dormitan hasta que agonizan y, porque no
pueden hablar, porque tienen dificultades para recordar o incluso para
respirar, pensáis que no tienen deseos, ni futuro, ni alma. Sus horas se agotan
y ya no pueden renovar su vida. Anoche vino y disfrutamos, y ahora, durante
unas horas, volverá a ser quien era. Déjala que viva, que a veces condenamos a
quien no lo merecía y absolvemos a quien cumplir condena debería.
Cris permaneció callado durante unos segundos
hasta que tan solo se le ocurrió susurrar:
– Cuando se entere mi otra tía…
– La otra fue antes y ya salió de madrugada
–respondió el diablillo con sonrisa pícara.
Las cataratas de Iguazú en forma de
versículos de la Biblia, con adjetivos malsonantes y adverbios blasfemos, se
lanzaron en tropel sobre Cojuelo que los esperaba y evitaba, con blanco guante
y gallardo gesto. Al ver que era imposible a un demonio convencer, Crís le dijo
a su amigo que salir es bueno y que ahora, durante el día, los espías ya no
estarían.
Se
dirigieron por la calle Sagunto hasta…"
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