“Cosas de Papá y
Mamá” de Alfonso Paso. Fragmento en la versión televisiva de 1980
Con Kiti Mánver
y José María Guillén
“Llega a tiempo,
doctor. Cúrelo, hace tiempo que le ha entrado un resfriado en el alma y todavía
no se lo ha quitado de encima”.
(Alfonso Paso.
“Cosas de Papá y Mamá”) Escena en:
Luisa.- Traigo
aquí
Él.- ¿Más
papeles?
Luisa.- No. Tu
padre ha mandado a casa una carta con unos versos. He logrado hacerme con ella.
Él.- A ver, a
ver (se ríe)
Julio.- (ríe)
Luisa.- No me
dejan verte. Apenas si puedo escribirte pero sigo queriéndote como antes de
ayer, como hace cuarenta días cuando nos vimos en la consulta. Para que no
estés sola te mando un verso que he hecho pensando en ti.
Julio.- Lee,
lee.
Luisa.-
¿Qué es poesía?,
me preguntabas
clavando en mi
pupila tu pupila azul.
¿Y tú me lo
preguntas?
Poesía... eres
tú.
Julio.- (ríe)
¡Dios mío, lo que hace la edad! Qué bárbaro va a terminar firmando El Quijote.
¿Pero es posible que tu madre no conozca esas rimas?
Luisa.- De
memoria, dice que son suyas
Julio.- ¿Cómo?
Luisa.- Sí, que
son de tu padre. Cómo explicártelo cualquier cosa que él diga le parece una
maravilla. Se pasa horas oliendo su perfume.
Julio.-
Primavera verde.
Luisa.- Ese. Y
el caso es que le produce alergia y se pone a estornudar como una loca, pero
dice que le recuerda a su Leandro. Si vieras eso de su Leandro cómo lo dice. Me
ha pedido cinco minutos solo para verle. ¡Cinco minutos! Me gustaría que la
hubieras oído. Le temblaba la voz en el Le. Déjame verle y en ese ele… (Julio
ríe) y en ese ele, nunca he oído tantas cosas dentro de una sílaba…
Julio.- Pues
échale una mirada a la carta que ha mandado.
Luisa.- ¿A tu
padre?
Julio.- Sí,
ayer. Se la he encontrado dentro de un libro, junto a una flor seca. Es
conveniente que la leas tú. Es para tumbarse de risa. A los cuarenta y cinco
años.
Luisa.- A ver.
Julio.- Aquí
tienes.
Luisa.- Tesoro
mío.
Julio.- Tesoro, buen principio. Tesoro…
Luisa.- No puedo dormir.
Julio.- Señora tome usted una pastilla
de Quadranox, es lo que hago yo cuando tengo insomnio.
Luisa.- Bueno, me dejas leerla.
Julio.- Que sí, que sí, que es para
tumbarse, ya veras.
Luisa.- No puedo dormir. Quisiera
tenerte cerca.
Julio.- (burlándose) A mi padre, a mi
padre. (ríe)
Luisa.- La chica no me oye. Despacito
como un ladrón me he levantado y estoy en el escritorio. Amor de mis amores.
Julio.- ¡Amor de mis amores!
Luisa.- No sé cómo me estará saliendo
esta carta. Estoy escribiendo a oscuras para que mi hija no se despierte y me
sorprenda. Yo no soy poeta como tú ni tengo talento.
Julio.- (ríe)
Luisa.- Soy nada más que una pobre
mujer enamorada y sola.
Julio.- (ríe) Sigue
Luisa.- Solo eso merece la pena en la
vida: la ilusión del amor.
Julio.- (tararea)
Luisa.- para eso tenemos que vivir,
para eso hemos sido creados, para amar, amar siempre, amar con todas sus
fuerzas y morir por eso. Te quiero.
Julio.- Pero sigue, sigue.
Luisa.- Pues sin ti no deseo vivir. Mi
hija se despierta, no puedo seguir. Un beso muy fuerte con todo mi amor. Tu
Elena.
Julio.- Con todo mi amor (ríe) tu
Elena. Es que no puedo más…
Luisa.- Ya está bien ¿no?
Julio.- ¿Qué pasa ahora?
Luisa.- Que no
es para reírse tanto.
Julio.- Claro,
es tu madre.
Luisa.- No. Es
una mujer enamorada.
Julio.- Todo
esto es ridículo
Luisa.- ¿Es
ridículo?
Julio.- Eso
digo.
Luisa.- Te lo
estoy preguntando.
Julio.- Tiene
gracia, pues claro que lo es. ¿Tú pondrías esas cosas en una carta?
Luisa.- Nunca he
escrito cartas de amor.
Julio.- ¿Pero
las pondrías?
Luisa.- No.
Julio.-
Entonces.
Luisa.-
¿Entonces quién lleva razón?
Julio.- Oye,
supongo que no irás a aprobar esta monstruosidad. Tú misma me hablaste de sacar
a tu madre de la ciudad.
Luisa.- Y no lo
apruebo, eso es aparte. Lo único que digo es qué nos espera.
Julio.- ¿A quién?
Luisa.- A nosotros, a los que tenemos
insomnio por otras cosas que no son el amor. Hemos quitado el sentido a todo,
hasta las palabras de amor, tesoro, amor de mis amores. ¿Y qué ofrecemos a
cambio? Camaradería. ¿Sabes quién inventó la camaradería? Los pingüinos, los
pingüinos son excelentes socios.
Julio.-
¿Pero a qué viene todo esto?
Luisa.-
Jaquecas, dolor de estómago, velocidad y trabajo, mucho trabajo. Demonios,
¿trabajar para qué?
Julio.- Para
ganar dinero.
Luisa.- Para
qué?
Julio.- Para
comprar cosas.
Luisa.- Para
qué?
Julio.- Oye, no
me digas que esa carta…
Luisa.- Lo que
me pregunto es si no somos nosotros los equivocados. Si cualquiera de esos
“tesoro” tiene más justificación que nuestras malditas letras de cambio
Julio.- Te ha
ofendido que me riera de la carta pero quiero…
Luisa.- Déjame
en paz!
Julio.- Pero
Luisa…
Luisa.- ¿Cómo
estoy?
Julio.- ¿Eh?
Luisa.- Sí,
¿cómo estoy?
Julio.- ¿Estabas
mala?
Luisa.- ¿Estoy
bien o mal? ¿Soy fea o guapa? ¿Atraigo? ¿No valgo un pito? ¿Qué? ¿Qué?
Julio.- Pues no
sé, así de pronto…
Luisa.- ¿Soy
alta o baja?
Julio.- Yo creo
que mediana.
Luisa.- ¿Cómo
tengo las piernas?
Julio.- Bien, bien.
Luisa.- ¿Cómo
bien, bien, bien. ¿Pero qué clase de tonto eres tú?
Julio.- Pero
Luisa…
Luisa.- Un mes,
un mes juntos y todavía no sabes cómo soy.
Julio.- Una
excelente compañera.
Luisa.-
¡Compañera! ¡Colaboradora! ¡Socio! ¡Demonio, no has intentado ninguna de las
tradicionales cosas para que yo te dé la tradicional bofetada!
Julio.- Bueno
supongo que teniendo que…
Luisa.-
…trabajar claro. Teniendo que trabajar no queda tiempo para intentar nada.
Julio.- Pero
esas cosas son boberías.
Luisa.- Estoy
segura a tu lado. Tristemente segura. Ninguna emoción puede venirme de ti como
no sea que mañana nos vence una letra. Pero qué puedo inspirar yo si pongo en
marcha un motor.
Julio.- Oye, yo…
Luisa.- Sí. Esta
piernecita femenina da una patada y la moto se pone en marcha.
Julio.- Pero es
lógico, si la moto es buena…
Luisa.- Lo
encuentro horrible y cada vez que saco la mano para decir que tuerzo a la
izquierda me rechinan los dientes. ¿Cómo me coges cuando vas detrás de la moto?
Julio.- Pues
así.
Luisa.- Así.
Uff. Hemos perdido la partida y lo intuimos, porque mientras leía esta carta de
amor sentía una pena inmensa.
Julio.- A ya,
por tu madre.
Luisa.- No, por
mí y por las que como ya no somos capaces de escribir estas ridiculeces.
Julio.- Vamos,
vamos, confiesa que te ha molestado que me riera de tu madre. ¿Y tú me lo
preguntas? (sonríe) Poesía... eres tú (ríe).
Luisa.- Yo no me
río.
Julio.-
Resumamos, tú puedes reírte de mi padre y yo no puedo reírme de tu madre.
Luisa.- No son
tu padre y mi madre.
Julio.- Y qué
son, ¿dos tranvías?
Luisa.- No te
aguanto, no lo soporto. Tus estúpidas burlas y tus chistecitos de niño
despistado. ¡No y no! ¿Sabes una cosa? Nuestras relaciones van a ser puramente
comerciales, no te tolero otra cosa.
Julio.- Pero
bueno, ¿quién ha intentado otra cosa?
Luisa.- Pero tú
qué vas a intentar.
Julio.- ¿El qué?
Luisa.- Lo que
no intentas.
Julio.- Pero
bueno, qué os ha pasado, os habéis vuelto locos o, ¿qué?
Luisa.- Quiero
llevarme a mi madre lejos, donde no pueda sentir y escribir estas maravillas.
Quiero ser tratada como una mujer. ¿Comprendes? Y quiero sentir miedo del
hombre y parar pies. Quiero que valgan las mismas palabras de siempre y quiero
hacer una locura muy gorda, muy gorda. ¿Te enteras? Contigo no claro. Contigo
nos pasaríamos la noche trabajando.
ENTRA EL DOCTOR
Y ELLA SALE.
Luisa.- Buenas
tardes doctor. Llega a tiempo, doctor. Cúrelo, hace tiempo que le ha entrado un
resfriado en el alma y todavía no se lo ha quitado de encima.
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